Me ha llegado esta carta, es de lo poco verdaderamente humanizador que he leído, ya era tiempo, parece que nos hemos centrado tanto en el virus, que nos hemos olvidado de la persona. ¡Gracias Ana!. Comparto la carta con vosotros:
Ana de Pablo, médico especialista en Medicina Intensiva y máster en
Bioética, ha escrito una emotiva carta
dedicada a Teresa Romero, la auxiliar de enfermería contagiada por el ébola. En
su sincera misiva, publicada en su blog, Ana se pone en la piel de la enfermera
e intenta averiguar cómo se siente Teresa, recluida entre las cuatro paredes de
su habitación en el hospital Carlos III.
La carta se está difundiendo por las redes sociales y está conmoviendo a la opinión pública,
muy sensibilizada con este tema. Ahí va:
"Querida Teresa:
No sé si algún día
leerás esta carta, en el mundo digital nunca se sabe. He decidido escribirte
porque, entre todo lo que he leído sobre el Ébola, me falta algo. Sé
muchas cosas sobre ti (que no se deberían haber publicado), tengo cierta idea de
lo que pasó (hay tantas contradicciones...) pero aún no he encontrado a casi
nadie que se preocupe de lo que verdaderamente importa: tú.
No he visto a nadie ponerse en tu lugar. Yo lo intento y me
imagino tu miedo al ponerte el traje por primera vez, sin casi formación. Me
imagino tu angustia cada vez que te ponías el termómetro. Tu indefensión
cuando, desde salud laboral, quitaban importancia a tu malestar. Imagino tu
intranquilidad pensando que has podido contagiar a otros. Tu angustia
intentando revivir qué pudo salir mal. Tu enfado al ver como tu "quizá me
rocé al quitarme el guante, porque es lo más crítico" se convierte en un
"confiesa que se tocó la cara". Como si hubieras estado jugando a la
ruleta rusa en vez de atendiendo a un paciente de alto riesgo biológico.
Imagino tu soledad en esa habitación de aislamiento, la pena por tu perrillo que no has podido compartir con nadie. La rabia
cuando veas cómo los de arriba te abandonan y te convierten en arma política,
en ocasión de conservar o no su poder.
Me siento muy
identificada contigo, porque a mí tampoco me ha enseñado nadie a ponerme el
traje de seguridad. Es más, en mi hospital no hay monos, solo batas
impermeables y mascarillas, que dejan muchas zonas expuestas. Y las respuestas
de los responsables son deplorables. Me imagino tu indignación al pensar que tu
desgraciado contagio ni siquiera va a servir para que se revisen los protocolos
y se mejore la formación, para proteger a tus compañeros.
No salgo de mi asombro
cuando oigo cómo los que te han puesto en riesgo por la improvisación, por los
déficits en gestión, por un protocolo que reconocen erróneo, por no asegurar
que alguien te supervisara y ayudara a quitar el traje, quieren ahora
culpabilizarte y lavarse las manos. No sé cómo te contagiaste. No sé qué
pasó en el centro de salud y en Urgencias, no sé si tardaste en avisar de tu
contacto con el virus, pero nunca se me ocurrirá juzgarte. Tu nivel de angustia
en ese momento podría haberte llevado a hacer cualquier cosa. Quizá tenías
miedo de que te remitieran de nuevo al Carlos III, a ese servicio de salud
laboral que no te hacía demasiado caso. No lo sé. Solo sé que te contagiaste
haciendo tu trabajo, ese trabajo tan bonito que tiene un solo nombre: CUIDAR.
Que quizá llevaste un poco de consuelo a los últimos momentos de los misioneros
fallecidos. Que debes estar orgullosa de tu profesión, aunque te haya puesto en
riesgo.
Cuídate, Teresa. No
hagas caso a todas las tonterías que se han dicho y que se seguirán diciendo.
Cuentas con el apoyo de tus compañeros. Con el de todos lo sanitarios, que
admiramos tu valor al exponerte al contagio. Confía en los cuidados y la
atención de los profesionales, que son lo mejor de este maltrecho sistema
sanitario. Ojalá todo salga bien. Te esperamos en unos meses para celebrar tu
curación, quizá en una nueva Marea Blanca. Ánimo, Teresa. No estás sola".
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