sábado, 27 de noviembre de 2010

Queremos ver a Jesús... con los cinco sentidos

En el siguiente enlace puedes encontrar material para este tiempo de Adviento



El lema para este Adviento es 'Queremos ver a Jesús... con los cinco sentidos'

Deseo que te sea útil.

Buen tiempo de Adviento

viernes, 19 de noviembre de 2010

'LA DISCAPACIDAD' ES AMOR

Quiero empezar por esta descripción: se trata de un ser indefenso, al que hay que cuidar, no se le puede dejar sólo durante mucho tiempo porque ni siquiera se vale por si mismo para realizar sus AVD’s (actividades en la vida diaria), de hecho, si preguntamos a su cuidadora principal, en la escala Barthel tendría un cero; incontinencia total, para algunos imposible mantener una conversación coherente, sólo te mira, sonríe, se puede pasar el día llorando, como puede ser que sonría constantemente, probablemente te encante contemplarlo,… Hay que darle de comer, beber, escoger los alimentos adecuados, bañarlo, también hay que acariciarlo, mimarlo, es mejor no hacer mucho ruido en su presencia, pasa la mayor parte del día en una cama, no controla mucho el movimiento de su cabeza, hay que estar pendiente de ponerle una mantita para que esté abrigado, hay que cuidarlo con mucha delicadeza, tener paciencia, y lo cuidamos en casa ¡qué trabajo! ¿verdad? Ahora bien, es un ser que te hace salir de ti mismo para que le dediques tu tiempo, tu vida, este ser pequeño, vulnerable, te enseña a amar, y es que en medio de la oscuridad, en el silencio, en el impacto, Dios pronuncia su palabra; aunque también tienes otras posibilidades…

Con las características que te estoy dando probablemente puedas estar pensando en un ser con discapacidad, tal vez, en un anciano, en un enfermo,… desde luego un ser vulnerable, ¿verdad? Alguien pequeñito, con el que es difícil compartir muchas cosas, pero que sin embargo, te cambia sin que tú lo adviertas, se convierte en tu centro.


Yo, en realidad, estoy pensando en un bebe, además un bebé muy especial, porque concretamente estoy pensando en el Niño Jesús; ya que se acerca un tiempo especial. Tiempo de esperanza, tiempo para prepararnos para la venida del Salvador, la kenosis del Hijo de Dios que nace en un pesebre, vulnerable, para identificarse con tantos discapacitados, para identificarse con sus predilectos; para que caigamos en la cuenta que en cada ser en el que hemos pensado al principio del escrito, está Él, dando vida cada instante, y es que nuestro querido Niño Jesús que nació donde nadie se lo esperaba, en un pesebre, sigue haciendo lo mismo, sigue estando donde nadie se lo espera, se hace grandioso precisamente en medio de lo pequeñito, de la incapacidad, de los incomprendidos de nuestra sociedad, en medio de la indefensión y vulnerabilidad, esa es la realidad, se hace uno de nosotros para seguir estando en medio de nosotros; debemos tener presente que «la analogía entre la generación del Hijo por naturaleza y la creación de las criaturas por un acto soberanamente libre, a pesar de la distancia que sigue siendo inconmensurable, puede establecer puentes tanto para que el Hijo pueda hacerse criatura como para que nosotros podamos renacer (Jn 3, 3.7)» [H. Urs von Baltasar, Teodramática III, El hombre en Cristo, 213 (nota 18)] de Dios y en Dios.


Norka C. Risso Espinoza

domingo, 7 de noviembre de 2010

ORAR CON LOS CINCO SENTIDOS

Vamos tan deprisa por la vida que apenas si nos damos cuenta de las maravillas que se encierran en nuestro propio cuerpo:
• La maravilla de ver…
  (mirar a personas enfermas: Lc 13, 12)
• La maravilla de oír…
  (a la escucha de las necesidades de la gente: Jn 5, 6)
• La maravilla de gustar…
  (su buen gusto al crear: Gn 1, 1-31)
• La maravilla de oler…
  (irradiar el buen olor de Cristo: 2Cor 2, 15)
• La maravilla de tocar…
  (curar con las manos: Mc 1, 40-45)

1. ORAR CON LA VISTA

Se puede mirar de muchas maneras…

Pero sólo una es la adecuada.

¡Aprender a mirar

Es un ejercicio imprescindible!

“El más excelso acto de amor que puedes realizar no es un acto de servicio, sino un acto de contemplación, de visión. Cuando sirves a las personas, lo que haces es ayudar, apoyar, consolar, aliviar su dolor… Cuando las ves en su belleza y bondad interiores, lo que haces es transformar y crear” (Anthony de Mello)

2. ORAR CON EL OÍDO

Hay un dicho que dice:

¡No es lo mismo oír que escuchar! Oír, es más superficial.

