sábado, 28 de enero de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para le Domingo 04 T. Ordinario Ciclo A

1ª lectura:      Sofonías 2,3;3,12-13
«Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde»
Salmo:            «Dichosos los pobres en el Espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos»
2ª lectura:     1 Corintios 1,26-31
«Dios ha escogido lo débil del mundo»
Evangelio:     Mateo 5,1-12a
«Dichosos los pobres de espíritu»
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:
«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

*      Reflexión

Muchas veces estamos como perdidos, buscando la felicidad en lugares que no son adecuados, creo que Jesús debió percatarse de nuestro despiste y por eso nos habló de las bienaventuranzas. No se trata –como nos hacen creer- de tener poder, fama, riquezas,… se trata de saber amar y ser amado. La felicidad no se consigue con la mejor casa, coche, y cualquier cosa material, sino con amor (si no tengo amor nada soy), y cuando hay amor, incluso el sufrimiento se vive de otra forma, el amor no nos quita el sufrimiento, en todo caso nos ayuda a vivirlo.  Pienso que las bienaventuranzas son como las normas de #hospitalidad que deberíamos tener en nuestros hogares.
Norka C. Risso Espinoza

lunes, 23 de enero de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para Ntra. Sra. de la Paz

1ª lectura:      Isaías 9,1-3.5-6
«Su principado será dilatado, con una paz sin límites»
Salmo:            «El Señor anuncia la paz al pueblo»
Evangelio:     Lucas 1,26-38
«Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo»
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

*      Reflexión
Con inmenso gozo honramos en este día a María, Ntra. Sra. de la Paz, la que fue protectora continua de San Juan de Dios llamada por él la siempre entera, honrada muy de continuo por el rezo del rosario, le ha ido muy bien con el rezo del rosario y lo rezaría siempre que le fuera posible.
Aquella que desde los inicios de la Orden #Hospitalaria ha sido protectora especial, patrocinio de los Hijos de Juan de Dios y Buen Consejo en su quehacer diario junto al enfermo, en su anuncio de salvación y paz para el que sufre, para el que se siente solo.

Desde ahí y como tierra de la mejor cosecha germina en nuestra Provincia religiosa esta advocación de Ntra. Sra. de la Paz.

sábado, 21 de enero de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el Domingo 03 T. Ordinario Ciclo A

1ª lectura:      Isaías 8,23b-9,3
«En la Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande»
Salmo:            «El Señor es mi luz y mi salvación»
2ª lectura:     1 Corintios 1,10-13.17
«Poneos de acuerdo y no andéis divididos»
Evangelio:     Mateo 4,12-23
«Vino a Cafarnaúm para que se cumpliese lo que había dicho el Profeta Isaías»
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
[Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les dijo: -Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

*      Reflexión

Nos volvemos a encontrar con otra de esas palabras que no gustan, ‘conversión’; pero es que hay que vivirlo para comprenderlo, se trata de un proceso, de cambio, de pasar de la inhospitalidad a la #hospitalidad, para empezar de nosotros mismos, es acogernos por dentro, barrer aquello que no nos permite vivir alegres. Y en ese proceso de ir convirtiéndonos poder encontrarnos con reino, que ya está pero todavía no. Jesús sabe que somos muy despistados para estos cambios, por ello está tocando constantemente a la muerta e invitando a la conversión, depende de nosotros el querer seguirle en esta aventura.
Norka C. Risso Espinoza

jueves, 19 de enero de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para la Conversión de San Juan de Dios

1ª lectura:      Romanos 6,3-11
«Caminemos en una vida nueva»
Salmo:            «Oh Dios, crea en mí un corazón puro»
Evangelio:     Juan 3,1-8
«Hay que nacer del Espíritu»
Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro, porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.» Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.» Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?» Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho “Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla sonde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu”.»

*      Reflexión
Siempre se ha tenido en la Orden Hospitalaria esta fecha de la Conversión como el signo testimonial por excelencia de la llamada de Dios a Juan Ciudad, para que iniciara el nuevo camino trascendente hacia el Juan de Dios generoso y sacrificado en pro de los pobres y enfermos.
El día de San Sebastián (20-01-1538) Juan acude a la fiesta en la Ermita de los Mártires, en Granada, cerca de La Alhambra; en ella predica Juan de Ávila. Las palabras del sermón, cuales flechas, hieren el espíritu de Juan que, acabado el sermón, sale de la ermita dando voces, pidiendo a Dios misericordia y perdón; recorre la ciudad fuera de sí, como si hubiera perdido el juicio; la gente le sigue y le grita «¡al loco, al loco!»; en su tienda se deshace de cuanto tiene: destruye los libros profanos y regala los piadosos y objetos religiosos; incluso reparte sus ropas personales. Continúa después recorriendo las calles en parecidas circunstancias, «queriendo, desnudo, seguir al desnudo Jesucristo», hasta que, extenuado, es llevado ante el Maestro Ávila, de cuyo sermón provenía aquella locura.

