domingo, 27 de diciembre de 2009

María en el Misterio de Cristo



La vida de María se resume en un ‘Sí’ a los planes salvíficos de Dios. De este modo “se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo”, “cooperó a la salvación de los hombres (LG 56) y estuvo unida al Hijo en la obra de la salvación desde el momento de la Concepción virginal de Cristo hasta su muerte” (LG 57)

Cada momento de la vida de la Virgen es como epifanía, manifestación, cercanía y comunicación del misterio de Cristo en nuestras circunstancias humanas. Por medio de su ‘Sí’ en fidelidad, se hace transparencia e instrumento de Cristo en la visitación a Isabel y en la santificación del Precursor, en la manifestación a los Pastores y a los Magos, en la Presentación en el Templo de Jerusalén.

Su fidelidad a Cristo contribuyó a suscitar la fe de los primeros discípulos (Jn. 19, 25ss), y cooperó en la preparación para recibir las gracias del Espíritu Santo el día de Pentecostés. (Hch. 1, 14).

“La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres” (LG 65).


Norka C. Risso Espinoza

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cristo, a través de la Iglesia, en el mundo sanitario

En la Revista Juan Ciudad (Nº 537 - Nov 09) han publicado este artículo que escribí hace algún tiempo, y del cual ya había dado aquí algunas pistas:

Se parte ‘de’ y se ama ‘al’ hombre y al mundo sanitario de hoy como son; creo que esta es la premisa para realizar un verdadero trabajo de Pastoral de la Salud, donde debemos dar el paso para encontrarnos con el rostro de Dios encarnado en muchas historias de dolor, sufrimiento, soledad, exclusión,… donde una y otra vez hay que elegir entre permanecer o marcharnos, entre la vida o la muerte; ya que la relación con Dios es estar constantemente en peregrinación para adentrarnos verdaderamente en la maleza de lo humano. Dentro del mundo sanitario, debemos tener pasión por aquello que otros no quieren, pobreza, vejez, discapacidad, enfermedad; pero, también por la familia, por los compañeros de trabajo; por el deseo de amar y compartir, de transmitir sensaciones de conectar con el Espíritu; en definitiva, la Pastoral de la Salud debe comunicar el mensaje de salvación de Jesús, estando al servicio de la dignidad de la persona, se trata de una evangelización atenta a la urgencia de la justicia.

Para comunicar el mensaje de Jesús, tenemos tres referencias obligadas: Cristo (desde donde se es), la Iglesia (en donde se es), y el Mundo sanitario (para donde se es), por ello es importante que en la Pastoral de la Salud haya personas que tengan:

- Formación teológica: hay que ser capaz de dar razón de la fe (1Pe 3, 15). La fe es razonable. La acción pastoral de la Iglesia se convierte en transformadora del mundo desde las exigencias del Rei­no y es posibilidad de diálogo con quienes, desde otros presupues­tos, buscan un mundo y una sociedad transformados similarmente. No se trata sólo de evangelizar a personas, sino de iluminar con la fe los problemas del mundo de la salud.

- Formación antropológica: hay que llevar un mensaje encarnado a cada situación, comprender el mundo de la salud en el que viven nuestros hombres y mujeres de este tiempo, sus sufrimientos, sus miedos, sus bloqueos, sus heridas, sus dudas, sus preguntas,… como hizo Jesús con los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35); es importante caminar por las sendas que el Concilio Vaticano II abrió: las del diálogo y la renovación, la de la puesta al día constante de la Iglesia para llevar la salvación a los hombres y la de la escucha atenta de los nuevos signos de los tiempos a través de los cuales Dios sigue manifestán­dose.

- Formación pedagógica: el hacer también es importante, el arte de estar en la cabecera de la cama de un enfermo, de dar una caricia, de acoger; el arte de dar catequesis, de llevar grupos de reflexión, de religión,…. Todo es importante porque nos lleva a hacer experiencia de oración, de acercarnos a la Palabra de Dios, de celebrar los sacramentos,… de animar al seguimiento de Jesús, hasta decir ‘Maestro, enséñanos a orar’ (Lc 11, 1). No consiste en repetir en todos los lugares y de la misma forma cada acción, sino en acomodarlas y expresarlas en un lenguaje asequible a las personas que acompañamos.

