sábado, 31 de agosto de 2013

El arte de cuidar a los enfermos

Un amigo me ha enviado este artículo de Leonardo Boff, escrito el 28 de julio de 2013; y lo quiero compartir con vosotros/as:
Leonardo_boffEn los últimos años he trabajado en profundidad la categoría de cuidado sobre todo en los libros Saber cuidar y El cuidado necesario. Cuidar más que una técnica o una virtud, entre otras, es un arte y un nuevo paradigma de respeto, con la naturaleza y con las relaciones humanas, amoroso, diligente y participativo. He tomado parte en muchas reuniones y conferencias de profesionales de la salud con los que he podido hablar y aprender, pues el cuidado es la ética natural de esta actividad tan sagrada. Retomo aquí algunas ideas referentes a las actitudes que deben estar presentes en las personas que cuidan a los enfermos ya sea en casa o en el hospital. Veamos algunas de ellas.
Compasión: es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y sentir con él. Que perciba que no está solo en su dolor.
Caricia esencial: tocar al otro es devolverle la certeza de que pertenece a nuestra humanidad; el toque de la caricia es una manifestación de amor. A menudo, la enfermedad es una señal de que el paciente quiere comunicarse, hablar y ser escuchado. Quiere encontrar un sentido a la enfermedad. El enfermero o la enfermera y el médico o la médica pueden ayudarle a abrirse y hablar. Testimonio de una enfermera: "Cuando te toco, te cuido, cuando te cuido te toco… Si eres una persona mayor te cuido cuando estas cansado; te toco cuando te abrazo; te toco cuando estás llorando, te cuido cuando ya no puedes andar".
Asistencia sensata: El paciente necesita ayuda y la enfermera o enfermero desea cuidar. La convergencia de estos dos movimientos genera reciprocidad y la superación del sentimiento de una relación desigual. Crearle un soporte que le permita mantener una relativa autonomía. La asistencia debe ser prudente: incentivar al paciente a hacer todo lo que él pueda, animarle a hacerlo y asistirlo solamente cuando ya no puede hacerlo por sí mismo.
Devolverle la confianza en la vida: Lo que más desea el enfermo es recuperar el equilibrio perdido y volver a estar sano. De aquí que sea decisivo devolverle la confianza en la vida, en sus energías interiores, físicas, psíquicas y espirituales, pues ellas actúan como verdaderas medicinas. Incentivar gestos simbólicos cargados de afecto. No es raro que los dibujos que una niña hace para su padre enfermo susciten en él tanta energía y buen ánimo como si hubiera tomado la mejor de las medicinas. Ayudarle a acoger la condición humana: Normalmente el paciente se pregunta sorprendido: ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí ahora que todo me iba tan bien? ¿Por qué si soy joven aun me ataca esta grave enfermedad? ¿Por qué las relaciones familiares, sociales y laborales se cortan por la enfermedad? Tales interrogantes remiten a una reflexión humilde sobre la condition humaine, expuesta en todo momento a riesgos y a vulnerabilidades inesperadas.
Toda persona sana puede enfermar. Y toda enfermedad remite a la salud que es el principal valor de referencia. Pero no conseguimos saltar por encima de nuestra sombra y no hay modo de acoger la vida así como es: sana y enferma, fuerte y frágil, apasionada por vida y teniendo que aceptar eventuales enfermedades y, en última instancia, la misma muerte. En esos momentos los pacientes hacen profundas revisiones de vida, no se contentan solo con las explicaciones científicas(siempre necesarias) dadas por los médicos, sino que ansían un sentido que surge a partir de un diálogo profundo con su Self o de la palabra sabia de un sacerdote, de un pastor o de una persona espiritual. Recuperan entonces valores cotidianos que antes ni siquiera notaban, redefinen su plan de vida y maduran. Y acaban teniendo paz.
Acompañarle en la gran travesía: Hay un momento inevitable en que todos, hasta la persona más anciana del mundo, tenemos que morir. Es la ley de la vida, sujeta a la muerte. Es una travesía decisiva. Debe ser preparada por toda una vida que se ha guiado por valores morales generosos, responsables y benéficos. Sin embargo, para la gran mayoría, la muerte es sufrida como un asalto y un secuestro ante los cuales se siente impotente. Y finalmente se da cuenta de que debe entregarse.
La presencia discreta, respetuosa de la enfermera o del enfermero, dándole la mano, susurrándole palabras de consuelo, invitándolo a ir al encuentro de la Luz y al seno de Dios que es Padre y Madre de bondad pueden hacer que el moribundo salga de la vida sereno y agradecido por la existencia que vivió.
Si tiene una referencia religiosa, susurrarle al oído las palabras tan consoladoras de San Juan: Si tu corazón te acusa, recuerda que Dios es más grande que tu corazón (3,20). Puede entregarse tranquilamente a Dios cuyo corazón es de puro amor y misericordia. Morir es caer en los brazos de Dios.
Aquí el cuidado se revela mucho más como arte que como técnica y supone en el profesional de la salud densidad de vida, sentido espiritual y una mirada que va más allá de la vida y de la muerte.
Alcanzar ese estadio es una misión que el enfermero y la enfermera, también los médicos y las médicas deben buscar para ser plenamente servidores de la vida. Para todos valen estas palabras sabias: La tragedia de la vida no es la muerte, sino aquello que dejamos morir dentro de nosotros mientras vivimos.
Leonardo Boff

