Es variado y abundante el material que va llegando
a mis manos y también el que voy elaborando, que me gustaría compartir con vosotros,
pero los días van pasando, las hojas y libros se van acumulando en el
escritorio, y… no hay tiempo… lo que me llega por las redes sociales, o lo que
preparo es más fácil compartirlo; pero cuando al leer (todavía soy de las que
me gusta leer en papel…) me encuentro con textos que creo valen para este blog,
la cosa se complica,… en fin, intentaré seguir aportando mi granito de arena, y
aprovecho para agradecer lo que me enviáis.
Esta vez se trata de una oración:
En
lo profundo de la condición humana reposa la espera de una presencia, el silencioso deseo
de una comunión.
¿Surgirá una
duda? El deseo de Dios no se desvanece por eso. Cuatro siglos después de
Cristo, un creyente, San Agustín, escribía su
certeza: “Si tú
deseas conocer a Dios, ya tienes la fe”.
No son los grandes conocimientos lo que importa
al principio. Éstos serán
muy importantes. Sin embargo, es con el corazón,
con lo profundo de sí mismo, como el ser humano comienza a
comprender el Misterio de la Fe. Una vida interior se elabora paso a paso.
Entonces, la fe, la confianza en Dios aparece
como una realidad muy sencilla, tan sencilla que todos podrían
acogerla. Es como un impulso de confianza que se vuelve a tomar mil veces a lo
largo de la existencia, hasta el último
respiro.
Taizé. Confianza sobre la tierra, p. 6
Pues, ojala este texto te
sea útil, en este momento que estás viviendo.
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