- Formación espiritual: sería como todo el tono evangélico que envuelve al Agente de Pastoral (o al que acompaña); ser, estar y hacer, desde el encuentro con el Espíritu, dejarnos tocar y guiar. Hay que nadar por las aguas de la vida interior, porque ‘quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará’ (Mt 16, 25). Somos creyentes delante de los otros para que encuentren su propia respuesta; y ser creyentes dando testimonio de vida sin actitud farisaica, sino con confianza íntima en el amor misericordioso de Jesucristo.

En definitiva, puesto que la vida humana no es un hecho meramente biológico, sino que el componente trascendental es imprescindible para que cada persona alcance lo que llamamos calidad de vida, la Iglesia debe ser, desde la Pastoral de la Salud, ‘servidora y sacramento’ de la humanidad; es decir, experta en humanismo, en cuyo interior debe darse una mediación privilegiada, en comunión intratrinitaria, por los preferidos del Señor; se trata de hacer, dentro del mundo sanitario, un hueco al otro (enfermo, anciano, discapacitado, sin techo,…), querer acoger y recibir su presencia, su palabra y sentimientos, junto con sus necesidades y recursos, escuchar y percibir sus gestos, despertar nuestro ser entero ante el suyo. Abrir el espacio cerrado que somos cuando nos centramos totalmente en nuestras cosas, se tiene que acallar nuestra voz interior para que resuene la palabra del otro, siendo conscientes que este otro saca también del acompañante lo ‘peor’, los miedos, las inseguridades, las dudas,…

Finalmente, decir que el objeto de la Pastoral consistiría en llevar, en el mundo de la sanidad, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la revelación de Dios, de modo que sea comprensible para ellos, que toque los corazones y emocione, de forma que encuentren en ello su salvación, teniendo siempre presente que, como nos dijo Juan Pablo II, la doctrina cristiana se propone, pero no se impone; y que nuestra vida cristiana está presidida por el amor desinteresado y misericordioso de Dios, y este amor es el motor de la vida.


Norka C. Risso Espinoza

sábado, 19 de septiembre de 2009

Unas pinceladas en Pastoral de la Salud


Para comunicar el mensaje de Jesús, tenemos tres referencias obligadas: Cristo (desde donde se es), la Iglesia (en donde se es), y el Mundo sanitario (para donde se es), por ello es importante que en la Pastoral de la Salud haya personas que tengan:


- Formación teológica

- Formación antropológica

- Formación pedagógica

- Formación espiritual

…teniendo siempre presente que, como nos dijo Juan Pablo II, la doctrina cristiana se propone, pero no se impone; y que nuestra vida cristiana está presidida por el amor desinteresado y misericordioso de Dios, y este amor es el motor de la vida.
(Sólo son unas pinceladas..., más adelante ampliaré el documento)

Norka C. Risso Espinoza

martes, 25 de agosto de 2009

Una experiencia en Pastoral de la Salud

Desde el Área de Psicogeriatría y Cuidados Somáticos trabajamos para hacer llegar la Buena Nueva de Dios a nuestros Residentes, se trata de hacer vida el Amor misericordioso de Dios, que día a día los acompaña en su peregrinar por el Centro en el que trabajo. Pretendemos que el último tramo de la vida sea un camino de acercamiento a los brazos del Padre, vividos desde el acompañamiento que al estilo juandediano se les pueda ofrecer; por tanto, desde la hospitalidad, acogemos, escuchamos, acompañamos y celebramos la vida, una vida repleta de altibajos, en los que la enfermedad, el sufrimiento, la soledad,… van haciendo mella; pero no por ello dejan de ser importantes a los ojos de Dios, ni a los nuestros; sino que más bien pasan a ser los predilectos del Señor, y lo más importante para nuestro Centro.

Para realizar un trabajo en condiciones, lo primero es programar, porque aunque lo importante es sobre todo ser y estar con los Residentes, también es verdad que hay que ‘hacer’ Grupos y Dinámicas, preparar Oraciones, Celebraciones, que ayuden a experimentar la presencia de Cristo, tal y como el mismo Jesús nos dijo: «Donde 

dos o más estéis reunidos en mi nombre, en medio de vosotros estoy yo» Y esto no es tarea únicamente del Agente de Pastoral, sino de un equipo que trabajamos para que los residentes reciban un atención integral.

