En esta ocasión compartimos con vosotros la reflexión del Hno. Gabriel Garcia, en el quinto día de la Solemne Novena a San Juan de Dios:
Acabada
su peregrinación a Guadalupe, su director espiritual le manda regresar a
Granada donde fue llamado por el Señor para comenzar una nueva andadura, una
nueva forma de vivir.
Ahora
todo es nuevo para Juan de Dios, todo es intriga, todo ilusión, todo es
esfuerzo, muchas dudas, tiene que enfrentarse con una realidad que no ha vivido
antes.
Curiosamente
llega a Granada por la mañana, como si le anunciasen el preludio del alba de su
gran obra de misericordia, como si fuese el amanecer del servicio que quiere
dar, aliviar el sufrimiento con el que se encuentra: pobres deambulando por las
calles, desnudos y enfermos echados en el suelo, helados de frio porque era
invierno.
Después
de participar en la Misa toma la decisión de subir a la sierra (en las alturas
es donde se manifiesta el Señor con más claridad). Juan de Dios intuye que la
humildad es la base de toda verdadera grandeza, que para seguir al Señor,
primero tiene que aprender a ser pequeño, a ser servidor de todos.
Sueña,
desea tener un sitio donde poder cuidar y atender a tanta necesidad como se
encuentra diariamente. Pero, ¿cómo conseguirlo? Pedir aún le da vergüenza.
Comenzaré por algo sencillo, recogiendo leña y vendiéndola en la Plaza y así
podré ayudar a los demás.
Sencillo
el planteamiento ¿verdad? Pues cuando descendía del monte sintió tanta
vergüenza que no fue capaz de entrar por la Puerta de los Molinos que está bien
distante del comercio de la Ciudad y se lo dio a una pobre viuda que le pareció
que tenía necesidad. Podemos ver en este episodio, nada sencillo, la lucha
entre su orgullo y el desprendimiento que le pide el Señor.
Al día
siguiente, avergonzado de la cobardía del día anterior, después de oír Misa se
fue a por otro haz de leña y cuando regresaba a la ciudad comenzó a sentir la
misma vergüenza que el día anterior y reprochándose a sí mismo y avanzando comenzó
a decirle a su cuerpo: vos, don asno, que no quisiste entrar ayer en Granada
con la leña, por vergüenza y conservar tu honra y dignidad, pues ahora las a va
a perder y llevaras la leña hasta la plaza mayor para que te vean todos los que te conocen y pierdas la
altanería, el orgullo y la soberbia que tienes. Y así fue hasta la Plaza
Bib-Rambla y como no lo habían visto desde la locura, se acercó mucha gente
asombrada de verle; algunos con mucha guasa y burla le decían: ¿Qué es esto
hermano Juan? ¿Cómo te fue en el Hospital con los enfermos? No hay quien te
entienda, cada día cambias de oficio y manera de vivir.
Y de
esta y de muchas maneras se burlaban de él con palabras y gestos los mozos
ociosos. Él, alegre y humildemente recibía estos reproches sin enfadarse, al
contrario les respondía con risas y así se hacía participe de lo que ellos
estaban disfrutando, al tiempo que se gozaba de no rechazar lo que él
pretendía, ser humillado: Hermanos, este
es el juego de birlimbao, tres galeras y una nao, que mientras (más) veas menos
has de aprender. Y así con estas palabras y otros semejantes chascarrillos,
amorosamente respondía a los que le preguntaban por su vida, encubriendo con
ellas la gracia que le había dado el Señor y se recreaba y disfrutaba de que lo
tuviesen por poca cosa y de poca valía, y de esto salía bien parado con ellos,
porque la gente comúnmente juzgaba que era ramalazo de locura cuando ven lo que
está haciendo.
Así que
más leña y más humillaciones que estos le fortalecen. “El que se ensalza será
humillado, y el que se humilla será ensalzado”. Con perseverancia, Juan está
dando comienzo a esa entrega que vivirá sin límites. Porque “Si el grano de trigo no muere, no da fruto”.
Juan,
fortalecido por la gracia y misericordia de Dios está comenzando aquí, en la
Plaza Bib-Rambla, un nuevo camino; la entrega total a Dios y a los pobres y
enfermos.
Quiere aliviar
el sufrimiento con el que se encuentra a diario. Quiere compartir con ellos
todo: sus amarguras y sus esperanzas. Quiere demostrarles que la Misericordia
de Dios es Grande y Eterna.
Sabe,
es consciente, que él solo no puede solucionar tanta necesidad, pero confía
sólo en Jesucristo que lo ayudará, pues conoce su corazón. Juan se fortalece en
la fe y en la práctica de la misericordia, al igual que comienza a ganarse la
confianza de la gente y van apareciendo algunas personas solidarias que le
ayudan en el alquiles de la Pescadería (primer germen de su hospital).
La misericordia
de Dios transforma el corazón de Juan de Dios haciéndole experimentar un amor
fiel, y lo hace a su vez capaz de hacer y dar misericordia, porque al
experimentar en su persona la misericordia de Dios, él se hace misericordioso.
¡La
Misericordia lo puede todo!
Y comienza
a recoger pobres desamparados, enfermos y tullidos que encontraba. Y compró
algunas esteras de anea y algunas mantas viejas para pudiesen dormir, porque no
tenía para más, ni otra medicina que darles, y así les decía: Hermanos, dad
muchas gracias a Dios por esta ayuda que nos concede y por la paciencia que
tiene en esperarnos y les trajo un cura para que se confesasen.
