Apenas te conocía, aunque nos hemos cruzado en bastantes ocasiones, no pasábamos de un saludo, por educación; pero tu decisión me ha removido por dentro, me ha cuestionado desde las
entrañas. ¿Cuánto sufrimiento llevarías en el alma que no pudiste con el?
¿Tal vez estabas demasiado cansada de enfrentarte al día a día? ¿Qué secretos
tendrías que abrieron la herida del corazón y te invitaron a dar tu último
viaje?
Sólo tenías 33-34 años, toda una vida por delante, probablemente
llena de proyectos, pero una vida que decidiste parar, y después de tanto
esfuerzo por poner una sonrisa y seguir adelante, aparentando normalidad y
hasta fortaleza, buscando sin saber el qué… al final, te has querido apear de
este tren de la vida. Desde luego no soy quién para juzgarte ni a ti, ni a tu dolor, ni me
surge hacerlo; pero, me remueve lo previo a tu decisión, este viaje te habrá
hecho sufrir mucho, y te sentirías sola, ¡maldita soledad cuando no es deseada!
y has decidido adelantar tu encuentro con el Amado.
Nunca he compartido contigo ni vida, ni fe; pero, ojalá
encuentres en el Padre, lo que no encontraste aquí, la paz y la felicidad; eso
le pedí cuando me enteré que finalmente habías cruzado a la otra orilla, confío
en que Él ha salido a tu encuentro con los brazos abiertos y te ha permitido
que reclines tu cabeza en su pecho, desahógate allí, vacíate de tanto
sufrimiento, charla con Él y siéntete amada.
Compañera, sí, te has adelantado… por mi parte, hasta cuando Dios quiera.
Norka C. Risso Espinoza
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