Para aportar nuestro grano de arena a la calidad, también tenemos que medir, presentar los Indicadores de Calidad y las Estadísticas de Pastoral, los Protocolos,… Informar a las familias que lo soliciten de las Actividades que se realizan en el Área, y ofrecer nuestro Servicio de Pastoral de la Salud, estando abiertos a colaborar para cubrir las necesidades espirituales y/o religiosas de Trabajadores, Familias y Residentes.



Norka C. Risso Espinoza

miércoles, 17 de junio de 2009

Santa Unción


Como cada año, en torno al sexto Domingo de Pascua, desde el área de psicogeriatría y cuidados somáticos, nos preparamos para celebrar un acontecimiento importante y emotivo, unos 310 residentes del Centro en el que trabajo reciben el Sacramento de la Santa Unción.

Nos podemos preguntar por qué en un Centro Hospitalario como este se realiza este tipo de celebraciones, pues la respuesta es que el sacramento de la Santa Unción da a los residentes enfermos o ancianos fuerza ante su enfermedad o momentos de dificultad, y les reconforta en su vida de fe.

Uno de los gestos más bonitos es la imposición de las manos, con este gesto la familia hospitalaria presente en la celebración, pide que el Espíritu Santo descienda al corazón de cada residente que va a recibir el Sacramento; y con el Óleo Santo, Cristo los tranquiliza, los fortalece y los sana con la fuerza de su Espíritu.

Es de agradecer la participación de todos los trabajadores, hermanos y capellanes que colaboran en la preparación de las celebraciones y que están pendientes de que todo salga estupendamente, cuidando hasta el más mínimo detalle; de los catequistas que con tanto cariño preparan y dan las catequesis de la Unción; de los voluntarios y de muchas familias, que no sólo acompañan a sus familiares, sino que además también se preparan para recibir ellos el Sacramento; y como para todos es un día de fiesta, de alegría y comunión eclesial, se termina con un buen aperitivo o comida, y sin olvidar un regalito como recordatorio de este día.


Norka C. Risso Espinoza

domingo, 24 de mayo de 2009

El incomprendido celibato

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, sábado, 23 de mayo de 2009
* * *

VER
Cada que salen escándalos clericales por cuestiones de infidelidad al celibato, se cuestiona su razón de ser. Sea porque se descubren nuevas paternidades del actual Presidente de Paraguay, Fernando Lugo, cuando aún no recibía las dispensas de sus obligaciones ministeriales, sea porque a un sacerdote se le acusa de pornografía cibernética, sea porque a otro se le comprueban relaciones sentimentales indebidas, no faltan quienes insisten en que la Iglesia Católica debería revisar su norma de admitir al sacerdocio sólo a aquellos que hayan recibido el carisma del celibato y se comprometan a cumplirlo toda la vida. Otros afirman que, mientras no se haga este cambio, la Iglesia seguirá perdiendo feligreses.
Por otra parte, es repetitivo escuchar que el celibato no va con las culturas indígenas, pues en estos pueblos sólo a un hombre casado se le reconoce autoridad y no se acostumbra confiar a solteros cargos de responsabilidad social. Por tanto, concluyen, se debería abrir la puerta para ordenar presbíteros a indígenas casados, para que se inculturen.

