Para hablar de la vida después de la muerte, quiero utilizar
esta historia, según comenta su autor Wayne W.
Dyer en el libro ‘Tu zonas
sagradas’ es una adaptación de una historia relatada por Henri J. M. Nouwen;
pero, no he encontrado en qué libro de H. Nouwen aparece esta parábola.
En internet aparecen muchas adaptaciones, pero, al no
encontrar el original, voy a utilizar la adaptación de W. Dyer[1]:
«Dos bebes se
encuentran en el útero, confinados en las paredes del seno materno, y mantienen
una conversación. Para entendernos, a estos gemelos les llamaremos Ego y Espíritu.
Espíritu le
dice a Ego:
—Sé que esto va a resultarte difícil de aceptar, pero yo
creo de verdad en que hay vida después del nacimiento.
Ego responde:
—No seas ridículo. Mira a tu alrededor. Esto es lo único que
hay. ¿Por qué siempre tienes que estar pensando en que hay algo más aparte de
esta realidad? Acepta tu destino en la vida. Olvídate de todas esas tonterías
de vida después del nacimiento.
Espíritu calla
durante un rato, pero su voz interior no le permite permanecer en silencio
durante más tiempo.
—Ego, no te enfades, pero tengo algo más que decir. También
creo que hay una madre.
—¡Una madre! —exclama Ego con una carcajada—. ¿Cómo puedes ser tan absurdo? Nunca has visto una madre. ¿Por
qué no puedes aceptar que esto es lo único que hay? La idea de una madre es
descabellada. Aquí no hay nadie más que tú y yo. Esta es tu realidad. Ahora cógete
a ese cordón. Vete a tu rincón y deja de ser tan tonto. Créeme, no hay ninguna
madre.
Espíritu deja,
con renuencia, la conversación, pero la inquietud puede con él al cabo de poco.
—Ego —implora—, por
favor, escucha, no rechaces mi idea. De alguna forma, pienso que esas
constantes presiones que sentimos los dos, esos movimientos que a veces nos
hacen sentir tan incomodos, esa continua recolocación y ese estrechamiento del
entorno que parece producirse a medida que crecemos, nos prepara para un lugar
de luz deslumbrante, y lo experimentaremos muy pronto.
—Ahora sé que estás completamente loco —replica Ego—. Lo único que has conocido es la oscuridad. Nunca has visto
luz. ¿Cómo puedes llegar a tener semejante idea? Esos movimientos y presiones
que sientes son tu realidad. Eres un ser individual e independiente. Este es tu
viaje. Oscuridad, presiones y una sensación de estrechamiento a tu alrededor constituyen
la totalidad de la vida. Tendrás que luchar contra eso mientras vivas. Ahora, aférrate
a tu cordón y, por favor, estate quieto.
Espíritu se
relaja durante un rato, pero al fin no puede contenerse por más tiempo.
—Ego, tengo una sola cosa más que decir, y luego no volveré
a molestarte.
—Adelante —responde Ego, impaciente.
—Creo que todas estas presiones y toda esta incomodidad no
solo van a llevarnos a una nueva luz celestial, sino que cuando eso suceda
vamos a encontrarnos con la madre cara a cara, y conocer un éxtasis que superara
todo lo que hemos experimentado hasta ahora.
—Estás realmente loco. Ahora sí que estoy convencido.»
Como os he dicho en internet aparecen muchas adaptaciones,
esta es una de ellas, que tal vez también os guste:
«Dos
seres iban –juntos– de camino hacia la vida y sucedió que se pusieron a
conversar entre ellos sobre qué era lo que les esperaba cuando llegasen al
término del camino...
Fueron
concebidos los dos gemelos en un seno. Pasaron las semanas y éstos crecieron. A
medida que fueron tomando conciencia, su alegría rebosaba:
—Dime:
-¿No es increíble que vivamos? ¿No es maravilloso estar aquí?
Los
gemelos empezaron a descubrir su mundo. Cuando encontraron el cordón que los
unía a su madre y a través del cual les llegaba el alimento, exclamaron llenos
de gozo:
—¡Tanto
nos ama nuestra madre que comparte su vida con nosotros!.
Pasaron
las semanas, luego los meses. De repente se dieron cuenta de cuánto habían
cambiado. -¿Qué significará esto?– preguntó uno.
—Esto
significa –respondió el otro– que pronto no cabremos aquí dentro.
—No
podemos quedarnos aquí: naceremos.
—¡En
ningún caso quiero verme fuera de aquí –objetó el primero.
—¡Yo quiero quedarme siempre aquí!.
—Reflexiona.
No tenemos otra salida –dijo su hermano–.
—Acaso
haya otra vida después del nacimiento.
—¿Cómo
puede ser esto? –repuso el primero con energía–.
—Sin
el cordón de la vida no es posible vivir. Además, otros antes de nosotros han
abandonado el seno materno y ninguno de ellos ha vuelto a decirnos que hay una
vida tras el nacimiento. -¡No, con el nacimiento se acaba todo! ¡Es el final!.
El
otro guardó las palabras de su hermano en su corazón y quedó hondamente
preocupado. Pensaba:-Si la concepción acaba con el nacimiento, ¿qué sentido tiene
ésta vida aquí? No tiene ningún sentido. A lo mejor resulta que ni existe una madre
como siempre hemos creído.
—Sí
que debe existir –protestaba el primero. De lo contrario, ya no nos queda nada.
—¿Has
visto alguna vez a nuestra madre? –preguntó el otro–. A lo mejor sólo nos la
hemos inventado. Nos la hemos forjado para podernos explicar mejor nuestra vida
aquí”.
Así,
entre dudas y preguntas, sumidos en profunda angustia, trascurrieron los
últimos días de los dos hermanos en el seno materno.
Por
fin llegó el momento del nacimiento.
Cuando
los dos gemelos dejaron su mundo, abrieron los ojos y lanzaron un grito. Lo que
vieron superó sus más atrevidos sueños.»
[1] Dyer W. Tus Zonas Sagradas. Decídete a ser libre. Ed Grijalbo. 1995 P. 13-14.
El libro lo puedes leer en el siguiente enlace: https://docs.google.com/file/d/0B8mpi7oji088M0R5aVhiTWZaV0U/edit
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