Cuando nos pilla uno de esas épocas en las que sólo hay
tiempo para lo urgente, y todo va saliendo sin saber cómo; no hay tiempo ni
para lo importante, ni para lo que a una le gusta, y eso es lo que ha pasado
con este blog, ¡¡ya veis casi un mes sin escribir nada!! Pero no quería dejar
pasar la Pascua del enfermo:
Tanto a nivel laboral, como a nivel parroquial ha sido una
magnífica experiencia. En el Centro en el que trabajo unos 300 residentes han
recibido la Santa Unción, y varios de ellos acompañados por sus familiares que
también han querido recibirla;
pero mi sorpresa es cuando en mi Parroquia casi
100 personas también la han recibido.
Muchos diréis no es para tanto, pero a mi me parece
importante, porque es irnos quitando el miedo de la extremaunción; aún se oye
aquello de “yo no la recibo porque no me voy a morir”, pues estas 100 personas de
la Parroquia, son testigos del don de la santa unción, como un sacramentos de
vivos. Y mucho hay que agradecer tanto al sacerdote que realiza esta misión,
como al equipo de Pastoral de la Salud, que día a día nos transmiten con su
vida la alegría del evangelio, incluso en medio de las dificultades.
Que tras este día tan especial podamos seguir avanzando con
las palabras de nuestros obispos (MENSAJE DE LOS OBISPOS DE LA COMISIÓNEPISCOPAL DE PASTORAL): “Y ahora dejemos que la luz que la contemplación ha
regalado a nuestros ojos ilumine el mundo de la salud que tenemos delante y nos
mueva a encontrar la respuesta cristiana más auténtica. Ninguna sociedad como
la actual ha tenido más posibilidades en la lucha contra la enfermedad y la
promoción de la salud, sin embargo existen los miedos. Somos la sociedad más
informada, pero nunca tanta información generó más desconfianza. A más recursos
sanitarios, más miedo a enfermar; a más técnica, menos confianza en los
médicos, en los sanitarios, en el sistema. En este contexto, ¡qué bien nos
viene el testimonio de confianza de María! Por otra parte, vivimos también la
paradoja de valorar la interconexión social y mundial a la vez que dejamos
marginados o sin acompañamiento alguno a los más débiles o con menos recursos.
El acompañamiento al enfermo –incluido el familiar-, está en horas bajas. El
grupo de los “descartados” es grande, incluso en nuestros ambientes cristianos.
La actitud acompañante de María supone para todos un testimonio estimulante y
una llamada de atención inequívoca.”
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