La OHSJD
da un gran valor a la atención espiritual y religiosa de los
enfermos. Esta institución que cuenta con más de 500 años de existencia, con
gran experiencia en el cuidado y la asistencia a todo tipo de enfermos y
necesitados menciona en su carta de identidad:
«Nuestra
aportación a la sociedad será creíble en la medida en que incorpore los progresos de la técnica y la
evolución de las ciencias y la sepa enriquecer con sus logros; de ahí la
importancia de que nuestra respuesta asistencial mantenga una inquietud por
estar permanentemente actualizada en su vertiente técnica y profesional. A partir de ahí deberemos dar una
asistencia que considere todas las dimensiones de la persona humana –biológica,
psíquica, social y espiritual-. Solamente una atención que trate todas estas
dimensiones, al menos como criterio de trabajo y como objetivo que lograr, podrá
considerarse como asistencia integral.
Hablar de
atención integral implica atender y cuidar la dimensión espiritual de la
persona.»
Ahora bien,
la realidad es que si la espiritualidad va adquiriendo mayor reconocimiento y
atención, no sólo en el campo de la salud y de la asistencia, sino en todos los
órdenes de la vida, incluso en el mundo empresarial, asistimos también a la
existencia de cierta confusión, cuando menos terminológica. Se habla de
espiritualidad, religiosidad, esoterismo, técnicas de autoconocimiento y otros
términos que no siempre significan lo mismo. Me referiré a continuación a los
términos ‘espiritualidad’ y ‘religiosidad’ por ser los que nos interesan en este
momento.
Decía
Arnaldo Pangrazzi, que cuando se
habla de espiritualidad, hay quienes
tienden a considerarla como sinónimo de
pertenencia a una determinada religión. Aunque es verdad que para muchos la
espiritualidad está directamente relacionada con su propia tradición religiosa,
para otros no es así. Actualmente las
religiones tradicionales están perdiendo influjo y dominio, mientras que crece
el interés por la espiritualidad. Hay un elevado número de personas que no conocen
ni frecuentan la iglesia (lugar de culto católico), la mezquita (lugar de culto
islámico) o la pagoda (lugar de
culto budista), pero que poseen una rica
espiritualidad.
La ESPIRITUALIDAD
se refiere a la llamada interna de toda persona a orientar y a crecer en su vida
mediante transformaciones internas permanentes, en búsqueda de la plenitud, la
felicidad, el paraíso, la realización plena del proyecto vital, la autorrealización, el nirvana… u
otros nombres que se refieren a lo mismo.
Es vivir la dimensión espiritual en profundidad, y por
tanto, exige el contacto con ella. Aunque pertenece a la intimidad del ser
humano, atraviesa toda la realidad de la persona de dentro hacia
fuera, llenando la vida de luz y sentido.
Al igual
que todas las dimensiones constitutivas de la persona, física, psicológica y
social, el ser humano puede bloquear e incluso negar la realidad de lo
espiritual dentro de sí mismo, perdiendo así la oportunidad de madurar y crecer,
en definitiva, de reconocer y experimentar la profundidad y las posibilidades a
las que está llamado. Esto se constata frecuentemente en muchos enfermos, pero
de modo especial en los enfermos en el proceso terminal de sus vidas. Aquellos que han cultivado y desarrollado
en su vida la espiritualidad encuentran en los momentos de crisis importantes
apoyos para vivir saludablemente esas situaciones, y viceversa. Lo vemos en
nuestros residentes
De una forma sintética, el contenido de la vida espiritual de las
personas se refiere a los siguientes aspectos:
- Al sentido de la vida: especialmente a las grandes preguntas y respuestas sobre el sentido de la vida, de la muerte, del sufrimiento, del gozo, del trabajo, de las opciones que se toman en la vida. El sentido de las realidades que dan peso específico a nuestra vida. ¿por qué a mí? ¿existe algo después de la muerte? ¿qué será de los míos? ¿tiene sentido vivir sufriendo? ¿estoy satisfecho con mi vida? Y muchos otros interrogantes que cada persona se hace en su momento.
- A los valores: aquellos que definitivamente motivan el sentido de nuestra vida y hacen que tomemos una opción, decisión o conducta, o tomemos otra. Sobre su base se constituye su escala de valores. Aquello que de verdad valoramos en la vida y de lo cual tratamos de hacernos virtuosos con la práctica habitual en nuestra vida. Son las puntas de lanza que mueven al ser humano en su vida. Los hay de muchos tipos y clases, y en función de ellos vivimos, en función de ellos también vivimos la enfermedad y se afronta el proceso final de la vida.
- Las creencias que todo ser humano tiene y de las que está convencido. Pueden ser de muchos tipos, pero en razón de las síntesis hablaremos de aquellas que abren a la persona a la trascendencia divina (Dios, que puede tener muchos nombres) y las que tienen una orientación existencialista y humana (ciencia, cultura, familia, política, deporte…) hay que decir que pueden darse varios tipos en una misma persona, aunque siempre hay unas con mayor peso específico que otras. Las creencias tienen también su proceso de elaboración y maduración. Muchas veces quedan en un nivel puramente mágico o ritual. Otras veces están más formadas y elaboradas razonablemente. En todo caso es importante no caer en fundamentalismos. En la asistencia a todos los enfermos, resulta de capital importancia estar atentos a este aspecto, que será en muchas ocasiones la llave para afrontar adecuadamente su enfermedad.
