martes, 3 de mayo de 2016

Pascua del Enfermo

Cuando nos pilla uno de esas épocas en las que sólo hay tiempo para lo urgente, y todo va saliendo sin saber cómo; no hay tiempo ni para lo importante, ni para lo que a una le gusta, y eso es lo que ha pasado con este blog, ¡¡ya veis casi un mes sin escribir nada!! Pero no quería dejar pasar la Pascua del enfermo:

Tanto a nivel laboral, como a nivel parroquial ha sido una magnífica experiencia. En el Centro en el que trabajo unos 300 residentes han recibido la Santa Unción, y varios de ellos acompañados por sus familiares que también han querido recibirla; 



pero mi sorpresa es cuando en mi Parroquia casi 100 personas también la han recibido.

Muchos diréis no es para tanto, pero a mi me parece importante, porque es irnos quitando el miedo de la extremaunción; aún se oye aquello de “yo no la recibo porque no me voy a morir”, pues estas 100 personas de la Parroquia, son testigos del don de la santa unción, como un sacramentos de vivos. Y mucho hay que agradecer tanto al sacerdote que realiza esta misión, como al equipo de Pastoral de la Salud, que día a día nos transmiten con su vida la alegría del evangelio, incluso en medio de las dificultades.


Que tras este día tan especial podamos seguir avanzando con las palabras de nuestros obispos (MENSAJE DE LOS OBISPOS DE LA COMISIÓNEPISCOPAL DE PASTORAL): “Y ahora dejemos que la luz que la contemplación ha regalado a nuestros ojos ilumine el mundo de la salud que tenemos delante y nos mueva a encontrar la respuesta cristiana más auténtica. Ninguna sociedad como la actual ha tenido más posibilidades en la lucha contra la enfermedad y la promoción de la salud, sin embargo existen los miedos. Somos la sociedad más informada, pero nunca tanta información generó más desconfianza. A más recursos sanitarios, más miedo a enfermar; a más técnica, menos confianza en los médicos, en los sanitarios, en el sistema. En este contexto, ¡qué bien nos viene el testimonio de confianza de María! Por otra parte, vivimos también la paradoja de valorar la interconexión social y mundial a la vez que dejamos marginados o sin acompañamiento alguno a los más débiles o con menos recursos. El acompañamiento al enfermo –incluido el familiar-, está en horas bajas. El grupo de los “descartados” es grande, incluso en nuestros ambientes cristianos. La actitud acompañante de María supone para todos un testimonio estimulante y una llamada de atención inequívoca.”

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