La certeza de que los muertos viven
con nosotros
es el pan cotidiano de millones de
madres, esposas,
maridos, hijos que han perdido al ser
amado.
Los que se nos fueron tiran de
nosotros
y mantienen viva nuestra esperanza
como respuesta a esa llamada que nos
viene del otro lado.
Los que se nos mueren llegan a ser
como un regazo
palpitante e invisible, pero
presentido,
que nos protege del frío del camino
y torna cálida nuestra existencia
sumergida en el amor.
Desconozco el autor.
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