En el nombre del Padre y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
Todos tenemos nuestro propio Vía Crucis que andar. Todos tenemos
nuestro camino personal de seguir a Jesús. Es un mismo camino y es
también un camino diferente para todos, porque cada uno estamos llamados a
seguirle desde nuestra propia realidad.
Nos da miedo el Vía Crucis, porque todos tenemos miedo al
dolor. Todos sentimos nuestros rechazos a la Cruz. Sin
embargo, el camino de la Cruz, más que un camino de dolor y sufrimiento debiera
ser un camino de esperanza. La Cruz de Jesús no es la Cruz que
invita a la muerte sino la Cruz que invita a la vida. Es el camino
de lo nuevo. Juan Pablo II llamaba a la Cruz “la cuna del
cristiano”. Y las cunas, más que de muerte hablan de vida, de
futuro, de esperanzas.
Pausa de silencio
Oremos: Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu
Santo, para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de
nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión,
muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Jesús es condenado a
muerte
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con
tu santa cruz has redimido al mundo.
Pilato le dijo: « ¿Entonces, tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo
dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar
testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le
dijo: «Y ¿qué es la verdad?».
Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: «Yo no
encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga
a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Volvieron a
gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido. (Jn 18, 37-40)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor: Nos parecemos; ahora me doy cuenta de que en algo somos iguales tú y yo. Tú condenado a
muerte. Yo condenado a vivir con esta enfermedad en mi cuerpo, que
también me duele en el alma. Los dos corremos la misma suerte y
andamos el mismo camino.
Desde que te veo a ti condenado a
muerte, ya no me atrevo a preguntarle más a Dios sobre el porqué de mi
enfermedad.
Yo me creía bueno, y por tanto con
derecho a una buena salud. Pero al verte a ti, inocente, condenado a
la muerte, ¿qué derechos me asisten a mí para quejarme de mi dolor?
Quiero compartir junto contigo la misma
suerte y también la misma misión.
Señor, te pido que me des la capacidad
de decir sí a mis sufrimientos, como tú dijiste sí a tu condena a muerte.
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús carga con la cruz
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias,
gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y
crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». Los judíos le contestaron:
«Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho
Hijo de Dios»… Entonces [Pilato] se lo entregó para que lo
crucificaran. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio
llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota) (Jn 19, 6-7.16-17)
ORACIÓN Y SÚPLICA
También aquí nos parecemos tú y yo,
Señor. Tú llevas la Cruz sobre tus espaldas. Yo pongo mis
espaldas sobre esta mi cruz. Tú llevas la Cruz. A mí me
lleva mi cruz. Y los dos caminantes por la vida pegados a la cruz.
A veces quisiera desapegarme de ella,
tirarla lejos, no volver a verla más. Pero cuanto
más la rechazo más me duele. Pienso que la única manera de
hacerla menos pesada es quererla, abrazarla, convertirla en mi propio camino.
Estoy convencido que el dolor no se
vence dándole de patadas, sino luchando por superarlo, y si no se puede,
aceptarlo como tú lo aceptaste.
Señor, te pido que me des la gracia de
ser más fuerte que la cruz que llevo en mi cuerpo de enfermo.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús cae por primera
vez
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es
llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,
28-30)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor, pensaba que solamente yo era
débil. No siento alegría por tu debilidad. Pero sí siento
la alegría espiritual de verte a ti tan parecido a mí.
Tampoco tú quisiste aparentar ser un
forzudo a quien la Cruz no le duele. Veo que
también tú eres tan humano como nosotros. La verdadera
fortaleza ante el dolor es no dejarse aplastar por él sino ser capaz de cargar
con él.
Cuando sienta que el desaliento, el
cansancio y el aburrimiento o la impotencia quieran adueñarse de mí, tu caída
bajo la Cruz será para mí un aliento para luchar y salir de mi depresión.