viernes, 30 de agosto de 2013

Atención religiosa al final de la vida

"Atención religiosa al final de la vida. Conocimientos útiles sobre creencias y convicciones" es una estupenda guía sobre la atención religiosa coordinada por la Obra Social La Caixa y el Centro Unesco de Cataluña.


sábado, 24 de agosto de 2013

La espiritualidad en el final de la vida.

Otro libro de interesante lectura: LA ESPIRITUALIDAD EN EL FINAL DE LA VIDA. UNA INMERSIÓN EN LAS FRONTERAS DE LA CIENCIA, de Iosu Cabodevilla

sábado, 17 de agosto de 2013

Pastoral de la Salud


Se parte ‘de’ y se ama ‘al’ hombre y al mundo sanitario de hoy como son; creo que esta es la premisa para realizar un verdadero trabajo de Pastoral de la Salud, donde debemos dar el paso para encontrarnos con el rostro de Dios encarnado en muchas historias de dolor, sufrimiento, soledad, exclusión,… donde una y otra vez hay que elegir entre permanecer o marcharnos, entre la vida o la muerte; ya que la relación con Dios es estar constantemente en peregrinación para adentrarnos verdaderamente en la maleza de lo humano. Dentro del mundo sanitario, debemos tener pasión por aquello que otros no quieren, pobreza, vejez, discapacidad, enfermedad; pero, también por la familia, por los compañeros de trabajo; por el deseo de amar y compartir, de transmitir sensaciones de conectar con el Espíritu; en definitiva, la Pastoral de la Salud debe comunicar el mensaje de salvación de Jesús, estando al servicio de la dignidad de la persona, se trata de una evangelización atenta a la urgencia de la justicia.

También puedes encontrar sobre 'Pastoral de la Salud' en: https://www.facebook.com/pastoralsanitaria 

jueves, 8 de agosto de 2013

Rencontrarse con el otro

El Parc Sanitari de Sant Boi acerca a jóvenes en proceso de rehabilitación de patología adictiva a otros jóvenes estudiantes de su misma edad que están expuestos a esta problemática social. Esta iniciativa, una gran lección de vida, fue la ganadora del Premio Hospitalidad 2012.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Sufrimiento espiritual según NANDA-NOC-NIC

