sábado, 25 de marzo de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el Domingo IV de Cuaresma

1ª lectura:      1 Samuel 16,1b.6-7.10-13a
«David es ungido rey de Israel»
Salmo:            «El Señor es mi pastor, nada me falta»
2ª lectura:     Efesios 5,8-14
«Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz»
Evangelio:     Juan 9,1-41
«Fue, se lavó, y volvió con vista»
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?» Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.» Dicho esto,] escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé» (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista.
Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo.» Otros decían: «No es él, pero se le parece.» Él respondía: «Soy yo.» [Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?» Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.» Le preguntaron: «¿Dónde está él?» Contestó: «No sé.»]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. [Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.] También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.» Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta.» [Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres contestaron: «Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.» Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Le preguntan de nuevo: «¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?» Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?» Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.» Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»] Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del Hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él. [Dijo Jesús: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.» Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?» Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.»]

Compartimos dos carteles para la oración-reflexión:




sábado, 18 de marzo de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el Domingo III de Cuaresma

1ª lectura:      Éxodo 17,3-7
«Danos agua para beber»
Salmo:            «Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón»
2ª lectura:     Romanos 5,1-2.5-8
«El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado»
Evangelio:     Juan 4,5-42
«Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna»
En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.) La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.» La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». ÉL le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve.» La mujer le contesta: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.» La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.» Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.» Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad. La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo.» Jesús le dice: «Soy yo: el que habla contigo.»
[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?» La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías?» Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come.» Él les dijo: «Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.» Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?» Jesús les dijo: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogisteis el fruto de sus sudores.]

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

Compartimos dos carteles para la oración-reflexión:




sábado, 11 de marzo de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el Domingo II de Cuaresma

1ª lectura:      Génesis 12,1-4a
«Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios»
Salmo:            «Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti»
2ª lectura:     2 Timoteo 1,8b-10 «Dios nos llama y nos ilumina»
Evangelio:     Mateo 17,1-9
«Su rostro resplandeció como el sol»

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.»
Compartimos 2 carteles para la oración-reflexión:




miércoles, 8 de marzo de 2017

#SerHermano de San Juan de Dios

Los hermanos de San Juan de Dios son la cara visible de la #Hospitalidad.
A través de una serie de vídeos que estarán colgados en la web Ser Hermano y que se pueden compartir en redes sociales, los Hermanos explican en qué consiste ser Hermano de San Juan de Dios, cómo descubrieron su vocación religiosa, cómo llegaron a la Orden, cuáles son sus profesiones, etc.
Además, participan también en la campaña colaboradores que ofrecen su visión sobre los Hermanos desde el trato cercano que tienen con ellos desde sus puestos de trabajo y ocupaciones.
Para contribuir a la difusión de esta campaña, puedes interactuar y compartir este material audiovisual en las redes sociales con el hashtag que da nombre a la campaña: #SerHermano


Ellos son la cara visible de la #Hospitalidad

martes, 7 de marzo de 2017

En clave de #Hospitalidad: San Juan de Dios

1ª lectura:      Isaías 58,6-11
«Parte tu pan con el hambriento»
Salmo:            «Dichosos quien teme al Señor»
2ª lectura:     1 San Juan 3,13-18
«También nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos»
Evangelio:     Lucas 10,25-37
«Anda, haz tú lo mismo»
En aquel tiempo, se presentó u letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?» El letrado contestó: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.”» Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio; al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, y dándoselos al posadero, le dijo: Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.” “¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”» El letrado contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

