"Nos duele el eclipse de Dios
en esta realidad cultural, social, económica y política; Dios no es
noticia"
"Lo que nos une y nos preocupa", llamada de atención en el interior de los seguidores de Jesús
Nosotros, Francesc, Jordi, Josep, Josep Maria, y Josep
Maria, cristianos laicos que vivimos la pertenencia a la Iglesia desde varias
sensibilidades y experiencias de fe, queremos hacer llegar a nuestros
hermanos del Pueblo de Dios y a las personas de buena voluntad, nuestra reflexión
común y constructiva, con motivo del sínodo de la nueva evangelización y
como una modesta aportación a una más fraterna unidad eclesial.
Partimos de la idea que lo que nos une como
cristianos es mucho mayor que lo que nos separa y estamos convencidos de
que la hora presente nos pide en todos un profundo sentido de pertenencia a la Iglesia y un compromiso
firme con el país y, especialmente, con las personas y los colectivos que
sufren de manera más grave los estragos de la crisis.
La crisis estructural que estamos sufriendo afecta
gravemente a las personas y las instituciones. Es una crisis global que afecta a todas las esferas de la vida y que
exige unidad de criterio en la respuesta. No hay soluciones mágicas, ni recetas
milagrosas, pero estamos convencidos de que, inspirados en el pensamiento
social de la Iglesia ,
podemos aportar soluciones para afrontar el presente y los futuros años. Como
cristianos, nos sentimos llamados a participar en la edificación de un mundo
más justo y fraterno y a fortalecer lazos de fraternidad entre los miembros
del Pueblo de Dios, y a buscar lo que nos une a todos nuestros conciudadanos
2. Y, PESE A TODO, ESPERANZADOS
La esperanza es el motor de la acción cristiana en el
mundo. Se funda en la confianza de
que no estamos solos y de que Dios actúa, misteriosamente, a través de las
personas que buscan el bien, la justicia, la verdad y la belleza. Entendemos
que no estamos dejados de la mano de Dios y que Él actúa en la historia
abriendo caminos de pacificación y de reconciliación. Contra la moral de
derrota y el escepticismo indolente tan extendido en el momento actual, reivindicamos
la esperanza madura, la que no desfallece ante las dificultades y que
busca, con inteligencia, formas para paliar nuestros sufrimientos y para
mejorar el mundo que hemos recibido.
Nos duele el eclipse de Dios en nuestra realidad
cultural, social, económica y política, y aspiramos en que Europa sea fiel a
los valores humanísticos que la han hecho ser como es.
Dios no es noticia. Ha sido arrinconado de la vida pública, pero también de la esfera privada de gran parte de conciudadanos nuestros. Entendemos que Dios es la fuerza que nos empuja a transformar lo que es injusto en justo, lo que es mezquino en noble, es esta Potencia creadora que todo lo renueva.
Dios no es noticia. Ha sido arrinconado de la vida pública, pero también de la esfera privada de gran parte de conciudadanos nuestros. Entendemos que Dios es la fuerza que nos empuja a transformar lo que es injusto en justo, lo que es mezquino en noble, es esta Potencia creadora que todo lo renueva.
Queremos que el humanismo integral, cimentado en el
respecto a la dignidad de toda persona humana, en la justicia social y en la
libertad de pensamiento, de asociación, de acción y de creencias, sean los
principios que rijan la vida política de Europa, más allá de la legítima
pluralidad ideológica, que es la condición de posibilidad de la vida
democrática. En este ámbito, los católicos tenemos mucho a aportar. Tenemos
que proponer con naturalidad a la sociedad lo que creemos.
Queremos reiterar lo que nos une por encima toda otra
diferencia. La dispersión y la fragmentación nos hacen daño como comunidad de
fe y nos quitan energías para transformar creativamente el mundo a la luz
del Evangelio. Nos une la fe en un Dios que es Amor infinito, que vela por
cada ser humano, que se ha hecho presente en la historia de los hombres y se ha
revelado definitivamente a Jesucristo.
Entendemos que el seguimiento de Jesucristo es una
opción de vida, libremente escogida, que asumimos plenamente, porque
entendemos que Él es el camino, la verdad y la vida. También manifestamos un
sentido amoroso de pertenencia a la
Iglesia por Él instituida, a pesar de nuestras pobrezas
humanas, debilidades y contradicciones, así como las debilidades y limitaciones
de nuestras instituciones eclesiales. Entendemos que la Iglesia , entendida como
Pueblo de Dios es el lugar privilegiado para vivir, celebrar y compartir la fe
y proponerla razonablemente a nuestros conciudadanos. Porque amamos la Iglesia queremos que sea
luz y sal en el mundo tal como nos pide Jesús.
3. UNA ACCIÓN TRANSFORMADORA. CONTRA EL DERROTISMO
Respetando la autonomía del mundo y las libres decisiones de las personas, Dios actúa como un suave airecillo, como recuerdala Biblia , para no vulnerar,
ni estropear nuestra libertad. La autonomía del mundo y su libertad explica
la opción del descreimiento, y en otro orden, la existencia del mal y del
sufrimiento. La fe no es una evidencia lógica, ni se puede verificar; es
un acto de la voluntad; una opción libre y razonable que abre un nuevo
horizonte en la existencia humana. Queremos transmitirla y comunicarla a los
conciudadanos, pues creemos que es un bien valioso, que transforma el corazón
de las personas y las orienta hacia la felicidad.
