sábado, 30 de agosto de 2008

Grupo de Reflexión con nuestros mayores: ¿Y ahora qué?


Durante este curso queremos seguir caminando hacia el Amor, hacia el abrazo del Padre que nos espera lleno de amor misericordioso, porque nos ama como somos, nos conoce perfectamente y aún con nuestras inseguridades, nuestros reproches, y nuestras incoherencias nos ama.

Sí, nosotros también murmuramos y nos rebelamos en este camino de nuestra enfermedad, del sufrimiento, al igual que hizo el pueblo de Israel al salir de Egipto, y Dios sigue poniendo ante nuestro camino ‘profetas’ que nos guían, que nos animan, y hacen cambiar nuestros corazones, por eso compartimos y reflexionamos en grupo nuestras pequeñas experiencias de vida, no sólo queremos compartir vida en el día a día, sino que también queremos compartir fe.

En el camino de este curso y con el Corazón en ascuas[1], nos encontraremos no sólo con la Eucaristía, sino también con el maná que nos proporciona Jesucristo, desde su Palabra, que es vida para nosotros, así tendremos el Alimento para el camino, con la ayuda de unas reflexiones de Nouwen; y estas reflexiones, junto con nuestra participación nos ayudará a conocer un poco más a Dios, y podremos decir Lo que es Dios, desde las Escritura, desde pasajes bíblicos que nos estimulan a seguir caminando.

Pero como en todo camino, llega un momento en el que nos sentimos cansados, y por eso tendremos Vitaminas para el alma, en nuestra inquietud encontraremos aquella Palabra de Dios que nos anima a seguirle. Y una vez realizado el camino disfrutaremos de un Bizcocho bíblico con aquellas actitudes, sentimientos, valores que nos invitan a sentirnos cobijados en Jesucristo.

Este es nuestro proyecto para este curso, pero no nos podemos olvidar que estamos en el Año Paulino, y nosotros también formamos Iglesia, por ello en medio del camino, queremos escucharle e imitarle. Pablo invita a la conversión, nosotros también queremos abrir nuestro corazón a Dios, y prepararnos para pisar la Tierra Prometida que Dios nos tiene preparada, y aunque nuestro corazón nos condene, Dios es más grande que nuestro corazón (1 Jn 3,20) y ya que el amor de Dios se nos manifiesta en el perdón, y su corazón se alegra en la fiesta de la Reconciliación[2], vamos a permitir a la gracia que ilumine las tinieblas interiores y disfrutaremos de la experiencia personal y liberadora del Sacramento de la Reconciliación.

[1] Con el corazón en ascuas. Meditaciones sobre la vida eucarística, Henri J. M. Nouwen, Ed Sal Terrae
[2] Dios es más grande que tu corazón. La fiesta de la Reconciliación, Valentí Salvoldi, Ed Paulinas


Norka C. Risso Espinoza

jueves, 21 de agosto de 2008

Duelo. Con la familia.

El enfermo ya no está, ha cruzado el umbral de la esperanza, ha partido hacia los brazos del Padre y de los que le esperan al otro lado,… pero a los que se quedan aquí les ha dejado un supuesto vacío, ¿por qué digo supuesto? Pues porque aunque nuestro ser querido ya no esté con nosotros físicamente, sí hay algo que no nos podrán quitar nunca, y son los recuerdos de todo lo vivido con él, sí, esto queda grabado no sólo en nuestra mente, sino sobre todo en nuestros corazones; y aún así la familia ha de proseguir con su vida sin él, sin su presencia física.

En ocasiones la relación de atención a su ser querido ha sido bien estructurada y la despedida ha podido hacerse sin gran dificultad y de manera real tanto en el plano físico, como en el espiritual, quedando la familia con la ausencia física, pero también con el confort y consuelo de la tarea bien hecha. En esto un equipo interdisciplinar tiene mucho que hacer bien, ya que unos últimos días con síntomas incontrolados se van a vivir como un sufrimiento evitable, como de cierto abandono y... quedarán cuentas pendientes en la elaboración de la pérdida; pudiendo quedarse la familia enganchada en un duelo patológico.

