Vamos
a intentar aterrizar; en el catecismo joven de la Iglesia católica, en el
que se define la fe como: saber y confiar. Tiene siete rasgos:
- La
fe es un puro don de Dios, que
recibimos, si lo pedimos ardientemente.
- La
fe es la fuerza sobrenatural que nos es necesaria
para obtener la salvación.
- La
fe exige la voluntad libre y el entendimiento lúcido del hombre cuando acepta
la invitación divina.
- La
fe es absolutamente cierta, porque
tiene la garantía de Jesús.
- La
fe incompleta mientras no sea efectiva en el amor.
- la
fe aumenta si escuchamos con más
atención la voz de Dios y mediante la oración estamos en un intercambio
vivo con él.
- la
fe nos permite ya ahora gustar por adelantado
la alegría del cielo.
Muchos dicen que creer les parece poco, que
quieren saber. Pero la palabra «creer» tiene dos significados diferentes: cuando
un paracaidista pregunta al empleado del aeropuerto: «¿Está bien preparado el
paracaídas?», y aquél le responde, indiferente: «Creo que sí», no será
suficiente para él; esto quiere saberlo seguro. Pero si ha pedido a un amigo
que le prepare el paracaídas, éste le contestará a misma pregunta: «Sí, lo he
hecho personalmente. ¡Puedes confiar en mí!». Y el paracaidista replicará: «Te
creo». Esta fe es mucho más que saber: es certeza. Y ésta es la fe que hizo que
los mártires perseveraran hasta la muerte, ésta es la fe que aún hoy mantiene
en pie a los cristianos perseguidos. Una fe que afecta a todo el hombre.
Al
comienzo del acto de fe hay con frecuencia una conmoción o una inquietud. El
hombre experimenta que el mundo visible y el transcurso normal de las cosas no
pueden ser todo. Se siente tocado por un misterio. Sigue las pistas que le
señalan la existencia de Dios y paulatinamente logra la confianza de dirigirse
a Dios y finalmente de adherirse a él libremente. En el evangelio de san Juan
leemos: «A Dios nadie le ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno
del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1, 18). Por eso debemos creer en
Jesús, el Hijo de Dios, si queremos saber qué nos quiere comunica Dios. Por eso
creer es acoger a Jesús y jugarse toda la vida por él.
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