Respetando la autonomía del mundo y las libres decisiones de las personas, Dios actúa como un suave airecillo, como recuerda
Ante el misterio indescriptible de Dios, el ser
humano tiene que adoptar una actitud de humildad. Queremos llamar a
profundizar la experiencia de Dios en el seno de la comunidad eclesial y a
potenciar la vivencia de Dios, porque es ahí donde el creyente encuentra su
fundamento, energías y razón de ser. Dedicarse a Dios significa permanecer
tiempo con Él y hacer real el amor al prójimo.
Amar al hermano como a uno mismo no es una opción, es
un mandato con una dimensión personal en la vida cotidiana de cada uno y otra
colectiva, porque somos Pueblo de Dios en razón de la Alianza renovada que Él ha
hecho con nosotros. Leemos: "Como hermanos amaos intensamente los unos a
los otros de todo corazón" (1P 1, 22). La fe necesita de obras porque
"si no tiene obras, está muerta" (Jm 2, 17).
En el ámbito individual, amar, incluso a quienes
nos quieren mal, es una exigencia que emana del Evangelio y que hace
posible la paz y la reconciliación entre personas y pueblos. Muchos cristianos
no contribuimos de forma eficaz a esta obligación, aunque sabemos que "al
final del tiempo seremos juzgados en el amor".
La dimensión colectiva de amor, la caridad tiene una
de sus más altas expresiones en la política, según han manifestado
reiteradamente los últimos papas. Eso se concreta en la acción en favor de
los más desfavorecidos, los pobres y los que sufren, que tiene desde
siempre, dos dimensiones: una de carácter paliativo, ayudar de manera práctica
y eficaz a todos los que lo necesitan y, otra de carácter crítico, transformar
las estructuras que generan esta situación. La justicia brota de la fe. Los
cristianos hacemos, en términos comparativos, un gran trabajo, no siempre
bien reconocido en relación con la fe que la impulsa, pero su bondad no
significa que no podamos hacer más el bien con la gracia de Dios.
Hay una segunda dimensión: la de combatir pacífica
y tenazmente las estructuras de pecado que generan todo tipo de injusticias en
el mundo. En este ámbito no carecemos de recursos. Todo lo contrario. La Doctrina Social de
la Iglesia ,
que no es un programa político ni pretende serlo, es el proyecto más formidable
y completo alternativo al sistema actual. Leemos en el Evangelio: "Ha
derribado de los tronos a los poderosos y ha ensalzado los humildes. Ha llenado
de bienes a los hambrientos y ha despedido vacíos a los ricos" (Lc 1,
52-53).
Transformar nuestra sociedad para superar la profunda
crisis moral, económica, educativa, social, demográfica y ambiental que sufre,
exige de nosotros el mismo esfuerzo que paliar la situación de los
desfavorecidos. No podemos limitarnos a sacar agua de la barca si cada vez
entra más. Hay que investigar las razones y proponer cambios en las
estructuras dentro del sistema democrático.
Queremos llamar a los cristianos y personas de buena
voluntad a actuar de modo más decidido guiados por la doctrina social de la Iglesia en la necesaria
acción transformadora de la sociedad.
4. EL SÍNODO, UN NUEVO ALIENTO PARA EVANGELIZAR
El sínodo es una ocasión especial para reflexionar
sobre cómo transmitimos lo que creemos a la sociedad, qué fortalezas y
debilidades tiene ese testimonio, y nos exige buscar lo más esencial, así como
un lenguaje adecuado para que nuestros contemporáneos trasluzcan la riqueza
inherente al mensaje liberador del Evangelio.
La época actual nos exige audacia para proclamar
aquello que creemos en contextos muy alejados de la fe, pero, a la vez,
inteligencia y sentido crítico para encontrar las mejores formas y mediaciones
para hacer presente el Evangelio y propiciar la relación íntima y personal con
Dios, verdadero factor de transformación. Tenemos que hacerlo con
convencimiento y decisión, sabiendo pedir perdón si desfallecemos, personal
e institucionalmente, en el testimonio del amor de Dios.
La nueva evangelización sólo es posible si los
cristianos renovamos nuestra fe, tomamos conciencia del don recibido, del gozo
de ser queridos por Dios, de la gran posibilidad que se nos ha dado al ser
engendrados. También debemos rogar para que la Iglesia sea testimonio de
amor y compromiso. La invitación a creer sólo es creíble si va unida a un
testimonio sincero, ya una actitud de respeto y de estimación hacia todos los
ciudadanos, independientemente de lo que crean y profesen.
JORDI LÓPEZ CAMPS
JOSEP MARIA CARBONELL I ABELLÓ
JOSEP MARIA CULLELL I NADAL
JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL
FRANCESC TORRALBA ROSELLÓ
JOSEP MARIA CARBONELL I ABELLÓ
JOSEP MARIA CULLELL I NADAL
JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL
FRANCESC TORRALBA ROSELLÓ
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