Señor, quiero pedirte por todos mis
hermanos enfermos, por todos aquellos que como yo se cansan de su enfermedad,
para que encuentren en ti una palabra de aliento.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús encuentra a su
Santísima Madre
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María,
la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella
al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el
discípulo la recibió como algo propio. (Jn 19,
25-27)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor, a veces uno no sufre tanto por el
hecho mismo de sufrir, sino porque se siente estorbo y fastidio que hace sufrir
a los demás. Yo creía que eso sólo me pasaba a mí. Ahora
veo que esa fue también tu historia.
No sólo sufrías tú, cargado con tu Cruz,
sino que eras ocasión de dolor para el corazón de tu Madre. Tu
dolor, de alguna manera también hería y santificaba el corazón de la Madre.
Pareciera que esto me alivia un
poco. Yo no quiero sentirme un estorbo. Prefiero pensar
que en mis sufrimientos, también los demás encuentran su propio camino de
gracia. Si yo me parezco a ti en mi dolor, quiero que los demás se
vean a sí mismos como los representantes de tu Madre.
Señor, te pido por aquellos que me
cuidan y atienden. Que en mis sufrimientos encuentren ellos el
camino que los lleva a ti.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
El Cirineo ayuda a
Jesús a llevar la cruz
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que
volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. (Lc 23,
26)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Un
hombre cansado, ayudando a llevar la Cruz a otro más débil aún. El
camino de la vida no es competencia de fuertes, sino solidaridad de los
débiles. Ahora veo claro que el camino de la vida no es competencia
de poderes, sin comunión en las debilidades.
Es
maravilloso descubrir que los débiles, los que nos consideramos ya inútiles,
también servimos para algo.
También
los enfermos podemos ser una ayuda para otros que como nosotros llevan una vida
de sufrimiento y nos necesitan. También los enfermos podemos ser
apoyo para los sanos.
Señor,
¿cómo podría yo hoy prestar mi ayuda a otros tan débiles como
yo? Que hoy pueda sonreír a los demás, para hacerles más llevadera
su carga.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
La Verónica enjuga el
rostro de Jesús
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha
brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la
gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. (II Cor 4, 6)
ORACIÓN Y SÚPLICA
A
veces, las cosas sencillas tienen un gran valor. La Verónica limpió
tu rostro sucio por la sangre y el polvo. Cuántas veces la gente que
me atiende viene y lava mi rostro, me quita el sudor. Casi
nada. Y sin embargo siento que mi cara queda más fresca, y como que la
fiebre se aligera.
Tú
dejaste estampado tu rostro en aquella tela con que la caridad de una mujer
limpiaba tu cara. Yo quisiera que cuantos vengan a hacerme algún
servicio regresen con más paz en su corazón y con más alegría en el alma.
Que
cuantos me visitan, al irse, lleven en su corazón el don de mi sonrisa
agradecida y un poco más de paz en su espíritu.
Señor:
que cuantos sirven a los enfermos te reconozcan a ti en nuestros sufrimientos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús cae por segunda
vez
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus
huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía
el insulto cuando lo insultaban; sufriendo, no profería amenazas; sino que se
entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta
el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus
heridas fuisteis curados. (I Pe 2,
21b-24)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor el camino se hace largo y las fuerzas son cada
vez más débiles. El tiempo para el que sufre es un sufrimiento
más. Uno se va cansando de todo. El cuerpo ya no da para
más. Todas las posturas son incómodas. La Cruz nos parece
cada vez más dura.
Tú besas por segunda vez el polvo del
camino. Y yo una vez más siento que algo me grita
dentro: ¡hasta cuándo voy a estar así! Comienzo a perder la fe
en las medicinas y en los médicos y hasta siento una rebeldía contra Dios.
Señor, te admiro porque tú no protestas
contra los que te cargan la Cruz ni tampoco contra tu
debilidad. Que yo no proteste contra mis sufrimientos, ni contra los
que me atienden. Y sobre todo, que no proteste contra ti.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús consuela a las
mujeres de Jerusalén
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho
y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque
mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los
vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces
empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas:
“Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?». (Lc 23, 27-31)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor, eres maravilloso, incluso
cargando con la Cruz. Eres capaz de olvidarte de ti, olvidarte
del peso de la Cruz, olvidarte de tus flaquezas y debilidades, para preocuparte
de los demás.