Escuchar, requiere estar muy atento y más en un mundo como el nuestro en el que estamos rodeados de ruidos por todas partes.

“Tus oídos están afinados al dinero, y eso es lo que oyen. Basta la campanilla mínima de una moneda sobre el asfalto para que se llenen tus oídos, lo que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. Oímos lo que queremos. En cambio estás desafinado ante los oídos de la naturaleza. Tienes muy buen oído pero estás sordo. Y no sólo del oído, sino de todo. Estás cerrado a la belleza y a la alegría y a los colores del día y a los sonidos del aire” (Carlos G. Vallés)

3. ORAR CON EL GUSTO

Gustar es sinónimo de paladear, saborear…

Y a las personas las solemos clasificar entre las que tienen “buen gusto” o “mal gusto”.

¡Tal vez este sentido

sea más importante

de lo que parece a primera vista!.

“Gracias por la creatividad plural de los sabores, por las diferencias de gustos. Gracias por la comida cristiana, por tu palabra narrada como Buena Noticia en torno a la mesa. No dejes que la lengua se me vuelva amnésica, no dejes que me sacie y me harte. Acompáñame en las tentaciones consumistas y absolutizadoras. Enséñame a compartir y a no ruborizarme por comer con cualquier persona por el hecho de serlo. Enséñame a mirar con cariño y esperanza mis recursos y confiar en su capacidad multiplicadora, a pensar en términos de levadura que pudriendo fermenta, en compartir que restando multiplica…” (Mercedes Navarro)

4. ORAR CON EL OLFATO

¿El “hermano pobre” de los cinco sentidos?

¿Al que menos atendemos?

¿No nos estaremos privando de una fuente de bienestar?

“Siempre he pensado que lo sutil tiene algo que ver con el sentido del olfato y con el olfato mismo. El olfato se sensibiliza con la esencia sin cuerpo ni materia definida; con aquello que no ocupa lugar y sin embargo penetra en cualquier lugar. Puede estar sin aparecer. Esta vacuidad, apertura al vacío, es el aspecto más característico de este sentido y su componente oloroso. Y también es lo que más le acerca a lo espiritual, a lo enteramente divino. Sabes que está, lo percibes en tu propio aliento, pero es imposible ubicarlo en un espacio determinado ni darle una forma definitiva… El olfato es sensación de sutilezas. Se cultiva desde dentro y se siente en la ascesis de lo corpóreo. Es hábito relacionado con la delicadeza del espíritu humano” (Trinidad León)

5. ORAR CON EL TACTO

¡Cuántas cosas haces con tus manos! ¡Y qué olvidadas las tienes!
Ellas también necesitan tu atención,

para que descubras sus maravillas

y les estés eternamente agradecido.

“Llevamos inscrita en nuestras manos la opción fundamental que ha adoptado nuestra vida, ellas revelan nuestras inquietudes, nuestra generosidad… son la imagen externa de nuestro corazón endurecido o sensible. Las manos de un cristiano tienen un apretado programa de trabajo” (Isabel Gómez Acebo)

Resumiendo: ORAR CON LOS CINCO SENTIDOS (Iniciación a la experiencia de Dios. Sal Terrae, 2009)
Espero que te sirva. Que tengas un buen día.

domingo, 4 de julio de 2010

EL MORIR

El morir pertenece a la vida como su última fase. Por esta razón, debe ser considerado como su momento final. Interpela, por tanto, la responsabilidad terapéutica del agente de la salud, no menos que todos los otros momentos del vivir humano.

El moribundo no debe ser declarado como incurable y abandonado a su soledad y a la de la familia, sino que va encomendado al cuidado de médicos y enfermeras. Éstos, actuando e integrándose con la asistencia de capellanes, asistentes sociales, voluntarios, parientes y amigos, le dan soporte al agonizante para aceptar y vivir la muerte .

Ayudar a una persona a morir significa ayudarla a vivir intensamente la última experiencia de su vida. Cuando sea factible y el interesado lo desee, concédasele la posibilidad de terminar su vida en familia con oportuna asistencia sanitaria.

Al enfermo terminal se le practica el tratamiento médico que contribuye a aliviarle el sufrimiento del morir. En esta perspectiva entra la así llamada cura paliativa o sintomática.