JUZGAR
En primer lugar, el celibato no es acorde con ninguna cultura, ni judía, griega o romana, ni española, francesa, alemana, italiana, mexicana, chiapaneca, indígena, mestiza, etc. Ya lo advirtió Jesús cuando dijo: "Hay quienes han renunciado al matrimonio por el Reino de los cielos. Que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo", pues "no todos comprenden esta enseñanza, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido" (Mt 19,11-12). Es un carisma, es un don, un regalo que se concede no a todos, sino sólo a algunos, y no cualquiera lo comprende.
Es innegable que ha habido y hay muchas fallas y defecciones; pero la inmensa mayoría vivimos con gozo y plenitud esta vocación, a pesar de nuestras limitaciones. Yo me siento muy fecundo, muy realizado, gracias al celibato. El matrimonio me hubiera limitado mucho en mi servicio a la comunidad. El celibato me hace libre para servir donde se me requiera, para amar y estar muy cerca de quienes necesiten experimentar el amor de Dios. Nadie nos obligó a emitir este compromiso antes de la ordenación; lo asumimos con plena libertad. Yo decidí libre y conscientemente no casarme, no por egoísmo, no por rechazo a la mujer, ni por desconocer o despreciar la belleza del sexo y del matrimonio, sino por gracia del Espíritu Santo, para consagrar todo mi ser, con todas sus energías, al Reino de Dios, en particular a los pobres. Soy feliz siendo célibe. Pido al Señor que me y nos conserve en fidelidad.
Jesús decidió no casarse. Su madre permaneció virgen. El apóstol más cercano era célibe. Pablo recomendó este camino, no como mandato, sino como consejo digno de confianza (cf 1 Cor 7,25-35). Sin embargo, es cierto que, en los primeros siglos de la Iglesia, el celibato no era un requisito para la ordenación sacerdotal. Fue hasta el siglo III cuando se vio su conveniencia y hasta hoy se ha conservado, a pesar de fallas e incomprensiones. A quienes son incapaces de ser castos, a los libertinos e infieles en su matrimonio, a los que pretenden justificar todo tipo de relaciones sexuales, les significamos un reproche a su proceder, y por ello nos atacan y ridiculizan; quisieran eliminar el profetismo que significa el celibato.
Ya Jesús había advertido:"Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo... También a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras, lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió" (Jn 15,18-21).

ACTUAR
Quienes nos comprometimos a vivir célibes, mantengámonos fieles y alegres, con oración, sacrificio y vigilancia, pues las tentaciones nos acechan por todos lados. Ayúdenos la comunidad y las familias a disfrutar esta paternidad espiritual, y que nadie sea motivo de tropiezo. Conozcan los seminaristas las razones de este estilo de vida y oren para que se les conceda este carisma, que los hará padres y hermanos en Cristo, y así los pueblos en El tengan vida.

martes, 5 de mayo de 2009

A la hora de la verdad quienes están allí son los católicos

Por si alguno está aún un poco despistado con toda la manipulación que se está realizando con las palabras del Papa, que han sido sacadas fuera de contexto:

En una respuesta a un periodista francés durante el vuelo aéreo con destino a Camerún (17 de marzo de 2009)

Pregunta: Santidad, entre los muchos males que afligen a África, destaca el de la difusión del sida. La postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él a menudo no se considera realista ni eficaz. ¿Afrontará este tema durante el viaje? (Philippe Visseyrias de France 2).

Respuesta: Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades. Pienso en la Comunidad de San Egidio que hace mucho, visible e invisiblemente, en la lucha contra el sida, en los Camilos, en tantas otras cosas, en todas las religiosas que están al servicio de los enfermos... Diría que no se puede superar este problema del sida sólo con dinero, aunque éste sea necesario; pero si no hay alma, si los africanos no ayudan (comprometiendo la responsabilidad personal), no se puede solucionar este flagelo distribuyendo preservativos; al contrario, aumentan el problema. La solución sólo puede ser doble: la primera, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que conlleve una nueva forma de comportarse el uno con el otro; y la segunda, una verdadera amistad también y sobre todo con las personas que sufren; una disponibilidad, aun a costa de sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Éstos son los factores que ayudan y que traen progresos visibles.
Por tanto, yo diría que nuestras dos fuerzas son éstas: renovar al hombre interiormente, darle fuerza espiritual y humana para un comportamiento correcto con respecto a su propio cuerpo y al de los demás, y esa capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer presente en las situaciones de prueba. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y la Iglesia hace esto; así da una contribución muy grande e importante. Damos las gracias a todos los que lo hacen.

Hay que tener presente que a la hora de la verdad, quienes están allí son los católicos, misioner@s que están acompañando día a día en el sufrimiento de esos hermanos nuestros...

domingo, 22 de marzo de 2009

¿Tiene sentido el sufrimiento?