¿Crees que es el momento de pensar en
esas mujeres que se quedan a la vera del camino? ¿Crees que es el
momento de consolar a los que sufren a tu lado?
Una de mis grandes tentaciones, es
utilizar mi dolor para que todo el mundo se preocupe de mí, piense en mí, esté
a mi servicio. Es la tentación del egoísmo. Es la
tentación de convertir mi dolor en mi carta de derechos frente a los
demás. Yo sé que mi único derecho es ayudar y servir a los demás.
Señor, dame la gracia de no caer en la
tentación del egoísmo de utilizar a los demás a mi servicio. Dame la
gracia de olvidarme de mí y preocuparme de los demás.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús cae por tercera
vez
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo
preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que
comáis y bebáis a mi mesa en mi reino… Simón, Simón, mira que Satanás os ha
reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no
se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos». (Lc 22,
28-30a.31-32)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor,
muchas veces siento rabia conmigo mismo, porque me siento dependiente de
todos. Los necesito para todo. Y eso me hace sentir muy
mal. Sé que en el fondo es mi orgullo que me grita dentro porque no
quiero aceptar mis limitaciones de enfermo.
Y
ahora te veo a ti, caído en tierra, una vez más. Una vez más tienen
que ayudarte a levantarte, a ponerte en pie. Una vez más, necesitas
de los otros para poder andar tu camino. Una vez más necesitas de la
mano y la fuerza de los otros para no quedarte en el camino. Y no
protestas ni gritas contra tu impotencia y flaqueza. Al contrario,
agradeces la mano que se tiende.
Señor,
que sepa aceptar con cariño, con amor los servicios que con tanta generosidad
me brindan los míos. Que sienta más su amor que mi propia necesidad.
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús es despojado de
sus vestiduras
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Los soldados... cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada
soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una
pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a
suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron
mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados (Jn 19, 23-24)
ORACIÓN Y SÚPLICA
¡Despojado
de todo! Despojado de tus derechos. Despojado de tu
inocencia. Despojado de tu vida. Y ahora, despojado hasta
de los trapos polvorientos que cubren tu cuerpo. A la muerte no se
lleva nada. Para morir todo estorba. Estorban las
fuerzas. Estorba el poder. Estorba la
riqueza. Hasta los trapos estorban.
Cada
día que se prolonga esta mi enfermedad tú, Señor, me vas despojando de
todo. Ya no mando en mi casa. Otros administran lo mío
por mí. Ya no tomo las decisiones, otros las toman por
mí. Cada día me van sobrando más las cosas de que disponía.
Señor,
que mis sufrimientos que no me dejan, me vayan despojando de mí mismo, de mis
orgullos, de mis pecados, de mis rebeldías, para que cada día esté más
dispuesto a lo que tú quieras de mí.
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús es clavado en la
cruz
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y
Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito:
«Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos,
porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en
hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a
Pilato: «No escribas: “El Rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Soy el rey
de los judíos”». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está». (Jn 19, 18-22)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor,
ya no eres tú quien lleva la Cruz. Ahora te han clavado a
ella. Irás a donde te lleve tu Cruz. Clavadas las manos,
que ya no pueden extenderse a otras manos para
estrecharlas. Clavados los pies, que ya no pueden caminar a ninguna
parte. Unos clavos y unos maderos son los únicos dueños de tu cuerpo
y de tu vida. ¡Qué poca cosa basta para crucificarnos!
Ya
no sé cuánto tiempo llevo clavado en esta cama. Ya he olvidado el
tiempo que llevo clavado a esta silla de ruedas. Mis manos ya no
tienen fuerza para nada. Y mis pies casi ya no me sirven de
nada. Ya no voy a ninguna parte por mí mismo sino que me
llevan. Todo me lo tienen que hacer los demás. Total que
estoy crucificado como tú.
