Nuestro compi
Luis Alberto Catalán, Presidente de la Hdad. San Juan de Dios de Ciempozuelos, también
ha participado en la novena de San Juan de Dios. Compartimos -con su permiso- su experiencia sobre “Juan de Dios no ha muerto, sigue vivo”:
Hoy nuestro
itinerario de reflexión sobre Nuestro Santo Patrón nos lleva a un punto de
plena vigencia, nos lleva a decir: “Juan de Dios no ha muerto, Juan de Dios
está vivo”.
Sabemos de la
importancia del presente sobre el pasado y/o el futuro. Sabemos también de la
finitud de nuestras vidas. Y ante estas dos realidades se impone nuestra
reflexión de hoy. San Juan de Dios sí tiene historia pasada y proyecto de
futuro; San Juan de Dios murió en Granada entregando su alma a Dios, de
rodillas y abrazado a la Cruz. Y aun así decimos San Juan de Dios está Vivo.
Que
equivocados estaban aquel 8 de marzo cuando, llorando y desconsolado, gritaban
por las calles de Granada que San Juan de Dios había muerto. Que poco
imaginaban que acababa de morir el hombre, mostrándose así su finitud; pero
acababa de nacer el Santo, apareciendo así su Obra, sus seguidores y todo su
futuro. Ahora sí que Juan era de Dios y, por siempre, para Dios. Ahora su
semilla había caído a tierra y al germinar año tras año, seguidor tras
seguidor, ya vivirá para siempre. Ahora ya San Juan de Dios es presente.
Y hoy ya
podemos salir a las calles con alegría y esperanza gritando: San Juan de Dios
está vivo.
Y no sé si
son necesarias más palabras, casi creo que no. Sólo basta con mirar a nuestro
alrededor y viendo sus obras, sus seguidores, sus devotos y ya podemos seguir
diciendo que San Juan de Dios Vive. Y vive porque entregándose por entero a
Dios y siguiendo el modelo de Jesucristo, ama a los hombres.
Todos estos
días y cada vez que oímos hablar de San Juan de Dios siempre, siempre, sale la
palabra AMOR. Es inevitable. Su Carisma es el carisma del Amor. Es el AMOR en
letras mayúsculas por Dios, por Jesucristo y por Nuestra Madre la Virgen. Y
nada lo entiende sin este amor.
Pero nosotros
a fuerza de oír una y otra vez esta palabra, AMOR, nos estemos acostumbrando a
ella y quizás pierda su valor. Pero amar como Jesucristo propone y Juan de Dios
practicó no es una costumbre, no es una rutina más. Amar es una sensibilización
constante ante el hermano; es un nacer cada día a una experiencia nueva. Es
encontrar en el otro un Cristo vivo. Es ver, acercarse, escuchar, cuidar,
acompañar, compartir y dar esperanza. Es ser HOSPITALARIO. Por eso no hay miedo
a equivocarnos: San Juan de Dios está vivo. Y San Juan de Dios por ser de Él
tiene un gran valedor.
A lo mejor
podemos escuchar que San Juan de Dios, su Obra está viva porque también está
viva la necesidad, la enfermedad, el desamparo, etc. Que pobre es esta
experiencia. San Juan de Dios está vivo porque ÉL no ve la enfermedad, Él ve al
hombre enfermo; San Juan de Dios no ve la necesidad, Él ve al hombre
necesitado. Incluso en un pasaje de su vida Él no ve la muerte, si no la
dignidad de ser enterrado.
Y otra vez
más: San Juan de Dios, no ha muerto, sigue Vivo.
Y además
tenemos que afirmar esto si somos coherentes con nuestra fe.
Nuestra
experiencia, de todos los que estamos ahora aquí, no puede ser de muerte. La
experiencia del Cristiano es una experiencia de vida, de resurrección, de amor
de Dios y a Dios, y una experiencia de amor al prójimo. Es una experiencia al
estilo de San Juan de Dios, es una experiencia vivida bajo el Carisma de la
Hospitalidad.
Ya hace unos
años que llegué a esta casa y empecé a vivir mi experiencia de vida
hospitalaria, al principio sin yo saber bien que era lo que estaba pasando. Sí
conocía a San Juan de Dios, pues mi familia era muy devota de Él y en un rincón
del salón había una capilla con su imagen y una reliquia del Santo. Pero al
llegar a Ciempozuelos empecé a conocerlo de otra manera. Ya no era sólo el
Santo al que rezar. Poco a poco se iba metiendo dentro de mí, como Él sabe
hacer las cosas, y pasó a ser una manera de vivir.
Su semilla
cayó dentro de mí y luego tuve, y tengo, buenos jardineros que me siguen
formando y conformando al estilo de San Juan de Dios. Entre estos jardineros
siempre primero los Hermanos de la Orden (a muchos muy presentes y muy vivos en
mi corazón y en mi vida). Otros jardineros son los residentes de nuestros
centros y sus familias; mis compañeros de trabajo y muchos ahora grandes
amigos; y finalmente el resto de miembros de esta familia hospitalaria:
voluntarios, bienhechores, simpatizantes y devotos del Santo.
Solo espero
dar un digno fruto de esta semilla de Hospitalidad y que a su vez las semillas
que yo derrame caigan en buena tierra: en mi familia, mis amigos, en mis
compañeros y en todas las personas que me puedan rodear.
San Juan de
Dios no es mío, pero si su Carisma de Hospitalidad y Amor. Ahora mi
responsabilidad sí es dar a conocerlo y compartirlo. Una responsabilidad que
nos acompaña a todos los que le amamos y hemos decidido que siga vivo en
nosotros y en todas las personas que nos rodean.
Juan de Dios
se encendió en Granada y, poco a poco, su luz ha ido llegando a todos los
confines del mundo. Una llama que ilumina la oscuridad del dolor y calienta la
frialdad de la indiferencia. Nosotros tenemos que seguir siendo combustible que
mantenga viva esa llama y que, como dice su himno, la sigamos convirtiendo en
volcanes de amor y caridad.
Luis Alberto Catalán
No hay comentarios:
Publicar un comentario