*      Reflexión
Juan de Dios en el siglo XVI, captó con fuerza la misericordia de Dios y la expresó en forma de "#caridad" de amor y servicio, atendiendo a los enfermos y necesitados, viviendo en su vida, con sus gestos, palabras y obras, un profundo amor a Dios y al prójimo necesitado. Éste fue su gran "encuentro" y el fundamento y raíz de una manera de vivir el amor y la acogida, la hospitalidad; que se ha ido prolongando, desarrollándose y adaptándose a cada época, hasta el día de hoy.
Es verdad que los tiempos han cambiado, la historia es larga y aunque son muchas las formas que se han ido adaptando a las necesidades y medios disponibles en cada época, ha permanecido siempre, lo que Juan de Dios vivió; los hermanos quieren manifestar con su vida que "Dios sigue preocupándose de cada hombre necesitado". Es un estilo de vida, que va más allá de la necesidad de un trabajo bien hecho, de una dedicación desinteresada, de un compromiso en el mundo de la salud o de la marginación.
La vocación siempre es iniciativa de Dios. Es por haber captado su amor y su misericordia que se sienten empujados a compartirlo y ofrecerlo a los demás, es por haber sido amados por Él, que han acogido su llamada, que la han antepuesto a otros intereses y valores, que han dispuesto su vida para desarrollar un proyecto personal y comunitario de seguimiento a Jesús en la #Hospitalidad.

Su vocación de religiosos hospitalarios consiste en vivir en armonía el amor a Dios y a los hombres. De Juan de Dios, conservamos muy pocos escritos pero en algunos de ellos encontramos fragmentos que les impulsan a imitarlo: "Si conocieses lo grande que es la misericordia de Dios, nunca dejarías de hacer el bien mientras pudieses", "Tened siempre caridad, porque donde hay caridad hay Dios, aunque Dios en todo lugar está".

Magnificat de Juan de Dios. Hno Isidoro de Santiago

"Magníficat de Juan de Dios", realizado por el Hno. Isidoro de Santiago, con motivo de la fiesta de San Juan de Dios. Espero que os guste.



sábado, 4 de marzo de 2017

En clave de #Hospitalidad: Reflexión para el Domingo I de Cuaresma

1ª lectura:      Génesis 2,7-9;3,1-7
«Creación y pecado de los primeros padres»
Salmo:            «Misericordia, Señor: hemos pecado»
2ª lectura:     Romanos 5,12-19
«Si creció el pecado, más abundante fue la gracia»
Evangelio:     Mateo 4,1-11
«Jesús ayuna cuarenta días y es tentado»

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Pero él le contestó diciendo: «Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”» Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras.”» Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios.”» Después, el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole todos los reinos del mundo y su gloria, le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras.» Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.”» Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
Comparto dos carteles para la oración-reflexión:



viernes, 3 de marzo de 2017

Juan de Dios no ha muerto, sigue vivo

Nuestro compi Luis Alberto Catalán, Presidente de la Hdad. San Juan de Dios de Ciempozuelos, también ha participado en la novena de San Juan de Dios. Compartimos -con su permiso- su experiencia sobre “Juan de Dios no ha muerto, sigue vivo”:

Hoy nuestro itinerario de reflexión sobre Nuestro Santo Patrón nos lleva a un punto de plena vigencia, nos lleva a decir: “Juan de Dios no ha muerto, Juan de Dios está vivo”.

Sabemos de la importancia del presente sobre el pasado y/o el futuro. Sabemos también de la finitud de nuestras vidas. Y ante estas dos realidades se impone nuestra reflexión de hoy. San Juan de Dios sí tiene historia pasada y proyecto de futuro; San Juan de Dios murió en Granada entregando su alma a Dios, de rodillas y abrazado a la Cruz. Y aun así decimos San Juan de Dios está Vivo.

Que equivocados estaban aquel 8 de marzo cuando, llorando y desconsolado, gritaban por las calles de Granada que San Juan de Dios había muerto. Que poco imaginaban que acababa de morir el hombre, mostrándose así su finitud; pero acababa de nacer el Santo, apareciendo así su Obra, sus seguidores y todo su futuro. Ahora sí que Juan era de Dios y, por siempre, para Dios. Ahora su semilla había caído a tierra y al germinar año tras año, seguidor tras seguidor, ya vivirá para siempre. Ahora ya San Juan de Dios es presente.

Y hoy ya podemos salir a las calles con alegría y esperanza gritando: San Juan de Dios está vivo.

Y no sé si son necesarias más palabras, casi creo que no. Sólo basta con mirar a nuestro alrededor y viendo sus obras, sus seguidores, sus devotos y ya podemos seguir diciendo que San Juan de Dios Vive. Y vive porque entregándose por entero a Dios y siguiendo el modelo de Jesucristo, ama a los hombres.