Quizá como ninguna realidad humana, el sufrimiento ha sido descrito, estudiado, meditado y expresado en sus múltiples manifestaciones a lo largo de toda la historia. Y, sin embargo, hay que dejar bien claro desde el principio que no se llega a conocer de verdad lo que es el sufrimiento más que por la vía de la experiencia al vivo, bien mediante la vivencia del sufrimiento en uno mismo, bien mediante la presencia asidua junto a los sufrientes de sus cuidadores –familiares, profesionales sanitarios, agentes pastorales o voluntarios- y permitiendo estos que aquellos les transfieran una parte de sus padecimientos.

No es difícil encontrarse con personas que sufren y preguntan ¿por qué me ha tocado esto a mí?, ¿cuál es el motivo de mi sufrimiento? Los interrogantes son expuestos con toda crudeza a los agentes de pastoral de la salud. Ante ellos no se pueden dar respuestas falseadas ni salir por la tangente obviando el problema. Hemos de ser lo suficientemente serios para no tomar a broma el sufrimiento o frivolizarlo[1]. Hemos de ser conscientes que el ser humano no sufre únicamente a causa del dolor físico, sino además, porque siente amenazada la posibilidad de realizar su propia felicidad, la felicidad que le lleva a la plenitud, la felicidad con que Dios Padre lo sueña. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y quiere que sea feliz y que viva en plenitud[2].

“El máximo enigma de la vida es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano[3].

Ante la pregunta de si tiene algún sentido humano el sufrimiento, podemos responder tal y como lo plantea M. A. Monge[4]:
  1. El dolor tiene sentido en un ser que está en desarrollo; dicen los psicólogos y pedagogos que no se puede educar sin sufrimiento: no se puede dar a los niños todo lo que piden (hay que dejarles llorar en la cuna, no satisfacer todas sus apetencias, etc.). Un sufrimiento acompañado es bueno para el desarrollo del “yo”.
  2. También tiene sentido para los adultos, cuando éstos quieren ser colaboradores de su existencia, y así:
  • El sufrimiento realza la existencia humana, despierta lo verdaderamente espiritual en el hombre.
  • El sufrimiento deja al hombre a solas consigo mismo y ayuda a pararse, a reposar y a repasar, a despegarse de las cosas; «el dolor desnuda la esencia de las cosas» «el silencio acompañado del sufrimiento madura a la persona».
  • El sufrimiento –que acaba remitiendo al sentido de la propia existencia- debería ser siempre personalizador y personalizante. El filósofo M. Heidegger dice que el hombre es un ser inacabado y con el sufrimiento se puede lograr ese acabamiento, la plenitud.
  • El sufrimiento sirve para descubrir al hombre su propia condición, su insuficiencia radical.
  • Pone a prueba a la persona, la ayuda a superarse.
  • Puede fortalecer, ayudar a asentarse a la persona, y en ese sentido es una ayuda en la adquisición de las virtudes.
  • El sufrimiento une a los hombres: quien ha sufrido comprende mucho mejor a los demás.
No se puede decir que el dolor no tenga sentido: “El sufrimiento siempre es malo. Pero es una experiencia mala en la que se puede vivir algo positivo. El sufrimiento se me ofrece como posibilidad. Soy yo quien ha de decidir qué voy a ser, qué voy a vivir en el interior de esa experiencia dolorosa. Un sufrimiento que no es vivido interiormente queda en un hecho bruto, que no contribuirá a construir mi vida y que puede, por el contrario, destruirla”[5].

Es interesante la explicación que sobre el tema nos ofrece Anselm Grün: Cuando me sobreviene algún sufrimiento –enfermedades, contratiempos, golpes del destino, períodos de aridez interior, vacío, depresión…-, puedo interpretarlos como una forma de sentirme excluido de la vida. Pero también puedo tener presente que precisamente en esas circunstancias está cerca de mí, de una manera muy especial, el propio Cristo, que en la cruz padeció ya mi sufrimiento. Entonces no estoy solo con dicho sufrimiento. Y entreveo que, si lo acepto con los sentimientos de Jesús, también eso puede resultar fecundo para los demás. En lugar de acusar a Dios, asumo el sufrimiento, en solidaridad con quienes sufren en este mundo. Tengo en mi interior esta firme confianza: si padezco mi sufrimiento hasta el final con los sentimientos de Jesús, este mundo será más luminoso y más sano en este preciso lugar, y mi cruz se convertirá en signo de esperanza para los demás[6].