Desde ese momento se inicia entre los dos santos una relación profunda que durará de por vida. Será su director espiritual. Consolado Juan, prosigue aún con continuas señales de conversión: se siente merecedor de todo desprecio; al fin, como a loco, es internado en el Hospital Real. Allí aprende  y vive la #hospitalidad

San Juan de Dios, escribía en la Primera Carta a la Duquesa de Sesa: «Si considerásemos lo grande que es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer el bien mientras pudiésemos; pues al dar nosotros, por su amor, a los pobres, lo que de Él mismo hemos recibido, nos promete el ciento por uno en la bienaventuranza. ¡Oh estupendo lucro y ganancia! ¿Quién no querrá dar lo que tiene a este bendito mercader? No hay para nosotros trato tan ventajoso. Por eso nos ruega, con los brazos abiertos, que nos convirtamos y lloremos nuestros pecados, y que hagamos caridad, primero a nuestras almas y después a los  prójimos, porque como el agua apaga el fuego, así la caridad borra el pecado» Estas mismas palabras nos podrían servir hoy a cada uno de nosotros para vivir este curso 2016-2017 en el que estamos trabajando sobre el retablo de la hospitalidad.
Si recordamos nuestro compromiso bautismal y nuestra vida cristiana no tenemos otro modelo ni medida que Jesucristo servidor y evangelizador de los pobres, el que nos muestra con su vida el corazón de Dios. Para Juan de Dios nuestra vida cristiana tiene sentido y es coherente si imitamos a Jesucristo servidor y evangelizador de los pobres, siendo fiel reflejo del amor entrañable y misericordioso del Padre.
Los santos en la misericordia: San Juan de Dios (1495-1550)[1]
Es considerado el “creador del hospital moderno”. Juan no sólo se hacía cargo de los enfermos, sino que los cuidados que ofrecía se extendían a todas las obras de misericordia. Escribía en una carta: “Son tantos los pobres que aquí llegan, que muchas veces no sé cómo pueden alimentarse, pero Jesucristo provee a todo y les da de comer, porque sólo para la leña se necesitan siete u ocho reales cada día, porque al ser la ciudad grande y muy fría, especialmente ahora en invierno, son muchos los pobres que llegan a esta casa de Dios, porque entre todos, enfermos y sanos y gente de servicio y peregrinos son más de ciento diez”.
De particular interés fue su manera de acoger y tratar a los “enfermos de mente”. Petro Bargellini escribió de él: “Aun completamente desprovisto de estudios de medicina, Juan se mostró más capaz que los mismos médicos, de modo particular en el cuidado de los enfermos mentales, inaugurando, con gran anticipación en tiempo, el método psicoanalítico y psicosomático, que sería el orgullo, cuatro siglos después, de Freud y discípulos”.
Cuando Juan quería pedir limosna para sus enfermos decía: “¿Alguien quiere hacer el bien a sí mismo? ¡Hermanos míos, por amor de Dios, haceos bien a vosotros mismos!”. No se es capaz, en efecto, de amar verdaderamente la pobreza de los demás, si primero no se descubre también la propia oculta miseria. De aquí el deber de “hacerse el bien haciéndolo a los otros”.
Conversión de nuestro padre San Juan de Dios
“... El día del bienaventurado mártir san Sebastián, en la ciudad de Granada se hacía entonces una fiesta solemne en la ermita de los Mártires... y sucedió predicar un excelente varón, maestro en teología, llamado el maestro Ávila, luz y resplandor de santidad... (Juan de Dios) oídas aquellas razones vivas de aquel varón, en que engrandecía el premio que el Señor había dado a su santo mártir, por haber padecido por su amor tantos tormentos, sacando de aquí a lo que se debía poner un cristiano por servir a su Señor y no ofenderle, y padecer a trueque de esto mil muertes; y ayudado con la gracia del Señor, que dio vida a aquellas palabras, de tal manera se le fijaron en sus entrañas y fueron a él eficaces, que luego mostraron bien su fuerza y virtud. Porque, acabado el sermón, salió de allí como fuera de sí, dando voces pidiendo a Dios misericordia... dando saltos y corriendo... hasta llegar a su posada... echó mano de los libros que tenía, y los que trataban de caballerías y cosas profanas hacíalos con las manos muchos pedazos y con los dientes, y los que eran de vidas de santos... dábalos libremente de gracia al primero que se los pedía por amor de Dios... Y así desnudo, descalzo y descaperuzado, siguió otra vez por las calles más principales de Granada dando voces, queriendo, desnudo, seguir al desnudo Iesu‑Cristo... Así, Ioan, de esta manera fue pidiendo misericordia al Señor... Fue tanto lo que de esto hacía, que visto por personas honradas..., y lo llevaron a la posada del padre Ávila... (que) le admitió por hijo de confesión desde entonces, (y lo despidió) diciéndole: ‘Hermano Ioan,... id en hora buena, con la bendición de Dios y la mía; que yo confío en el Señor que no os será negada su misericordia.”’