Señor,
gracias porque esta cama no se queja y me aguanta tanto
tiempo. Gracias por esta silla de ruedas que es la que camina por mí
y no se queja. Tú crucificado en mí y yo crucificado contigo.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús muere en la cruz
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Sabiendo
Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
«Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja
empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús,
cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó
el espíritu. (Jn 19, 28-30)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor,
llegaste al final del camino. Un final inesperado y que no te corresponde. Tú
te merecías otra muerte. No la de un crucificado. Y sin
embargo, es tu única muerte. La muerte por fidelidad al
Padre. La muerte por fidelidad al Reino. La muerte por
fidelidad a la causa del hombre.
Yo
no sé si esta mi enfermedad será de muerte. A uno nunca le dicen la
verdad. Prefieren tenerle a uno engañado. ¿Engañado de
qué? ¿Engañarle a uno para que muera sin
enterarse? Quiero parecerme a ti también en el morir. Si
ha llegado mi hora, que se haga la voluntad del Padre. ¿Qué más da
morir de esta o aquella enfermedad?
Lo
único que te pido, Señor, es que también mi muerte sea signo de fidelidad a mi
fe bautismal, signo de mi fidelidad a la Iglesia.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús en brazos de su
Madre
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Fueron los
soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían
crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le
quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó
el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio
es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por
miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y
Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. (Jn 19,
32-35.38)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Señor,
a la hora de tu muerte no estabas solo. Allí estuvo
ella. Tu Madre. Ella te recibió en sus entrañas de virgen
por obra del Espíritu Santo, en la encarnación. Y ella te recibe
ahora en sus brazos, bajado muerto de la Cruz. Es tan bello que
alguien nos ame hasta darnos la vida… Y es tan bello que alguien nos
ame hasta recibir nuestros despojos de muertos en sus brazos
calientes de Madre…
Que
cuando yo muera, Señor, tenga la dicha de morir en brazos de mi Madre
María y de esta otra mi Madre que es la Iglesia. Quiero que también
entonces mi Madre la Iglesia que me concibió en su seno por el Bautismo, ahora
me arrope con su fe, su amor y su esperanza.
Señor,
a la hora de mi muerte que mi último suspiro sea un acto de fe en ti, un acto
de fe en mi Madre la Iglesia.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Jesús es sepultado
V/ Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R/ Que con tu santa cruz has redimido al mundo.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas,
según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio
donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido
enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el
sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. (Jn 19, 10-42)
ORACIÓN Y SÚPLICA
Ahora
recuerdo lo que tú mismo dijiste un día: “Si el grano de trigo no cae en
tierra y muere queda solo y no da fruto, pero si muere dará mucho
fruto”. Tú eres ese grano sepultado en la tierra. Un
grano que ya está brotando en nueva vida. El domingo por la mañana,
cuando las piadosas mujeres vayan a tu sepulcro, ya habrás
brotado. La muerte se habrá hecho vida y el crucificado habrá
resucitado.
Me
cuesta morir. Me cuesta ser grano, porque aún estoy creyendo que
esta vida que vivo es la única y verdadera vida. Pero quiero pedirte
que me hagas tú mismo, grano que muere, para que sea grano que brota y vive la
nueva vida de resucitado contigo.
Señor,
que mi esperanza sea más fuerte que mis miedos. Que mi deseo de
resurrección sea más grande que mis miedos a morir.
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria.
V/ Señor pequé.
R/ Ten piedad y misericordia de mí.
Señor, Jesús, caminando contigo el mismo camino del sufrimiento, uno se
siente más aliviado. El dolor sigue siendo el mismo. Pero
tu presencia lo hace más llevadero. Al terminar mi Via Crucis,
yo sigo clavado en mi cruz de la enfermedad, pero siento que me duele
menos. Porque tu presencia y tu compañía ponen luz y esperanza en mi
camino. Sé que tú no me descolgarás de mi cruz, como tampoco tú
quisiste bajar de la tuya. Pero ya es bastante saber que mi dolor no
te es ajeno sino que tú mismo has querido compartirlo. Te pido,
Señor, que así como tú compartes mi dolor me enseñes a compartir tu esperanza
pascual. Juntos los dos por el mismo camino de la Cruz, pero juntos
también los dos camino de la pascua. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
*Las imágenes del Via Crucis son de Sieger Köder