Tomemos en especial consideración que según sean los últimos días de la vida del enfermo serán los días futuros de los que lo quieren, de los que con cierta tristeza ven cómo se cierra el capítulo de una vida. Nuestro acompañamiento ha de continuar hasta su total resolución. Explicar que nos pueden llamar para aclarar las dudas que puedan surgir una vez que no estemos allí, porque si bien es cierto que unos parten, somos otros tanto los que nos quedamos y podemos seguir estando presentes, acompañando, escuchando…

Pasados unos días deberíamos ponernos en contacto con la familia para expresarles nuestro sentimiento por la pérdida de su familiar, reforzarles positivamente su labor en el cuidado que prestaron al paciente evitando así sentimientos de culpabilidad, trasmitiéndoles que nos tienen a su disposición para lo que necesiten. Se les puede ofrecer la posibilidad de celebrar un funeral en compañía de los que fueron sus compañeros y del personal que les ha atendido.


Norka C. Risso Espinoza

jueves, 14 de agosto de 2008

Aspectos del acto de fe

Fe como objeto y contenido
Sería el objeto material de la fe, tradicionalmente la “fides quae” (CREDO DEUM: Creo en Dios).

El objeto de la fe no es una verdad abstracta sino el ser personal de Dios (Jn 17, 3); por eso el acto del que cree no se agota en meras formulaciones sino que tiende a la relación personal.

El contenido esencial de la fe es Jesucristo, Hijo de Dios (Mc 8, 20). Cristo como objeto de la fe y, a la vez, como fundamento de la misma.

Fe como adhesión personal
Es el objeto formal de la fe, la “fides qua” (CREDO DEO: Creo a Dios).

Dios, testigo de la fe, garantiza la verdad de la Revelación. En definitiva creemos por la autoridad del Dios que revela, porque Dios da testimonio de sí. Este testimonio de Dios se expresa, según Sto. Tomás, en la vocación interior (mediante la mente, por la iluminación) y por medio del corazón (por la inspiración); y se manifiesta mediante la Palabra (Dios habla en Cristo y a través de la Iglesia) y mediante los signos.

Fe como diálogo del hombre con Dios
En analogía a lo que es e implica el diálogo interhumano (deseo de confidencia, comunicación, comunión interior).

Desde la eternidad existe la intención de Dios de revelarse al hombre; y Dios se sirve de medios humanos porque el hombre tiene necesidad de cosas sensibles. Cuando el hombre responde a esta llamada de Dios lo hace con la adhesión de la fe, cuya consecuencia es un nuevo modo de ser y de actuar.


Norka C. Risso Espinoza

miércoles, 13 de agosto de 2008

El prisionero de la caverna

Para Platón existen dos mundos: el mundo sensible o aparente (mundo representado por la cueva y la oscuridad) y el mundo de las ideas o verdadero que es inteligible (fuera de la caverna, donde brilla el sol).

Cada elemento que aparece en este mito tiene un significado especial:
  • La caverna platónica: puede simbolizar el mundo aparente, material fenoménico y también podríamos decir virtual. Puede simbolizar nuestra época, donde sólo vemos las sombras de las cosas y no tenemos muy claro qué son. Esto lo vemos en el hecho de que la caverna es oscura. Las cadenas nos unen a la caverna. Nuestra ignorancia, comodidad etc. nos imposibilita salir de la caverna, de esta falsa realidad.

  • Las cadenas: pueden simbolizar el miedo, la comodidad, el hedonismo, la ignorancia, etc. del hombre postmoderno que está “atado” o sujeto a una realidad falsa y a un mundo fenoménico. Representan ese impedimento para salir del mundo aparente.