Y el
local de la Pescadería se queda pequeño de tanta gente que llega, pues no
cabían ni de pies de los que venían a la fama de Juan de Dios.
Ya lo
vemos contento, como un brazo de mar en servicio y atención a los pobres y enfermos.
Dice que: hay días que no tiene tiempo ni para rezar el Padrenuestro, con esto
quiere decir que como está solo, tiene que cuidar a más de ciento diez
personas, hacer la comida, darles de comer, ir a pos agua a la fuente,
lavarlos, limpias la casa, lavar la ropa, escaldar piojos, etc..
Como son
tantos y el local es pequeño tiene que cambiarse a otro más grande y más
espacioso y, acuestas traslada a sus pobres tullidos, enfermos que no podían ir
por su pie hasta la cuesta de Gomerez. Aquí puso más orden y concierto, y
puso camas para los más dolientes, por
distintas enfermedades y por sexo; y nuestro Señor tuvo a bien de proveerlo de
enfermeros que le ayudasen a servirlos, mientras él iba a buscar la limosna y
medicinas con que se curasen. Pero el trabajo es tanto que las horas del día no
le san para más y el que al principio de su obra le daba vergüenza pedir, ahora
resulta que es hasta original pidiendo, y comenzando la noche, después de
realizar todas sus tareas, salía por las calles con su capacha y dos ollas en
las manos, iba diciendo a voces: “¡Quien hace bien para si mismo! ¿Hacéis bien
por amor de Dios, hermanos míos en Jesucristo?” Y como tenía voz lastimosa y la
virtud que el Señor le daba, parecía que esta petición atravesaba las entrañas
de todos.
Esas noches
frías de Granada en que no hay nadie por la calle, pero, se asoman por la
ventana para darle su limosna.
Juan de
Dios, modelo ardiente de Caridad y un modelo de involucrar a los demás.
También
hay gente que se cansa de darle limosna y por otra parte él no se sacia de
atender a toda clase de necesidad que se encuentra: Cuida a niños que allí le
dejan, socorre a las viudas, atiende a los pobres vergonzantes en sus casas de
mujeres alegres y las redime y les busca trabajo digno. En una ocasión dos de
estas mujeres le piden que las lleve a Toledo, con el pretexto de cambiar de
vida y como él no duda, junto con Ángulo se dirigen de Granada a Toledo y en
mitad del camino se les pierde una. Ángulo protesta y le dice a Juan que lo
están engañando y Juan le responde: Mira, si vienes desde Motril a Granada con
tres cajas de sardinas y por el camino se te estropean dos, ¿tirarás la otra
también?
Hay tanta
necesidad que atender en Granada que no encuentra suficiente limosna y viaja
por toda Andalucía, Extremadura y Castilla hasta Valladolid pidiendo para sus
pobres que son tantos que no sabe cómo se pueden sustentar. Acaba su vida
desvencijado. Más no se puede entregar.
Amigos y
compañeros, es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en
la vida de cada uno de nosotros impulsándonos a amar al prójimo como lo hizo
san Juan de Dios. Porque las obras de misericordia corporales y espirituales,
nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados
a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y que sobre estas
obras de misericordia seremos juzgados en el último día.
A nosotros
como sanitarios o como buenos samaritanos nos toca mirar, tocar, nos
corresponde preguntar y escuchar, cuidar y curar, nutrir, visitar, consolar y
educar al ENFERMO. Y además como dice el Papa Francisco: “practicar con ellos
la CARIÑOTERAPIA”.
Sí, la
CARIÑOTERAPIA ayuda a que el tiempo en que estén los enfermos a nuestro cuidado
lo vivan con mayor integración, lo vivan con alegría. La cariñoterapia es muy
importante que junto a la farmacología, forman las dos un complemento
extraordinario, muy eficaz, curativo y complaciente.
En definitiva:
“curarlo cuidándolo” porque tocar la carne de los pobres y enfermos es tocar la
carne de Cristo compasivo y misericordioso (Mensaje de Cuaresma del Papa
Francisco)
Así lo
entendió y vivió San Juan de Dios que viendo tanta necesidad y al no poder
atender a todos se le parte el corazón. Porque la misericordia y la compasión
son el hilo conductor y el programa de su vida.
Es tan
fina y sutil la compasión de san Juan de Dios, que se compadece hasta de un
dolor de muelas que tiene Luis Bautista. Por eso nosotros somos, tenemos que
ser su continuación, siendo manos, brazos y corazones que ayudan a Dios a
realizar sus prodigios, sus obras de misericordia.
En ocasiones,
también, aflora alguna lágrima en nuestros ojos, es normal porque también
tenemos nuestro corazoncito, porque si no lloramos como Jesús y como San Juan
de Dios, ante las miserias de los demás y las injusticias de nuestro mundo, es
que se no ha secado la fuente de nuestros sentimientos.
Los seguidores
de Cristo y de San Juan de Dios: tenemos que ser epifanía (manifestación) de la
misericordia del Padre como identificados con Jesús. San Juan de Dios nos recomienda
que:
“Después
de nuestro trabajo tenemos que dar gracias a Nuestro Señor Jesucristo, porque
usa con nosotros de tanta misericordia”. “Pues si mirásemos cuán grande es la
misericordia de Dios para con nosotros, nunca dejaríamos de hacer el bien
mientras pudiésemos”.
Y para
finalizar: Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Hermano Gabriel García, OH
No hay comentarios:
Publicar un comentario