La RELIGIOSISDAD
es la capacidad del ser humano de vivir una
experiencia religiosa en una religión
concreta. Exige una opción de la persona por un Dios concreto, por una religión
determinada, que tiene un cuerpo doctrinal definido y orientado para ofrecer a
los creyentes su escala de valores así como las respuestas a los grandes
interrogantes de la existencia, aun cuando en ocasiones sea dentro del misterio que
también forma parte de ella. Sus rasgos básicos y de manera sintética son los
siguientes:
- Exige la fe en Dios: un acto libre y voluntario. Es la respuesta a una llamada que comporta entender y vivir de una forma concreta. Es un don que no se alcanza por méritos propios y al que hay que responder. Es una experiencia dinámica que necesita del silencio interior para escuchar frecuentemente la llamada y poder responder. Por encima de doctrinas, normas y reglas, que también existen, se trata de una experiencia personal y comunitaria capaz de transformar la vida y orientarla de acuerdo con el Dios en el que se cree.
- Comunidad: no hay religión sin comunidad, asamblea, Iglesia, comunidad vertical (relación persona-Dios) y comunidad horizontal (relación interpersonal entre los miembros de la comunidad), unidos por el eje común de la fe. Tiene una doctrina que se comparte, se vive, ayuda, orienta y da respuestas a las grandes preguntas por el sentido de la vida, de la muerte, del sufrimiento… ordena la escala de valores de sus miembros y ayuda a profundizar en las creencias y la fe en el Dios de la comunidad. Es el espacio adecuado donde se celebran las liturgias y los ritos, donde se forma a los nuevos creyentes y habitualmente se preocupa por las necesidades tanto espirituales como materiales de sus miembros.
- Descentramiento: es la experiencia de «salida de sí mismo». Poner el centro de la vida fuera de uno mismo. Uno se constituye en siervo de ese Centro que hay en el creyente (Dios-Amor en el cristianismo, por ejemplo). Es uno de los criterios de discernimiento sobre la madurez y lo saludable de una experiencia religiosa. La fe en Dios, para que sea auténtica y sana, debe ayudar al creyente a superar el egocentrismo que pone a la persona como centro del mundo y de la propia comunidad, por encima incluso de Dios. Sin embargo, la experiencia de encuentro con Dios, sea cual sea, ha de llevar a la persona a abrirse a Dios, fuente de la vida y la existencia, al mundo del que formamos parte y a las personas con quien está llamada a constituir la comunidad humana que viva en paz, justicia, libertad y solidaridad. Por ello es frecuente que las comunidades de cualquier religión no miren solo a su propio grupo, sino que están abiertas a trabajar en unidad por el bien común de la sociedad.
- Símbolos: la fe solo puede expresarse con el lenguaje simbólico (no científico). La comunidad necesita símbolos para expresar lo que no puede ser dicho con claridad por el lenguaje verbal y escrito. De ahí que la liturgia en las religiones ocupe un espacio muy importante para celebrar la fe y para crecer en ella, para vivirla. La liturgia en las religiones está llena de símbolos, que remiten al creyente a una realidad diversa y superior. Un ejemplo claro en la liturgia cristiana católica son los sacramentos.
La persona
puede vivir su religiosidad de dos formas:
1. Una ejercida como
medio para acceder a la experiencia de lo divino. De esta forma
cumple su fin último que es la espiritualidad. El religioso vive su religión y
vivencia su fe como el valor más alto de su
vida.
2. La otra manera es cuando
la religiosidad se convierte en un
fin en sí misma, la experiencia de lo divino se desvanece, y la
religiosidad adquiere un carácter instrumental, y supersticioso, que aleja a la
persona de lo espiritual. En este caso el religioso usa la religión en un
sentido estrictamente utilitario para ganar seguridad, posición social, u otras
metas no religiosas.
Aquello que
dota de realidad y sentido esencial a esta vida religiosa es justamente la
espiritualidad. Sin espiritualidad, la
vida religiosa es sólo apariencia, máscara, vacío de lo
divino.
Benjamin Beit-Hallahmi y Michael
Argyle proponen la consideración
de la religión como una actitud compuesta de tres dimensiones:
- cognitiva (creencias religiosas), estaríamos hablando de conceptos teológicos, como trinidad, cristología, eclesiología, escatología...
- comportamental (comportamientos religiosos y rituales más o menos institucionalizados y convencionales), aquí estarían los sacramentos, entre ellos la comunión, la reconciliación, la unción de enfermos, que son los sacramentos propios de la enfermedad.