Si nos fundamentamos en el lenguaje NANDA, NOC, NIC (NNN), los valores y/o creencias formarían parte de los «Principios Vitales», es decir, de aquellos principios que subyacen en la conducta, pensamiento y conductas sobre los actos, costumbres o instituciones contempladas como verdaderas o poseedoras de un valor intrínseco. Los diagnósticos relacionados con estos principios son:
  1. Disposición para mejorar la esperanza.
  2. Disposición para mejorar el bienestar espiritual.
  3. Conflicto de decisiones.
  4. Incumplimiento.
  5. Sufrimiento moral.
  6. Deterioro de la religiosidad.
  7. Disposición para mejorar la religiosidad.
  8. Sufrimiento espiritual.
  9. Riesgo de deterioro de la religiosidad.
  10. Riesgo de sufrimiento espiritual.


En entradas anteriores os he dejado esquemas de algunos de estos diagnósticos, ahora comparto con vosotros el de 'Sufrimiento espiritual'; en este esquema estás los resultados e intervenciones más importantes para este diagnóstico: 

Disposición para mejorar la religiosidad según NANDA-NOC-NIC

Este es otro esquema de los diagnósticos de enfermería:

Deterioro de la religiosidad según NANDA-NOC-NIC

En este esquema están los resultado e intervenciones para el 'Deterioro de la religiosidad':

Sufrimiento moral según NANDA-NOC-NIC

Otro de los diagnósticos de enfermería es el 'sufrimiento moral', aquí os dejo un esquema sobre el mismo:

Disposición para mejorar el bienestar espiritual según NANDA-NOC-NIC

Esquema sobre la 'Disposición para mejorar el bienestar espiritual' utilizando como herramienta  de trabajo el lenguaje NANDA NOC NIC.

Disposición para mejorar la esperanza según NANDA-NOC-NIC

Aquí os dejo un esquema sobre la 'Disposición para mejorar la esperanza' utilizando el lenguaje NANDA NOC NIC. Muy útil desde los cuidados de enfermería y para poder trabajar en equipo.

viernes, 2 de agosto de 2013

Hospitalidad

¡¡¡Parece mentira, esta es la entrada número 200 de este blog!!! Y puesto que lo que intento es poder realizar una labor evangelizadora desde la Hospitalidad, voy a tratar precisamente sobre ello en esta entrada, dando unas pinceladas sobre la hospitalidad en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios:

Podemos decir que el hombre, desde siempre, ha sido hospitalario, empleando cuidados cuando le ha tocado acompañar a un enfermo, ayudándole, consolándole, acompañándole en el tránsito de la vida a la muerte.

Los conceptos que se han trabajado a lo largo de la historia sobre la hospitalidad son variados, así por ejemplo, desde los griegos donde «la hospitalidad era un deber difundido dentro del mundo griego»[1] hasta nuestros días, en los que podríamos decir que realmente no sabemos dónde empieza y dónde termina el concepto de hospitalidad, ya que en ella podemos englobar acogida, amparo, cobijo, protección, recibimiento, alojamiento, asilo, solidaridad, compasión… o como considera actualmente la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios, «la hospitalidad se expresa y se concreta en los cuatro valores guía, es decir calidad, respeto, responsabilidad y espiritualidad»[2]; por tanto, observamos una heterogeneidad de matices.

Si nos situamos en la actual definición que sobre hospitalidad encontramos en la Real Academia Española (RAE)[3], esta tiene tres acepciones:

1.      Virtud que se ejercita con peregrinos, menesterosos y desvalidos, recogiéndolos y prestándoles la debida asistencia en sus necesidades.
2.      Buena acogida y recibimiento que se hace a los extranjeros o visitantes.
3.      Estancia de los enfermos en el hospital.

Con lo que comprobamos que en el trasfondo del término, con todas sus connotaciones, siempre hay algo común, que es una relación de apertura al otro, en la Grecia antigua desde un deber, en la actualidad como una tarea o función de una entidad, pero parece que siempre se da lo que Levinas ha venido a llamar un «ser para los demás»[4].