(Tomado de Francisco de Castro, Historia de la vida y sanctas obras de Juan de Dios, y de la institución de su Orden, y principio de su hospital. En Gómez Moreno M. San Juan de Dios. Primicias históricas suyas, Madrid 1950, p. 44.45-48)
Lo internaron en el Hospital Real como enfermo mental, donde fue tratado con la terapia usada entonces. Esta experiencia le ayudó a madurar su vocación, que expresó con estas palabras: “Iesu-Cristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital, donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo.” (Francisco de Castro, o.c., p. 52)
La experiencia de la misericordia del Padre, transformó a Juan de Dios. La memoria que hoy celebramos, anime a los Hermanos de la Orden a recordar el don de la propia vocación y a mantener la actitud de conversión que exige cada día, para hace eficaz la nueva hospitalidad.
San Juan de Dios, horno ardiente de Caridad[2]
Horno ardiente de caridad es el corazón de Juan de Dios. Su vida está revelando a las claras el ardentísimo amor de Dios que arde en su pecho. Pero hay una hora en su vida en que este
divino fuego se avivó en tal medida que abrasa su hermoso corazón. Hora memorable, de trascendencia imponderable fue aquella del día de san Sebastián, cuando el librero de Granada asiste con devota religiosidad a los solemnes cultos con que la Iglesia honraba la memoria y virtudes del ilustre Mártir Romano; hora de gracia, cuando oyendo la divina palabra caldeada en el celo encendido del Maestro Ávila, un rayo de luz celestial alumbra su alma y se enciende su corazón en las llamas de amor que el Espíritu Santo aviva.
La voz del predicador era un tubo de oro por donde el Divino Espíritu se comunicaba a los oyentes y los encendía en el fuego de la divina caridad. Juan oía la palabra y se encendía el corazón. La palabra del apóstol, cada vez más vibrante y encendida, acaba por agitar la llama, y el corazón rompe en un volcán de amor de Dios, gritando: «Misericordia, Señor, misericordia».
Las manifestaciones de amor son muchas y en su frenesí no repara medios; grita en el templo; golpea su pecho; se arroja al suelo; abofetea su rostro; y entre tanto suspira por aquel amor misericordioso que redimió al mundo del pecado. Juan quiere amar a su Dios cuanto es amable.
El amor hace locuras para granjearse el cariño del amado. Juan de Dios sale por las calles haciendo mil demostraciones de locura porque su corazón ansioso de amar más y más a Dios no halla medio más eficaz para demostrarlo. Solo él conoce qué género de locura es aquella; la muchedumbre lo ignora, por eso saliendo a su encuentro lo toma y encierra en el Hospital. Pero, ni el ardor se templa con las humillaciones; ni se enfría con los desprecios; ni es capaz su pecho de represar aquellas fuertes avenidas de amor de Dios y desprecio de sí mismo.
El espíritu de Dios se ha comunicado a Juan y todas las señales del divino espíritu se notan en él: elevación del alma, moción y enternecimiento, heridas del corazón, desarraigo y destrucción de vicios, crecimiento y arraigo de virtudes, celestial rocío de devoción, encendimiento de caridad, allegamiento a Dios del alma y de todas las facultades. El pastorcillo de Oropesa es ya un apóstol.
Juan de Dios mirando de hito en hito a Jesucristo, enamorándose de Él, encendiéndose en el fuego de su Corazón es el cuadro que falta por dibujar. En él ha de resaltar la comunicación de amor de Jesús que le convierte en el Apóstol de la caridad y en Fundador de la Orden del amor por excelencia.
El amor con todas sus delicadezas y exquisiteces, con todas sus valentías y heroísmo es, en adelante, quien informa toda la conducta de Juan de Dios. Su vida es de caridad sin límites y todo cuanto emprende va movido por ella. Se ve tan penetrado de caridad que parece su esencia misma; ver a Juan es ver la caridad viva. Cuantas hazañas virtuosas realiza en su vida, más que otra virtud resalta el amor divino: si sufre injurias, si obedece a sus directores, si ayuna con rigor y macera su cuerpo, lo mismo que si llena el hospital de pobres y toma sobre sus hombros el alivio de ellos, si hace oración, si trabaja, en vida y en muerte, el amor de Jesús es el que visiblemente campea. ¿Y cómo así? Amor y Juan son como fuego y ascua. El fuego consume al ascua y el ascua alienta al fuego. El amor abrasa a Juan y Juan da vida al amor en su corazón endiosado. Como la esposa atrae todo el amor por la  fuerza de conquista que ha obtenido sobre el corazón de su esposo, la divina caridad con quien Juan de Dios se ha desposado atrae completamente su alma; de aquí se sigue una total transformación de Juan de Dios; porque siendo Dios la caridad, según el sagrado texto, “Deus Caritas est”, Dios es Caridad, y siendo la caridad de Juan, Dios es de Juan y Juan es totalmente de Dios.