Todos estos días y cada vez que oímos hablar de San Juan de Dios siempre, siempre, sale la palabra AMOR. Es inevitable. Su Carisma es el carisma del Amor. Es el AMOR en letras mayúsculas por Dios, por Jesucristo y por Nuestra Madre la Virgen. Y nada lo entiende sin este amor.

Pero nosotros a fuerza de oír una y otra vez esta palabra, AMOR, nos estemos acostumbrando a ella y quizás pierda su valor. Pero amar como Jesucristo propone y Juan de Dios practicó no es una costumbre, no es una rutina más. Amar es una sensibilización constante ante el hermano; es un nacer cada día a una experiencia nueva. Es encontrar en el otro un Cristo vivo. Es ver, acercarse, escuchar, cuidar, acompañar, compartir y dar esperanza. Es ser HOSPITALARIO. Por eso no hay miedo a equivocarnos: San Juan de Dios está vivo. Y San Juan de Dios por ser de Él tiene un gran valedor.

A lo mejor podemos escuchar que San Juan de Dios, su Obra está viva porque también está viva la necesidad, la enfermedad, el desamparo, etc. Que pobre es esta experiencia. San Juan de Dios está vivo porque ÉL no ve la enfermedad, Él ve al hombre enfermo; San Juan de Dios no ve la necesidad, Él ve al hombre necesitado. Incluso en un pasaje de su vida Él no ve la muerte, si no la dignidad de ser enterrado.

Y otra vez más: San Juan de Dios, no ha muerto, sigue Vivo.

Y además tenemos que afirmar esto si somos coherentes con nuestra fe.
Nuestra experiencia, de todos los que estamos ahora aquí, no puede ser de muerte. La experiencia del Cristiano es una experiencia de vida, de resurrección, de amor de Dios y a Dios, y una experiencia de amor al prójimo. Es una experiencia al estilo de San Juan de Dios, es una experiencia vivida bajo el Carisma de la Hospitalidad.

Ya hace unos años que llegué a esta casa y empecé a vivir mi experiencia de vida hospitalaria, al principio sin yo saber bien que era lo que estaba pasando. Sí conocía a San Juan de Dios, pues mi familia era muy devota de Él y en un rincón del salón había una capilla con su imagen y una reliquia del Santo. Pero al llegar a Ciempozuelos empecé a conocerlo de otra manera. Ya no era sólo el Santo al que rezar. Poco a poco se iba metiendo dentro de mí, como Él sabe hacer las cosas, y pasó a ser una manera de vivir.

Su semilla cayó dentro de mí y luego tuve, y tengo, buenos jardineros que me siguen formando y conformando al estilo de San Juan de Dios. Entre estos jardineros siempre primero los Hermanos de la Orden (a muchos muy presentes y muy vivos en mi corazón y en mi vida). Otros jardineros son los residentes de nuestros centros y sus familias; mis compañeros de trabajo y muchos ahora grandes amigos; y finalmente el resto de miembros de esta familia hospitalaria: voluntarios, bienhechores, simpatizantes y devotos del Santo.

Solo espero dar un digno fruto de esta semilla de Hospitalidad y que a su vez las semillas que yo derrame caigan en buena tierra: en mi familia, mis amigos, en mis compañeros y en todas las personas que me puedan rodear.

San Juan de Dios no es mío, pero si su Carisma de Hospitalidad y Amor. Ahora mi responsabilidad sí es dar a conocerlo y compartirlo. Una responsabilidad que nos acompaña a todos los que le amamos y hemos decidido que siga vivo en nosotros y en todas las personas que nos rodean.


Juan de Dios se encendió en Granada y, poco a poco, su luz ha ido llegando a todos los confines del mundo. Una llama que ilumina la oscuridad del dolor y calienta la frialdad de la indiferencia. Nosotros tenemos que seguir siendo combustible que mantenga viva esa llama y que, como dice su himno, la sigamos convirtiendo en volcanes de amor y caridad.

Luis Alberto Catalán