El primer cuidado que ha de realizarse al lado del agonizante es el de una «presencia amorosa». Ésta es una presencia propiamente médico-sanitaria que, sin ilusionarlo, lo hace sentir vivo, persona entre personas; destinatario, como todo ser necesitado, de atenciones y de cuidados. Esta presencia atenta y cuidadosa, infunde confianza y esperanza en el enfermo y lo reconcilia con la muerte. Es una contribución única que enfermeras y médicos, con su ejercicio humano y cristiano, primero aún que con su función, pueden y deben dar a quien está viviendo el momento supremo de la partida, para que el rechazo sea sustituido por la aceptación y sobre la angustia prevalezca la esperanza.

Se sustrae así el morir humano del ‘fenómeno de la medicalización’, que ve la fase terminal de la vida ‘desenvolverse en ambientes agolpados y agitados, bajo el control del personal médico-sanitario preocupado prevalentemente del aspecto biofísica de la enfermedad’. Todo esto «es sentido en medida creciente como poco respetuoso de la compleja situación humana de la persona sufriente».

El derecho a la vida se precisa en el en enfermo terminal como «derecho a morir con toda serenidad, con dignidad humana y cristiana» .

Esto no designa el poder de procurarse o hacerse procurar la muerte, como tampoco el de evitarla ‘a toda costa’, sino de vivir humana y cristianamente la muerte. Este derecho ha venido surgiendo en la conciencia explícita del hombre de hoy para protegerlo, en el momento de la muerte de «un tecnicismo que arriesga convertirse en abusivo» .


Norka C. Risso Espinoza


domingo, 13 de junio de 2010

LA ÉTICA DEL CUIDADO

Cuando el enfermo esta en situación de terminalidad, en la que ya no se puede recuperar la salud, una atención curativa ya no tendría sentido, porque incluso podríamos pecar de obstinación terapéutica, es entonces cuando la necesidad de cuidado se hace más palpable.

Es claro el avance en cuanto a cambio de mentalidad que se ha dado en los profesionales sanitarios, de formación y tradición curativa, el salto cualitativo que se ha dado por una mejor atención al enfermo es impresionante, ya no se trata de cuidar, sino también de curar, por ello lo de curar-cuidar en equilibrio como un único objetivo. Ya se está incorporando el cuidado a la práctica clínica diaria, y esto se palpa principalmente en las unidades de cuidados paliativos.

Hace ya más de diez años que desde la Bioética se planteó que los fines de la medicina deberían ir más allá de la curación de la enfermedad y el alargamiento de la vida. El grupo internacional de trabajo del Hastings Center que participó en el proyecto, consideró que era necesario reformular estos fines, y que, sin dar prioridad a ninguno de ellos, debían ser:
  • La prevención de enfermedades y lesiones y la promoción y la conservación de la salud.
  • El alivio del dolor y el sufrimiento causado por males.
  • La atención y la curación de los enfermos y los cuidados a los incurables.
  • La evitación de la muerte prematura y la búsqueda de una muerte tranquila.
En las situaciones de dependencia y vulnerabilidad, cuando hay sufrimiento o se acerca la muerte, es cuando más claramente se entrelazan los problemas médicos con los sociales, económicos, familiares o afectivos. El cuidado implica dar respuestas a todas estas dimensiones y exige conocer y poner a disposición de las personas enfermas y sus familiares, los servicios asistenciales y sociales que les puedan ayudar a enfrentarse a la diversidad de problemas que se les plantean.



Norka C. Risso Espinoza

viernes, 23 de abril de 2010

El gran perdonador

El nuevo testamento presenta a Jesús como el gran perdonador, el gran terapeuta del perdón. En Él se hace presente toda la misericordia de Dios. Jesús se preocupaba de las personas en su totalidad, descendiendo hasta su misma interioridad, hasta su corazón; al perdonar, Jesús desencadena en el perdonado un proceso de reajuste total. En Jesús se revela la misericordia, no la violencia. La encarnación es el abajamiento de Dios (kénosis de Dios). Es la señal de que Dios no es violento. Ama a todos, porque es el icono de Dios y Dios es Amor (1 Jn 4, 8). Jesús presenta a su Abba no como patrón, sino como amigo; no como dominador, sino como servidor; afirma que las cosas esenciales no son reveladas a los sabios, sino a los pequeños (Mt 11, 25; Lc 10, 21). EI hilo conductor de la historia, iniciada por Jesús, es la reducción de las estructuras fuertes, la renuncia a la violencia y el eficientismo; por eso, recomienda tanto el perdón e invita a volver a empezar una y otra vez (¡hasta setenta veces siete!).