La teología de la esperanza no nos quita la perplejidad, aunque facilite las tareas de asumir y respetar. La fe no quita incertidumbres, aunque aporta luz y fuerza. Pero no lo hace proporcionando un saber que satisfaga la curiosidad sobre el más allá, sino dándonos la garantía de sabernos absoluta e incondicionalmente queridos, que infunde esperanza[7].

Hemos observado en este apartado, que existen diferentes modos de afrontar el sufrimiento, y cómo estos inspiran diferentes actitudes en cada persona, tanto en quien sufre como en quien acompaña al prójimo en su sufrimiento.

Recordemos que no somos libres para elegir cuándo se presenta la enfermedad, el dolor o la muerte. V. Frankl que sobrevivió a la experiencia de los campos de concentración señala que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, nuestra libertad de adoptar una posición para, por lo menos, escoger una actitud ante el sufrimiento[8]. Algo que entendió muy bien y plasmó en estos versos J. L. Martín Descalzo[9]:

“Nunca podrás, dolor, acorralarme.
Podrás alzar mis ojos hasta el llanto,
secar mi lengua, amordazar mi canto,
sajar mi corazón y desguazarme.

Podrás entre tus rejas encerrarme,
destruir los castillos que levanto,
ungir todas mis horas con tu espanto.
Pero nunca podrás acorralarme.

Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo reír cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.

Llego, dolor, adonde tú no alcanzas.
Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño de mis esperanzas”.


[1] Francisco J. ALARCOS, Bioética y pastoral de la salud (San Pablo, Madrid 2002)
[2] Calisto VENDRAME, Los enfermos en la Biblia (San Pablo, Madrid 2002)
[3] JUAN PABLO II, Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual (BAC, Madrid 2004)
[4] Miguel Ángel MONGE, Sin miedo. Cómo afrontar la enfermedad y el final de la vida (ediciones Universidad de Navarra, EUNSA, Pamplona 2006)
[5] Carta pastoral de los obispos de Pamplona-Tudela, Bilbao, Vitoria y San Sebastián, Al servicio de una vida más humana (Cuaresma 1992)
[6] Anselm GRÜN, Vuestra alegría será perfecta. El mensaje de Pablo a los cristianos de Filipos (Sal Terrae, Santander 2006)
[7] Juan MASIÁ CLAVEL, Tertulias de Bioética. Manejar la vida, cuidar a las personas. (Trotta, Madrid 2006)
[8] Víctor E. FRANKL, El hombre en busca de sentido (Herder, Barcelona 1991)
[9] J. L. MARTÍN DESCALZO, Testamento del pájaro solitario (Verbo Divino, Estella 1991)


Norka C. Risso Espinoza

El sufrimiento en el hombre


El sufrimiento entra en el hombre en distintos momentos de nuestra vida, se realiza de diferentes maneras; asume dimensiones diversas; sin embargo, el sufrimiento es inseparable de la existencia terrena del hombre; por ello la Iglesia, que nace del misterio de la redención en la cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino del sufrimiento. De aquí se deriva que el sufrimiento humano suscita compasión, respeto y, a su manera atemoriza, llegando a tocar en el hombre la más profunda necesidad del corazón y también el profundo imperativo de la fe.

El hombre sufre de diversos modos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones, ya que el sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y, a la vez, aún más enraizado en la humanidad misma. Cuando distinguimos entre el sufrimiento físico y moral, la misma tiene como fundamento la doble dimensión del ser humano: corporal y espiritual.

Aunque las palabras sufrimiento y dolor se pueden usar, hasta cierto punto como sinónimos, antes de seguir adelante, vamos a intentar aclarar estos términos, que serán constantemente utilizados, pues con las palabras sufrimiento y dolor intentamos expresar una gran variedad de sensaciones y fenómenos subjetivos, pero casi siempre lo hacemos intercambiando y mezclando significados diversos al usar una u otra palabra, como si se tratara de realidades idénticas en todos los casos.

Para entendernos, llamaremos dolor al padecimiento corporal y sufrimiento al padecimiento anímico, aunque sin olvidar que uno y otro repercuten entre sí, componiendo el padecimiento humano total[1].

Para la teología, el sufrimiento consiste en un sentimiento de pérdida, daño o carencia, sea físico o espiritual[2].

