viernes, 23 de abril de 2010

El gran perdonador

El nuevo testamento presenta a Jesús como el gran perdonador, el gran terapeuta del perdón. En Él se hace presente toda la misericordia de Dios. Jesús se preocupaba de las personas en su totalidad, descendiendo hasta su misma interioridad, hasta su corazón; al perdonar, Jesús desencadena en el perdonado un proceso de reajuste total. En Jesús se revela la misericordia, no la violencia. La encarnación es el abajamiento de Dios (kénosis de Dios). Es la señal de que Dios no es violento. Ama a todos, porque es el icono de Dios y Dios es Amor (1 Jn 4, 8). Jesús presenta a su Abba no como patrón, sino como amigo; no como dominador, sino como servidor; afirma que las cosas esenciales no son reveladas a los sabios, sino a los pequeños (Mt 11, 25; Lc 10, 21). EI hilo conductor de la historia, iniciada por Jesús, es la reducción de las estructuras fuertes, la renuncia a la violencia y el eficientismo; por eso, recomienda tanto el perdón e invita a volver a empezar una y otra vez (¡hasta setenta veces siete!).


La identificación de Jesús con los que tienen hambre, sed, con los desplazados, con los enfermos, con los prisioneros y todos los necesitados (Mt 25, 34-45), manifiesta hasta dónde llega la misericordia que él encarna. Jesús mismo es, como aquellos con quienes se identifica, víctima de la violencia. Él no recibe misericordia y hasta se pregunta en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46). El Hijo fue, sin embargo, escuchado, y su oración fructificó en la Resurrección. Resucitó desde las entrañas misericordiosas del Abba.

Por lo tanto la aplicación que sigue estando vigente hoy es que los pobres, marginados, enfermos y pecadores son los destinatarios privilegiados de la acción y mensaje de Jesús, acción y mensaje que nosotros debemos seguir llevando. En todo caso la pregunta que sigue estando abierta es ¿Cómo? ¿Cómo transmitir a los predilectos del Señor que Abba es un Dios misericordioso y no un Dios juez, un Dios castigador…? ¿Cómo transmitir que la muerte de Cristo tiene sentido? O ¿cómo hablar de Dios amor en medio de tanta catástrofe, crisis económica, atentados, secuestros… en medio de personas que sufren la desesperanza? Supongo que la respuesta es al estilo del buen samaritano, dando testimonio y siendo testigo.


Norka C. Risso Espinoza

domingo, 18 de abril de 2010

Exequias


Es saludable poder decir adiós al ser querido muerto, ritualizar la despedida, honrar su memoria, agradecer su existencia... Conforta a los compañeros escuchar lo significativo que fue su ser querido para ellos, que será recordado positivamente...
En la liturgia de las exequias (responso, funeral, despedida del cadáver, etc.) la finalidad de los ritos cristianos no es venerar los cuerpos sino celebrar la memoria del difunto, afirmar el valor de la vida y situar el acontecimiento de la muerte en el horizonte de la pascua de Cristo.
Estos actos litúrgicos dan un sentido de continuidad a la vida y fomentan la pertenencia al pueblo de Dios. A su vez, facilitan la elaboración del duelo al contribuir a:
  • Afrontar la realidad de la muerte sin negarla u ocultarla.
  • Exteriorizar la pena liberando las emociones.
  • Reavivar la fe y la esperanza en los presentes.
  • Despedir comunitariamente a un paciente del centro.
  • Reflexionar sobre la muerte evangelizando la vida.
El duelo se “hace” en estos “lugares” de la persona
  • En el hablar: rompiendo el aturdimiento inicial expresando el sufrimiento, comunicándose.
  • En el corazón: desahogando la pena y canalizando la energía afectiva con un sano amor, en verdad y libertad.
  • En la mente: esclareciendo y superando concepciones erróneas, ideas insanas.
  • En la fe: esperanza en la Resurrección, vivencia de una fe madura, con sana concepción de Dios.
  • En la acción: volver a reinsertarse en la vida con un proyecto significativo de vida, con futuro, siendo feliz.

Norka C. Risso Espinoza