La identificación de Jesús con los que tienen hambre, sed, con los desplazados, con los enfermos, con los prisioneros y todos los necesitados (Mt 25, 34-45), manifiesta hasta dónde llega la misericordia que él encarna. Jesús mismo es, como aquellos con quienes se identifica, víctima de la violencia. Él no recibe misericordia y hasta se pregunta en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46). El Hijo fue, sin embargo, escuchado, y su oración fructificó en la Resurrección. Resucitó desde las entrañas misericordiosas del Abba.

Por lo tanto la aplicación que sigue estando vigente hoy es que los pobres, marginados, enfermos y pecadores son los destinatarios privilegiados de la acción y mensaje de Jesús, acción y mensaje que nosotros debemos seguir llevando. En todo caso la pregunta que sigue estando abierta es ¿Cómo? ¿Cómo transmitir a los predilectos del Señor que Abba es un Dios misericordioso y no un Dios juez, un Dios castigador…? ¿Cómo transmitir que la muerte de Cristo tiene sentido? O ¿cómo hablar de Dios amor en medio de tanta catástrofe, crisis económica, atentados, secuestros… en medio de personas que sufren la desesperanza? Supongo que la respuesta es al estilo del buen samaritano, dando testimonio y siendo testigo.


Norka C. Risso Espinoza

domingo, 18 de abril de 2010

Exequias


Es saludable poder decir adiós al ser querido muerto, ritualizar la despedida, honrar su memoria, agradecer su existencia... Conforta a los compañeros escuchar lo significativo que fue su ser querido para ellos, que será recordado positivamente...
En la liturgia de las exequias (responso, funeral, despedida del cadáver, etc.) la finalidad de los ritos cristianos no es venerar los cuerpos sino celebrar la memoria del difunto, afirmar el valor de la vida y situar el acontecimiento de la muerte en el horizonte de la pascua de Cristo.
Estos actos litúrgicos dan un sentido de continuidad a la vida y fomentan la pertenencia al pueblo de Dios. A su vez, facilitan la elaboración del duelo al contribuir a:
  • Afrontar la realidad de la muerte sin negarla u ocultarla.
  • Exteriorizar la pena liberando las emociones.
  • Reavivar la fe y la esperanza en los presentes.
  • Despedir comunitariamente a un paciente del centro.
  • Reflexionar sobre la muerte evangelizando la vida.
El duelo se “hace” en estos “lugares” de la persona
  • En el hablar: rompiendo el aturdimiento inicial expresando el sufrimiento, comunicándose.
  • En el corazón: desahogando la pena y canalizando la energía afectiva con un sano amor, en verdad y libertad.
  • En la mente: esclareciendo y superando concepciones erróneas, ideas insanas.
  • En la fe: esperanza en la Resurrección, vivencia de una fe madura, con sana concepción de Dios.
  • En la acción: volver a reinsertarse en la vida con un proyecto significativo de vida, con futuro, siendo feliz.

Norka C. Risso Espinoza


domingo, 7 de marzo de 2010

Muerte y Resurrección del Hijo

Muerte y resurrección del Hijo tiene relación con la Misericordia del Padre. La fidelidad y el amor de Dios se ha expresado al máximo en el sacrificio redentor del Hijo. El Padre no ha retrocedido ante el sacrificio de su Hijo, sino que en ese momento crucial de la historia de la salvación ha permanecido fiel a sí mismo y fiel a las promesas hechas al hombre. El texto de Filipenses nos dice que Dios “se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.”[1] El Dios omnipotente renunció a la voluntad de poder: “estoy en medio de vosotros como el que sirve”. (Lc 22, 27) El Dios omnipotente no destruye mecánicamente el mal y la muerte, sino que lo asume. Por esto, ante el sufrimiento de los inocentes, o los episodios ‘absurdos’ de la vida, nuestro Dios se muestra como debilidad invencible. Y porque Dios se manifiesta como débil, por eso sufre con el ser humano. Se podría decir que el sufrimiento es el pan que Dios comparte con nosotros. La misericordia divina es como la debilidad de Dios. La debilidad de Dios corresponde a la debilidad del ser humano. Nuestro Dios se presenta siempre como protagonista del perdón. Perdonando, practicando la misericordia, es como Dios se revela al ser humano en cuanto Dios.