- afectiva (vínculos entre el hombre y la transcendencia), podría incluir aquí la oración, teniendo presente que esa relación con mi invita a salir de mí mismo para llegar al hermano.
EJEMPLO para ver las diferentes respuestas entre quien estaría
viviendo una espiritualidad religiosa y otro que no: Cuando la persona se
pregunta ¿quién soy yo?
Encontraremos una postura como la de
Descartes, quien dijo “pienso, luego existo”; se encuentra
con el pensar para afirmarse como una realidad
óntica.
Pero
también vamos a encontrar la postura de alguien como Agustín de Hipona o San Agustín; que al
preguntarse sobre quién es él, San Agustín se encontrará con un Otro. No se
encuentra primero consigo mismo, sino con Otro, con Dios y así a modo de diálogo con este Gran Otro, que
le permitió ir conociéndose, descubriéndose.
Personas
como San Agustín, dentro de la historia de la espiritualidad cristiana, son las
que dan origen a la categoría de Homo
Religiosus para la antropología religiosa. Son personas con capacidad de
vivir el fenómeno religioso, que sólo es posible dentro de la dimensión
espiritual.
La religión exige una opción
personal, y por tanto es posible que nos
encontremos con personas no religiosas cuya vida espiritual no está abierta a la
trascendencia, aun Dios concreto, y sus creencias quedan referidas a la esfera
de lo existencial, del mundo conocido. La espiritualidad es lo más
específicamente humano, de ella no podemos renegar, mientras que sí podemos optar por declararnos no
creyentes, no “re-ligarnos” a ningún tipo de
fe.
José Carlos Bermejo explica de la siguiente forma la relación entre
espiritualidad y religiosidad:
Aunque
espiritualidad y religiosidad están
íntimamente relacionadas y son incluyentes, no son necesariamente coincidentes
entre sí. Mientras que la religiosidad comprende la disposición y vivencia
de la persona de sus relaciones con Dios dentro del grupo al que pertenece como
creyente y en sintonía con el modo concreto de expresar la fe y las relaciones,
la espiritualidad abarca la dimensión
religiosa y la incluye en parte. En ella podemos considerar como elementos
fundamentales todo el complejo mundo de los calores, la pregunta por el sentido
último de las cosas, las opciones fundamentales de la vida (la visión global de
la vida).
Cuando la espiritualidad llega a cristalizar en la
profesión de un credo religioso; cuando el mundo de los valores, de las opciones
fundamentales y la pregunta por el sentido cristalizan en una relación con Dios,
entonces hablamos de religiosidad.
Muchos elementos pertenecen, pues, a la dimensión espiritual, irrenunciable
para toda la persona, pero no todos los
individuos dan el paso de la fe: la relación con Dios, la profesión de un
credo, la adhesión a un grupo que comparte y concelebra el misterio de lo que
cree.
Koenig planteó cuatro modelos sobre la relación de la salud
mental y física con la religión y la espiritualidad o secularidad
(laicidad):
Versión tradicional-histórica de
espiritualidad: Se caracteriza por la profunda religiosidad. La
religión, la espiritualidad y la secularidad (laicidad) son recursos que pueden
promover estados mentales positivos como el propósito y significado de la vida.
La espiritualidad en esta versión es un constructo completamente separado de las
medidas de salud mental o física.
Versión moderna de
espiritualidad: Se caracteriza porque amplía o va más allá del
constructo de religión tradicional. Esta versión conceptualiza la comparación de
la salud mental y física de los que son "espirituales religiosos", los que son
"espirituales, pero no religiosos", y los que son "completamente
seculares"
Versión
tautológica (mismo pensamiento expresado de
distintas maneras, pero que son equivalentes) moderna
de espiritualidad: Aunque es similar a la anterior, se caracteriza
porque se extiende hacia fuera incluyendo en su definición la salud mental
positiva y los valores humanos. Este concepto de espiritualidad incluye no sólo
indicadores religiosos tradicionales o una búsqueda de lo sagrado, sino también
estados psicológicos positivos como propósito y significado de la vida, la
conexión con los demás (la calidad de apoyo social), tranquilidad, armonía y
bienestar. Se define como versión "tautológica" porque incluye indicadores de
salud mental en la definición de espiritualidad, lo que asegura una correlación
positiva entre estas dos variables
Versión clínica moderna de
espiritualidad: Esta versión se caracteriza porque incluye las
anteriores, es decir, el constructo de religión y los indicadores positivos de
salud mental, sino también lo secular (laicismo) como elementos de su
definición. En este modelo es considerado espiritual incluso lo agnóstico y lo
ateo. Este es precisamente el modelo que actualmente se está trabajando desde la
SECPAL.
Para
finalizar quiero traer a Marcos Gómez
Sancho: «Entender el asunto de que
las necesidades espirituales y religiosas no son sinónimas tiene una gran
importancia práctica. No es asunto
exclusivo del sacerdote o pastor intentar hacer frente de este tipo de
necesidades.» ya que tras ver la versión clínica de espiritualidad queda
de forma más clara la importancia del trabajo interdisciplinar.
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