La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios intenta seguir dando respuesta a las necesidades del hombre que sufre, toda la documentación salida de los superiores van en esta línea, señalar ante todo a los Padres Marchesi, Brian O´Donnel, Pascual Piles que escriben en esta perspectiva, han sido muy ricos los escritos que estimulan a renovar la espiritualidad hospitalaria siendo fieles a los principios y a la persona del enfermo y/o necesitado.

De hecho en las Declaraciones del LXIII Capítulo General[5] se pone de manifiesto que la nueva hospitalidad es, ante todo, un movimiento que mira a la Orden misma, a su más íntima identidad. Es, en primer lugar, la afirmación de la primacía de la evangelización sobre  las otras tareas de la Orden. No es un "nuevo carisma" ni su adaptación a los valores de nuestra sociedad; la novedad no está en el contenido del carisma, que permanece invariable. Consiste en vivir y manifestar hoy el don que hemos heredado de Juan de Dios con un lenguaje nuevo, unos gestos y métodos de apostolado, que respondan a las necesidades y expectativas del hombre y de la mujer que sufren a causa de la enfermedad, edad, marginación, minusvalías, pobreza y soledad.

En resumen, la hospitalidad en la Orden la encontramos en  las constituciones: «Somos acogedores con las personas que llegan a nuestras casas y las recibimos con bondad y sencillez, practicando la hospitalidad»[6], siempre en el intento de hacer el bien, ya que «si hacemos el mal o intencionadamente buscamos actuar con maldad, este mal nos hará sin duda peores»[7].





[1] Beltrami M., Ocio y viajes en la historia: antigüedad y medioevo, Edición electrónica gratuita, 2010, Texto completo en www.eumed.net/libros/2010a/646/ 
[2] http://www.oh-fbf.it/Objects/Pagina.asp?ID=3798
[3] http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=HOSPITALIDAD
[4] Levinas E., Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca 2002, pp. 121ss.
[5] Cf. LXIII CAPÍTULO GENERAL, La Nueva Evangelización y la Hospitalidad en los umbrales del tercer milenio, Bogotá, 1994.
[6] Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Constituciones, Madrid 1984, 39.
[7] Cf. Keenan J. F., Virtudes de un cristiano, Mensajero, Bilbao 1999, p. 27.

Mama Carolina

¡Cómo la recuerdo! Estaba en la habitación 504 de mi querido hospital. Era de muy buena familia, una santa. Viuda y todo sacó adelante a sus cuatro hijos varones como cuatro soles. Mas el amor entre los hermanos falleció con la muerte de su padre. Y todo por culpa del maldito dinero. La herencia paterna abrió un abismo entre ellos.

A la madre, la señora Carolina, nadie se lo dijo pero ella sabía que era llegada su hora y no quería partir de este mundo dejando un infierno en casa. Pero había que esperar la "última hora" para la reconciliación familiar.

Cuando el médico me dice "Edelmiro, avisa a los hijos, que esto se acaba", llamo primero a un hijo, luego a otro y a otro. Y cuando Dios me lo dio a entender los reúno a todos y les digo; "Mamá se nos va y lleva una pena muy honda en su alma; de vosotros depende el quitarla. Vamos, entrad". Y entraron, mejor dicho, entramos. Dos hijos a cada lado y yo a los pies de la cama. Ella, ya no pudo hablar pero, juntando las manos, hizo un gesto de reconciliación. ¡Qué bien la entendieron! El hijo mayor tira de su cartera y reparte un fajo de billetes para luego fundirse en un abrazo de hermanos en torno a la cama de la madre. Y lloramos, ¡claro que lloramos! La madre cerró sus ojos dibujando en su rostro una sonrisa de paz. Se fue aquella misma tarde.