El dolor es una experiencia corporal y mental, que es subjetiva; a diferencia del sufrimiento se siente como una experiencia extraña a uno mismo, adventicia e inasimilable, que a veces debemos soportar. El sufrimiento es un sentimiento que puede resultar provechoso y bueno. Lleva una connotación de contención y elaboración del dolor. Lo que la persona sufriente explica ha pasado por su cedazo intelectual, cultural, afectivo e imaginativo, y llega al que lo acompaña más o menos próximo a la realidad experimentada.

[1] J. CONDE HERRANZ, Introducción a la pastoral de la salud. (San Pablo, Madrid 2004)
[2] J. M. Mc DERMOTT, Sufrimiento en “Diccionario De Teología Fundamenta”l (San Pablo, Madrid 1992)

Norka C. Risso Espinoza

viernes, 6 de marzo de 2009

La escucha que nos convierte

Estamos en tiempo de cuaresma, tiempo de conversión, lo primero que nos podemos plantear es: ¿de que tenemos que convertirnos? En la sociedad en la que vivimos, en la que muchas veces impera el relativismo, probablemente hay poco para convertir; sin embargo, me animo a poner una frase que probablemente nos pueda invitar a la conversión: «Este es mi Hijo amado. Escuchadlo»

¿Cómo escuchamos? ¿Podemos convertir nuestra escucha? Aunque parezca ilógico, para escuchar sólo se necesita el corazón bien dispuesto, estar abiertos no sólo al que nos rodea, ante el que nos paramos, al que atendemos,… sino también estar abiertos a aquellos documentos eclesiales que tanto nos pueden aportar a nuestra formación, y por tanto, también a nuestra forma de movernos, de compartir con los demás, de ser y de estar en el mundo; me estoy refiriendo a documentos como Sacrosanctum Concilium, Ecclesia de Eucharistia,… documentos, entre otros, con los que nos podemos formar; documentos que nos invitan a abrirnos al misterio, a profundizar en el aspecto trinitario, a ir bajando los escalones hasta lo más recóndito de nuestros corazones para encontrarnos con Cristo vivo y presente en cada celebración.

Sí, creo que es desde allí desde donde puede empezar nuestra escucha, desde el aprender a saborear cada gesto, cada signo, cada símbolo, de nuestras celebraciones litúrgicas, el aprender a disfrutar del banquete de las dos mesas; no necesitamos añadidos superficiales, únicamente nuestra disposición, escuchar a Cristo en la Eucaristía, en el Sagrario, en la Exposición Sacramental, en la Palabra, en la Oración de los Fieles, en Laudes, Vísperas, Completas,… y otras tantas celebraciones.

Es desde esa escucha, en la que el Espíritu del Señor nos invita a movernos y poder dar lo mejor de nosotros a nuestros hermanos, ya sea en nuestras familias, en nuestra comunidad, en nuestro trabajo… y al igual que ‘sólo es capaz de amar aquel que se ha sentido amado’, sólo seremos capaces de transmitir aquello que vivimos cuando lo conocemos y experimentamos, sólo podemos ser contemplativos en la acción cuando hayamos sido capaces de interiorizar aquello que el Hijo amado nos dice; por tanto, escuchémoslo y desde allí nos sintamos llamados a convertir nuestro corazón en un corazón abierto a lo trascendental y abierto a lo profundo y mágico de estos documentos eclesiales.


Norka C. Risso Espinoza

lunes, 9 de febrero de 2009

“Cultura de la racionalidad”

Ante la diversidad de contenidos que definen la vida humana, caben dos opciones; el escepticismo que pone en duda toda convicción humana, concluye en el relativismo e invita a privatizar la verdad; o la pregunta por la posibilidad de una verdad válida donde toda subjetividad coincida. Husserl, por ejemplo, opta por esta segunda opción y pretende mostrar que la posibilidad de una metafísica es verdadera; la metafísica como pretensión de alcanzar la verdad radical que sustente la autenticidad humana con certeza y como condición de posibilidad de constitución de la comunidad humana.

Con la irrupción de la filosofía emerge una forma de ver el mundo basada en la razón, en una razón ingenuamente objetivista, cosificada, por eso asistimos con ello al nacimiento de la “cultura de la racionalidad”, que sería, al decir de Husserl, un nuevo nivel de historicidad en la vida humana; pero el hombre actual ha perdido la fe en aquello que la caracteriza como tal y que supone la condición de posibilidad de una humanidad plena: la razón.