El nuevo testamento presenta a Jesús como el gran perdonador, el gran terapeuta del perdón. En Él se hace presente toda la misericordia de Dios. Jesús se preocupaba de las personas en su totalidad, descendiendo hasta su misma interioridad, hasta su corazón; al perdonar, Jesús desencadena en el perdonado un proceso de reajuste total. En Jesús se revela la misericordia, no la violencia. La encarnación es el abajamiento de Dios (kénosis de Dios). Es la señal de que Dios no es violento. Ama a todos, porque es el icono de Dios y Dios es Amor (1 Jn 4, 8). Jesús presenta a su Abba no como patrón, sino como amigo; no como dominador, sino como servidor; afirma que las cosas esenciales no son reveladas a los sabios, sino a los pequeños (Mt 11, 25; Lc 10, 21). EI hilo conductor de la historia, iniciada por Jesús, es la reducción de las estructuras fuertes, la renuncia a la violencia y el eficientismo; por eso, recomienda tanto el perdón e invita a volver a empezar una y otra vez (¡hasta setenta veces siete!).

La identificación de Jesús con los que tienen hambre, sed, con los desplazados, con los enfermos, con los prisioneros y todos los necesitados (Mt 25, 34-45), manifiesta hasta dónde llega la misericordia que él encarna. Jesús mismo es, como aquellos con quienes se identifica, víctima de la violencia. Él no recibe misericordia y hasta se pregunta en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46). El Hijo fue, sin embargo, escuchado, y su oración fructificó en la Resurrección. Resucitó desde las entrañas misericordiosas del Abba.

Por lo tanto la aplicación que sigue estando vigente hoy es que los pobres, marginados, enfermos y pecadores son los destinatarios privilegiados de la acción y mensaje de Jesús, acción y mensaje que nosotros debemos seguir llevando. En todo caso la pregunta que sigue estando abierta es ¿Cómo? ¿Cómo transmitir a los predilectos del Señor que Abba es un Dios misericordioso y no un Dios juez, un Dios castigador…? ¿Cómo transmitir que la muerte de Cristo tiene sentido? O ¿cómo hablar de Dios amor en medio de tanta catástrofe, crisis económica, atentados, secuestros… en medio de personas que sufren la desesperanza? Supongo que la respuesta es al estilo del buen samaritano, dando testimonio y siendo testigo.


[1] Flp 2, 7-8, tomado de Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao 1999.


Norka C. Risso Espinoza

domingo, 31 de enero de 2010

FE, ESPERANZA Y CARIDAD

En el dolor y en el sufrimiento hay como un espacio común, por el que pasamos todos, pero es un espacio en el que muchas veces no queremos entrar, y cuando lo hacemos queremos huir de él, porque solidarizarnos con el sufrimiento del otro, también produce sufrimiento; pero, el expulsar de nosotros este espacio común nos impediría hablar de quién es el Dios de Jesucristo; de las relaciones de fe, esperanza y amor; y de relaciones de dependencia que se posibilitan.

Además, el creer precisa de una luz externa que nos es gratuitamente dada, y también de una luz interior que es capaz de otear desde el corazón y no sólo desde la superficialidad.

Con el paso de los años, nos damos cuenta que la fe, la esperanza y la caridad, llegan como dones, que nos hacen salir de nosotros mismos, ya no se trata de buscar culpables, sino con la confianza puesta en Dios aportar nuestro granito de arena al bien común, ver como Dios se abaja en forma de cualquier realidad que no llegamos a comprender y que consideramos injusticia, y nos invita a dar una respuesta, a salir de nosotros mismos, porque es también por medio de cada uno de nosotros como Dios se hace realidad, se hace vida, se hace presencia en los otros. Se trata de aprender a mirar al otro por ser otro, de encontrarnos con el rostro del otro y sólo ese encuentro me invite a actuar, desde el consentimiento, el desistimiento y el reconocimiento, porque ponerme ante el rostro del otro es ponerme ante lo divino.

Eso es la fe en último término, aprender a mirar en la misma dirección que mira Dios, a compartir su ángulo óptico, su perspectiva; de tal forma que terminemos viendo lo que Él ve, y por tanto surge una respuesta en forma de entrega, de servicio a los hermanos; sí fue Él, el Dios Trino, quién tomó la iniciativa y por eso nos sentimos llamados a ir más allá de lo que nuestras propias capacidades nos dan a entender que podemos hacer/ser/estar, siempre hay un más, y cuando miramos hacia atrás no comprendemos cómo ha sido posible poderlo realizar, aún así, seguimos caminando, confiando en la esperanza última que dinamiza nuestra vida hacia aquello que es prometido; esa esperanza es la que posibilita el sostenernos en la dirección y sentido de la realización de la existencia.

Sí, a partir de una experiencia que parece pasa inadvertida, Dios se hace presente, llega a nosotros como luz que ilumina nuestro interior, nuestro anhelo de salida, nuestra capacidad de ver la realidad y nos lleva más allá de lo que somos, hasta el ¡hágase en mí!.


Norka C. Risso Espinoza