Era a finales de diciembre; la recuerdo como mi mejor Navidad. Mamá Carolina había hecho el milagro: el amor nacía otra vez en la tierra. ¡Gloria a Dios y Paz a los hombres...!

Luego dimos sepultura a su cuerpo en el Campo santo y su alma voló al cielo donde le esperaba Dios con otro abrazo. ¡Misión cumplida!

A los pocos días me llaman para celebrar la fiesta del retorno de los hijos pródigos a la casa materna... Ya sentados a la mesa les digo: “Chicos: sois formidables. ¡Enhorabuena! Cuando le llevaba la Sagrada Comunión a vuestra madre intuía una honda pena en su alma, la pena de no veros hermanados. Ahora que estáis reconciliados brindemos como hermanos.”

Alzamos la copa y brindamos. Saltaron de nuevo las lágrimas y sonaron los abrazos en aquella comida de fiesta y hermandad. Lágrimas de pena por la madre que se fue, y lágrimas de alegría por los hijos que retornan a casa.

Muchas veces había meditado la parábola de hijo pródigo pero nunca la había visto así de encarnada. Se encendió una luz en mi alma y comprendí como nunca el Sacramento de la Reconciliación.

Edelmiro Ulloa
Vivencias y actividades de un capellán

Lugo 2013


Acompáñeme hasta la frontera

Después de tanto tiempo ingresado en nuestro hospital Manuel ya era de casa. Cuán cierto es que "Un hermano puede no ser un amigo pero un amigo siempre es un hermano': y con el amigo Manuel todos nos sentíamos hermanados por el cariño que le teníamos y por carecer de familia de sangre. Él sabía que nunca le faltaba la visita diaria del capellán. No sé si por su carácter o por la enfermedad, nuestro amigo y hermano Manuel era reservado, de pocas palabras, y éstas, superficiales. Por eso me sorprendió aquella mañana cuando me dijo:

- Tiene prisa, padre?
- Ninguna, todo mi tiempo es tuyo.
- Pues siéntese aquí... Voy emprender un viaje. Le quiero a mi lado.

Manuel hacía tiempo que estaba sentenciado a muerte por una enfermedad que cada día le iba dejando más chupadito. Pronto percibo que el enfermo es consciente de su situación terminal. Acerco la silla a su cama y le digo:

- Qué, ¿te vas a tu tierra?
- No, más lejos. Y le quiero pedir un favor.
- ¿Qué quieres, Manuel? ¿Por qué quieres que te acompañe hasta la frontera?
- Porque al otro lado ya sé quién me espera.
- ¿Y quién te espera, Manuel?
- El Cristo del Cachorro y la Macarena (era de Sevilla).

Se hizo silencio y añado:

– Manuel, yo no sé quién de los dos cruzaremos primero esa frontera, pero si eres tú te doy mi palabra de estar a tu lado.

Luego me quedé sin palabras.

Aquel día no me moví de su lado toda la mañana pues presentía que mi presencia era sacramental. Quizás lo único que necesitaba y, ciertamente, lo que único que me pedía.

Recuerdo que una Auxiliar de Enfermería me trajo algo de comer y, a eso de las 18hs, tras un leve suspiro, se acercó hasta la frontera. Quise hacer uso del Ritual Sacramental pero se me cayó de las manos. De nuevo, aprieto fuerte sus manos entre las mías y rezo:

- "Cristo bendito del Cachorro, Virgen de la Macarena, ahí os va Manuel... lo dejo en vuestras manos”

Esto ocurría en la segunda planta del hospital. Instintivamente bajo a la capilla situada un piso más abajo pero allí me sentía como fuera de sitio. Donde el Señor me quería no era allí sino al lado de Manuel, en la habitación 217, un lugar sagrado. En aquel momento me parecía estar en el Calvario y que Cristo acababa de morir en mis brazos. Si la envidia es pecado, que Dios me perdone pero la fe de Manuel, en el momento de su muerte, me resultaba santamente envidiable.