[1] Tomado de Subsidios para el Año de la Misericordia 2015-2016, Ed. BAC
[2] Tomado de Textos litúrgicos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Suplemento para la Liturgia de las Horas

sábado, 14 de enero de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el Domingo 02 T. Ordinario Ciclo A

1ª lectura:      Isaías 49,3.5-6
«Te hago luz de las naciones para que seas mi salvación»
Salmo:            «Aquí estoy, señor, para hacer tu voluntad»
2ª lectura:     1 Corintios 1,1-3
«Gracias y paz os dé Dios nuestro Padre y Jesucristo nuestro Señor»
Evangelio:     Juan 1,29-34
«Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo». Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

*      Reflexión

No nos gusta hablar de pecado, de culpa… parece que son palabras que no están de moda; sin embargo Jesús quiere hacer nuevas todas las cosas, y nos hace ver que estas palabras no están relacionadas con tristeza, sino más bien todo lo contrario, están relacionadas con llevarnos a la alegría, quitar el pecado, es salir de la oscuridad para acogernos en la luz, es quitar desesperanzas, malentendidos, inhospitalidad, para vivir en la verdadera #hospitalidad, en la verdadera vida. 
Norka C. Risso Espinoza

sábado, 7 de enero de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el Bautismo del Señor

1ª lectura:      Isaías 42,1-4.6-7
«Mirad a mi siervo, a quien prefiero»
Salmo:            «El Señor bendice a su pueblo con la paz»
2ª lectura:     Hechos 10,34-38
«Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo»
Evangelio:     Mateo 3,13-17
«Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él»

En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.» Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»


jueves, 5 de enero de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el día de la Epifanía

1ª lectura:      Isaías 60,1-6
«La gloria del Señor amanece sobre ti»
Salmo:            «Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra»
2ª lectura:     Efesios 3,2-3a.5-6
«Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos»
Evangelio:     Mateo 2,1-12
«Venimos de Oriente para adorar al Rey»

Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: -En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel». Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.


En Occidente, la Epifanía se dedicó sobre todo a la adoración de los magos (y es éste el aspecto que sobresale hoy también, en algunos países, en la dimensión popular de las cabalgatas y los regalos de Reyes), como se ve en el evangelio de san Mateo que se proclama en la misa, pero sin olvidar del todo los demás aspectos, muy presentes en antífonas e himnos de la Liturgia de las Horas. De todos modos, el Bautismo del Señor es conmemorado de una manera especial el domingo posterior al 6 de enero y el milagro de las bodas de Caná aparece en el evangelio del domingo siguiente –el segundo domingo del tiempo ordinario- en los años correspondientes al ciclo C.
Epifanía nos muestra con toda su luz el contenido del mensaje navideño. Si la Navidad anuncia que ha llegado la hora de nuestra total liberación y de nuestra paz, la Epifanía nos asegura que nuestro libertados y salvador Jesús es Dios. La triple manifestación a los magos, en el Jordán y en Caná es una triple afirmación de la divinidad del hombre Jesús, nacido en Belén, predicador de multitudes, obrador de prodigios. Un rasgo característico de la Epifanía es la dimensión universal de su llamada. El anuncio de la liberación no se hace sólo a los miembros de un pueblo, por más que sea el escogido. La Buena Noticia de la libertad y de la paz se dirige a todos los pueblos sin exclusión alguna: “Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo Unigénito a los pueblos gentiles por medio de una estrella”, decimos en la colecta de la misa. La lectura profética de Isaías subraya la universalidad efectiva de los que se reúnen en Jerusalén, la ciudad-símbolo del reino de Dios. Y san Pablo, en la segunda lectura, sacada de su carta a los Efesios, dice que ahí está todo el secreto del designio divino revelado en la Epifanía: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes del al Promesa en Jesucristo, por el Evangelio”.