La pérdida de la fe en la razón, por parte del hombre, supone la perdida de la fe en sí mismo, lo que lleva al hombre a seguir buscando su propia verdad, pero no se puede llegar a ella sin tener en cuenta la veritas, el pasado se convierte en la “norma” desde la que evaluar la aletheia, para poder trabajar la emunah. No nos encontramos, ante un pensamiento relativista o historicista, sino ante un pensamiento en el que no todas las lógicas, no todas las concepciones de la verdad, son iguales, dependen del espacio y del tiempo en la que ha vivido cada ser; si bien, tiene que haber algo universal.

No podemos renunciar a un conocimiento universal, una forma de salir de la anterior crisis podría ser volver a hacer una apuesta por restaurar la fe en la razón, ya que la racionalidad como tal no es perjudicial, pero siempre teniendo en cuenta que lo importante no es una razón impuesta a la fuerza; sino que lo importante es la fuerza de la razón.


Norka C. Risso Espinoza

viernes, 16 de enero de 2009

La 'buena o mala muerte'

Hoy, la enfermedad, el sufrimiento, el envejecimiento se viven como un fracaso. Por tanto, tampoco se acepta la muerte, que es el último e inexorable fracaso y, como no se puede evitar, se lleva en silencio, sin ceremonias que trasciendan de lo privado. En el ámbito individual, el dolor, la pena y el duelo son similares e incluso más intensos que en épocas anteriores. El dolor se vive en la intimidad, e incluso el hacer excesivas manifestaciones de dolor se considera como exageraciones.

Antiguamente la ‘buena muerte’ era la que llegaba poco a poco, la que daba tiempo para reconciliarse con Dios y con el prójimo. Sin embargo, la ‘mala muerte’ era la muerte repentina, la que había venido a hurtadillas y segado la vida sin que el moribundo hubiera tenido tiempo de poner en orden su vida espiritual, religiosa y humana. Hoy en día, los conceptos han cambiado y la muerte deseada es la muerte repentina, sin sufrimiento. Tal vez por la falta de contenido de nuestras vidas, pensamos y sentimos que no necesitamos reconciliarnos con nada ni con nadie.

La muerte de hoy es con frecuencia la muerte en soledad. Nos parece una muerte trágica y conceptuamos la soledad como un sufrimiento añadido muy importante. Por eso, nos imaginamos una muerte buena como una muerte en paz, sin sufrimientos y, sobre todo, rodeados de nuestros seres queridos, que en ese momento nos aportan cariño y consuelo.

Cuando el tiempo de la partida es inminente (2Tim 4,6), y, aparentemente, no resta si no aguardar la muerte, el anciano enfermo es la figura de una plenitud que ni siquiera el deterioro progresivo anula. «No habrá jamás... viejo que no llene sus días» (Is 65, 20). El final de la vida puede estar lleno de recuerdos y de nostalgias, y también de agradecimiento; de experiencias y de sabiduría, de desasosiego y de serena confianza; de soledad sufrida, por impuesta, y de soledad fecunda. Es el tiempo de volver a Dios con amor, con las manos abiertas y el corazón agradecido.


Norka C. Risso Espinoza

lunes, 5 de enero de 2009

Sin perder la infancia espiritual

Es gracioso que todavía haya personas a las que les guste celebrar su cumpleaños con tarta y un regalo envuelto en papel regalo con lazo incluido, pues ya veis, los años van pasando, pero en nuestro fuero interno sigue ese ‘ser niño’ que nunca se pierde. Y de verdad que está genial, no perder nunca esa infancia, pero sobre todo no perder la infancia espiritual, ya nos decía Hans Urs von Baltasar que esta infancia espiritual es crucial para entender el cristianismo, los pequeños y sencillos podrán comprender el amor que hay entre el Padre y el Hijo, el ser como niños nos ayuda a maravillarnos por el amor que Dios Padre-Madre tiene por cada uno de nosotros.
¡Feliz Año 2009 y que sigamos cumpliendo años sin perder nuestra infancia espiritual!

Norka C. Risso Espinoza