Durante mis 30 años de capellán en el hospital he visto morir mucha gente pero a muy pocas con tanta paz y con una fe tan profunda.



Edelmiro Ulloa, 
Vivencias y actividades de un capellán, 
Lugo 2013

jueves, 1 de agosto de 2013

TESTIMONIO DE FE DE UNA EXTOXICÓMANA


Para re-descubrir que la Fe es un encuentro personal, que da sentido a nuestra vida y nos transforma tenemos el testimonio de fe de una chica que tuvo problemas con las drogas que le llevó a tocar suelo a ir a la cárcel y allí entre otras cosas recuperar la fe:

«La cura de desintoxicación hizo que pudiera verme a mí misma, y horrorizarme de lo que veía. Entonces fui consciente de que no había sido aquel hombre el que me había llevado a esa situación. Ni el ambiente de la universidad, ni las amistades que había frecuentado. Era mucho más sencillo y por eso más complejo de detectar: yo misma había provocado esta situación, huyendo de Dios como Jonás, y me veía tragada por la ballena de la desesperación y el fracaso. Dios llevaba años buscándome y yo había echado a correr en sentido contrario. Pero era un amante celoso que no pensaba abandonar a su amor. Esa situación límite –tocar fondo con la droga, la cárcel, tomar plena conciencia de la degradación que había supuesto mi alejamiento de Dios- fue la experiencia decisiva que me hizo levantarme y retomar el camino de vuelta hacia el Padre. Sentí en mi carne la realidad del pecado: rechazo del Amor, daño a mí misma y a los demás. Me vi abocada a un callejón sin salida, en las garras del más absurdo sinsentido. Así se despertó en mi corazón una imperiosa necesidad de reconciliarme con Dios, que me llevó a un armisticio conmigo misma y con los demás. Necesitaba ser purificada, restaurada, sanada, perdonada. Dios me ofrecía una liberación total, una vuelta del destierro al que me había llevado mi orgullo. Fue una de las experiencias más bellas de mi vida: me sentí inundada por la misericordia de un Dios compañero que me acogía de nuevo con amor y llenaba mi corazón de una inmensa paz. Necesité el desierto para escuchar el potente grito de un Dios enamorado de mí. Mi estancia en prisión fue una etapa clave en mi maduración humana y espiritual, un tiempo que viví con mucho dolor por la dureza que suponía pero con gran aceptación y serenidad interior. En ningún momento sentí rebeldía, sólo impotencia y miedo. Aproveché ese tiempo para reflexionar sobre mi situación existencial y replantearme mi vida de cara al futuro. La prisión fue para mí una verdadera escuela de vida. Allí entré en contacto con el mundo de la marginación y la delincuencia, desconocido hasta entonces para mí. Aprendí a ser más humana, a conocer más de cerca la dureza de la vida, a compartir el sufrimiento de mis hermanas reclusas poniéndome en su lugar y tratando de comprender su situación, a no escandalizarme de sus pecados, a no juzgar precipitadamente, pues la experiencia me decía que todos, en unas circunstancias concretas, somos capaces de cualquier cosa. Aprendí a ser más tolerante, más compasiva, a mirar con ojos de misericordia a tantas víctimas de un sistema injusto que excluye a los débiles y margina a los pequeños. Aprendí a llorar con las que lloran y a gozarme con sus alegrías, a escuchar, a aliviar heridas, y acoger vidas rotas. Aprendí, en definitiva, a identificarme un poco más con aquel Jesús al que había rechazado.»


CAMINO DE EMAÚS


Agradecemos a nuestro compañero Iñaki, él tiene dos citas que le gustan "TODO LO QUE NO SE DA PIERDE". "GRATIS HABÉIS RECIBIDO, DADLO GRATIS", y por eso comparte con nosotros estas reflexiones:

Vamos a ir comentando este texto, fijándonos en la gran descripción que hace del estado anímico de los personajes y como se transforman durante el encuentro con Jesús:

“Aquel mismo día, dos de los discípulos se dirigían a una aldea llamada Emaús, que dista de Jerusalén unos once kilómetros. Iban hablando de todo lo sucedido. Mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos estaban ofuscados y no eran capaces de reconocerlo.