  • Los prisioneros: pueden representar al hombre postmoderno, a nosotros mismos que muchas veces nos “encadenamos” a una realidad fenoménica. Somos “esclavos”, por ejemplo de la publicidad, del consumismo, de la corporeidad, etc.

  • Las sombras: pueden simbolizar lo que podemos ver, y en muchos casos queremos ver, aunque no sean verdades sino apariencias. El hombre postmoderno prefiere ver sombras, porque éstas no implican una reflexión. El hombre postmoderno prefiere lo fácil y cómodo aunque no sea lo importante o lo trascendente.

  • La ceguera: puede simbolizar el dolor, la dificultad, y la confusión que implica para el esclavo enterarse de que existe un mundo real por conocer y que vivía en sombras y penumbras. El hombre está tan acostumbrado a ver las sombras de los objetos, que ver los objetos le provoca molestia, dolor, etc. El hombre postmoderno está acostumbrado a ver sólo lo material, lo fenoménico, empírico y funcional en las cosas y no quiere ver la profundidad de las cosas.

  • La salida: puede simbolizar la liberación del hombre (filosofía: liberación, búsqueda de la verdad), el paso de éste al mundo inteligible donde se ve la luz del sol, la claridad, la verdad. El sendero que el hombre recorre para salir es empinado y representa la dificultad que trae el “enterarse” de la existencia de otra realidad, de la verdadera. La luz del sol es la causa, el principio. Cuando el hombre logra finalmente ver las cosas bajo la luz del sol sin encandilarse empieza a admirarse de éstas. Al sentir admiración por algo el hombre comienza a reflexionar, a querer conocer, a buscar la verdad. Eros nos impulsa a que a pesar de la dificultad, subamos la cuesta y representa el coraje, el deseo de ver la realidad, trascender y conquistar la realidad.

  • El regreso: cuando el hombre ve la verdadera realidad y se da cuenta que vivía en un engaño, decide advertir a sus compañeros que todavía viven en esta falsedad y entre las penumbras. Cuando les advierte sobre la situación, éstos lo rechazan, se burlan de él, lo tratan de loco y lo apartan de ellos. El motivo de este comportamiento reside en que, como ya hemos dicho, el hombre postmoderno busca la comodidad, la facilidad aunque el resultado no sea más que apariencias y mentiras. El hombre postmoderno rechaza y discrimina a quien piensa distinto a él y cree que tiene la verdad absoluta de las cosas, cuando en realidad le queda toda la verdad, que es inagotable, por conocer y descubrir.
Cabe aclarar que Platón enseña por este mito a su discípulo la vida de un filósofo, y le pone el ejemplo de su maestro Sócrates que fue muerto a causa de su pensamiento, de sus ideales, e incluso de su forma de vida y recibió un juicio injusto donde se defendió con la verdad. Platón guarda cierto rencor a la sociedad por esto y escribe la “Apología de Sócrates” donde reproduce el juicio, las acusaciones y sobretodo la defensa y enseñanza de Sócrates a la sociedad que lo discriminó por pensar distinto.

Personalmente pienso que tenemos la filosofía para liberarnos de las “cadenas”, para poder ver la realidad completa y para poder trascender. Todos somos capaces de hacer filosofía y si no lo hacemos es por nuestra comodidad, nuestros miedos, nuestro conformismo, etc.

Las cosas tienen dos dimensiones: la superficial o aparente y la profunda. La Filosofía se encarga de buscar la profundidad, la causa primera, y la raíz de las cosas. Pienso que la Filosofía nos invita a mirar “más allá”, a cuestionarnos sobre la realidad y buscar la esencia de las cosas.

La filosofía está para desvelar la realidad, conocerla, también para encontrar el verdadero sentido de las cosas. Hacer filosofía es ver la realidad completa. Pero lo que está claro es que no hay Filosofía sin hombre que piense, que se cuestione. La función de ese hombre es transmitir la verdad, reflexionar, contemplar la realidad…


Norka C. Risso Espinoza