CARTA
HOMENAJE A JOSÉ LUIS RUIZ CAPILLAS, JESUITA, “CAPI”
ESTIMADO CAPI:
La Providencia o la escritura de Dios en
nuestra historia ha querido que tu muerte coincidiera en el tiempo con la de
Fernando Castellá, Jesuita, Superior de la comunidad de Santander, con el que habías
celebrado en octubre de 2013 tus 50 años y sus 60 años de Jesuita. Los dos
erais personas que desprendíais aroma al Evangelio y que habéis dejado una
honda huella en todos nosotros.
Conocerte, caminar contigo, aprender de
ti y experimentar que puedes ser mejor persona y mejor creyente es un regalo
que Dios me ha hecho, y a tantísimas personas que hemos tenido esa oportunidad
y ese regalo.
Dentro de mi camino de vida, cuando
llegué a Santander experimenté la necesidad de volver a vivir mi fe en grupo.
Marian me habló del Centro Loyola y de su grupo que llevaba Ceferino. Allí
llegué y allí estabas también tú. Yo había tenido la experiencia de haber
conocido a los jesuitas en Deusto y era algo muy distinto. Es verdad que allí
también hay semillas del Reino, pero tienes que esforzarte más por
descubrirlas. Hay un dicho entre todos los que estudiamos allí que dice: “Entre
tantos ilustres y eminentes jesuitas que han pasado por esta Universidad, el
único santo es el portero, el Beato Garate”.
Tu amabilidad, acogida y delicadeza son
tantas y parecen “aparentemente” tan normales, que cuando te ausentaste para ir
a Salamanca a afrontar tu enfermedad de cáncer, descubrimos que no eran así,
sino uno de los múltiples regalos que tú nos hacías.
Me
acuerdo que Cefe, después de haber
cuidado un montón de años de sus padres, especialmente de su madre Anita,
cuando ésta falleció se puso a disposición de la Compañía que le destinó como
Superior a Salamanca. Juntos llevabais adelante el Centro Loyola de Santander.
Cuando nos preguntábamos sobre el futuro, Cefe comentó que no tenía duda de que
lo ibas a sacar adelante. En Valladolid también formabais equipo. Cuando el
vino a Santander destinado, os quedabais otro jesuita, una religiosa y tú. A la
religiosa le destinaron y ese verano moría en accidente de coche tu compañero
jesuita. Tú, afrontaste la situación con valentía y decisión, sin meter mucho
ruido como era tu estilo, y lo sacaste adelante al igual que en Santander. Allí
te re-descubrí con nuevos ojos.
El teólogo protestante Karl Barth
afirmó que el creyente tiene que tener la Biblia en una mano y el periódico en
la otra. Tú esto también lo has vivido. Estabas preocupado por las situaciones
de nuestro mundo para descubrir en ellas semillas del Reino y para invitarnos a
cambiar. Cuando en tono de broma te decía si no te iban a echar de la Iglesia
por tus homilías tan comprometidas, me decías que ya estaban acostumbrados a tu
estilo y es verdad. Desde el Aula de Teología ayudabas a tender puentes entre
la Fe, la Ciencia y la realidad, buscando que nos formáramos mejor y nos
hiciéramos preguntas. Por ese servicio tuyo, tantas personas de nuestra
Diócesis te tienen que estar agradecidas.
He mencionado antes la celebración de
tus 50 años de jesuita en Pedreña. Días antes, tuvimos un encuentro contigo un
grupo de personas del Centro Loyola. Nos relataste tu itinerario vocacional
hasta poco después de tu ordenación. Fue un momento delicioso y enriquecedor.
Tú, por tu timidez y sencillez, pedías disculpas porque nos decías que la
realidad de la enfermedad te había removido por dentro. La verdad es que fue
una pena que no pudieras continuar con el resto de tu itinerario y que más
personas hubieran tenido la oportunidad de escucharte. El día de la celebración
comprobamos cuánto bien habías ido haciendo allí donde habías pasado. Gentes
muy diversas lo manifestaron diciendo todo el bien que habías ayudado a
generar. Hasta tu propia familia, parte de cuyos miembros no son muy creyentes,
se sintieron impresionados por aquella celebración que te reflejaba como un
buen Compañero de Jesús y de las personas.
También la enfermedad te y nos
sorprendió. Cuando ya estabas destinado a Valladolid, unas pruebas médicas
confirmaron que tenías Cáncer de Colón y decidiste ir a Salamanca. Mantenías el
contacto, siempre respondías con amabilidad y cercanía o acogías con cariño a
las personas que se acercaban a Salamanca. Te invitamos a nuestra boda cuando
ya la enfermedad estaba cuesta arriba. Nos dijiste que si la enfermedad te lo
permitía estarías aquí. Te pedimos que leyeras el evangelio de las bodas de
Caná y también lo hiciste. A la salida estuvimos un rato contigo y ya estabas
muy cansado. En todo momento has transmitido serenidad y aceptación. Nos pedías
a mediados de Agosto que rezáramos por ti porque estabas atravesando el momento
más complicado y cumplimos, como tú siempre lo hacías.
Te hablaba del Evangelio de la Boda de
Caná que leíste. Tu vida ha sido un poco parecida. Como María has estado cerca
de Jesús, conociéndole internamente para más amar y servir como nos recuerda
San Ignacio de Loyola. También tú descubrías a tantas personas que no tenían
vino de cualquier tipo y desde la oración y el compromiso estabas cerca de
ellos. Te fiabas de Jesús y decías: “HACED LO QUE ÉL OS DIGA”.
Cuando compartí contigo una situación
complicada que estaba viviendo, tú la captabas muy bien y me invitabas a
vivirla desde la libertad que da la espiritualidad ignaciana. Me ayudó mucho lo
que me dijiste y también tú me ayudaste.
Es hora de vivir tanto tu Resurrección
como la de Fernando, como la de tantas otras personas. En la película sobre San
Felipe Neri “Prefiero el paraíso” cuando fallece San Felipe Neri todas las
personas están tristes cuando alguien anuncia que ha muerto San Felipe Neri.
Después de un rato una niña proclama: “Felipe Neri ha entrado en el paraíso” y
se celebra una gran fiesta. Ahora nos tenéis que ayudar a seguir en el camino
de la vida recordándonos el pasaje de los dos de Emaús y su encuentro con el
resucitado. Tú, Fernando y tantas otras personas que han pasado, pasan y
pasarán por nuestras vidas nos habéis ayudado a experimentar lo de los
protagonistas después de que Jesús resucitado se ha marchado: “¿No ardía ya
nuestro corazón cuando íbamos de camino y nos explicaba las escrituras?”
Termino con esta contemplación para
alcanzar amor que es el final de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y
que yo he hecho con tu ayuda. Tú con tu vida nos has ayudado a escuchar como
Dios nos ama infinitamente, nos has ayudado a seguir a Jesús de Nazaret, a
estar cerca de María, a vivir dentro de la Iglesia con una fe que nos haga más
maduros, más libres y más comprometidos. Al igual que le pasó a Elías cuando
descubrió la presencia de Dios en la brisa, tu vida también ha sido así: una
suave brisa que nos recuerda dónde está nuestra fuente. Por eso he aquí la
frase con la que San Ignacio termina los ejercicios y que Rolande y yo elegimos
como recordatorio de nuestra boda: “DANOS
SEÑOR TU AMOR Y GRACIA, QUE ÉSTA NOS BASTA”.
POSTDATA: Espero que contéis con un buen Video-Forum en la VIDA
sin fin.
IÑAKI MARDONES AJA
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