Nos encontramos con dos discípulos que abandonan Jerusalén después de la  crucifixión de Jesús. Son dos personas desesperanzadas, hundidas, en plena crisis de vida y fe. Van discutiendo. Jesús se acerca pero tienen los ojos (la vista y el corazón) nublados, no pueden reconocerle, pero vemos que Jesús sale a su encuentro y al nuestro en la vida.

“Él les dijo: -¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?”

Jesús les pregunta y nos pregunta delicadamente qué nos pasa.

“Ellos se detuvieron entristecidos, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: -¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?”

Vuelven a decirnos que lo dos discípulos (y nosotros a veces) nos encontramos entristecidos y deprimidos. Uno que se llama Cleofás (cada uno puede poner aquí su nombre) suavemente le dice a Jesús: ¿Pero tú no te has enterado de nada? En nuestros días diríamos: ¿Es que no has leído el periódico, oído la radio, visto la tele o conectado a Internet?.

“Él les preguntó: -¿Qué ha pasado?”

Jesús tranquilamente les y nos dice: pues contármelo vosotros, ponerme al cabo de la situación.

“Ellos contestaron: -Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. ¿No sabes que los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran y crucificaron? Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Y sin embargo, ya hace tres días que ocurrió esto. Bien es verdad que algunas de nuestras mujeres nos han sobresaltado, porque fueron temprano al sepulcro y no encontraron el cuerpo. Hablaban incluso de que se les habían aparecido unos ángeles que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo hallaron todo como las mujeres decían, pero a él no le vieron.”

Aquí ellos y nosotros muestran y mostramos el punto central del asunto. Es verdad que seguir a Jesús está muy bien, hizo grandes signos y nosotros pensábamos que iba a cambiar esta situación pero no, toda ha acabado en fracaso, en frustración y en sin sentido. Es cierto que ha habido algunos signos extraños pero nuestro corazón sigue dolorido.

“Entonces Jesús les dijo: -¡Qué torpes sois para comprender, y que cerrados estáis para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era preciso que el Mesías sufriera todo esto para entrar en su gloria? Y empezando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que decían de él las escrituras”.

Jesús les dice y nos dice el punto central de este encuentro ¿no sabéis que el plan de Dios pasa por el silencio, el fracaso y la debilidad? ¿Acaso las escrituras no muestran que el camino de la fe no es una autopista sino un sendero que sube a la montaña y lleno de obstáculos? Y Jesús por distintos medios (acontecimientos, personas, lecturas...etc) comparte con nosotros su mensaje.

“Al llegar a la aldea adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron diciendo: -Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo. Y entró para quedarse con ellos.”

Jesús le da y nos da libertad para expresar cómo nos sentimos. Ellos y nosotros nos sentimos a gusto con Jesús y nos atrevemos a pedirle que se quede con nosotros y él lo hace.

“Cuando estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Jesús desapareció de su lado.”

Jesús hace gestos para que entendamos que es él. Aquí se vuelve a compartir delante de ellos y de nosotros y es entonces cuando podemos reconocerle.

“Y se dijeron uno a otro: -¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? En aquel mismo instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once y a todos los demás, que les dijeron: -Es verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.”

A los dos discípulos de Emaús y a nosotros nos cambia la vida y la mirada. Cómo nos indica la pintura que tenemos en la entrada de San José II: “LA MIRADA SIEMPRE HABLA DEL CORAZÓN”. Ahora podemos volver a  Jerusalén y a cualquier lugar y compartir nuestras experiencias y enriquecernos mutuamente.

Iñaki Mardones Aja