He estado algunos días sin internet por lo que llevo algún tiempo sin compartir, pero intentaré volver a ponerme las pilas... Aquí os dejo una reflexión/oración con el personaje de la samaritana, por si os ayuda para un momento de oración:
Señor, aún
recuerdo con dicha nuestro primer encuentro en el pozo de Jacob, en Sicar, tú
parecías cansado, yo desde luego lo estaba; estaba agotada del camino, agotada
de la vida, pero no era consciente de ello.
Fue un
caluroso medio día y llegué al pozo cargada con mis bártulos, no sólo con mi
cántaro para sacar agua, sino con todo aquello que me pesaba, que me impedía
ser feliz.
Aún
siento tu mirada y aquellas primeras palabras “dame de beber”; cuando te miré
sorprendida, por haberte dirigido a mí. Me quedé anonadada, cuando mi mirada se
cruzó con la tuya, me sentí tan diferente, sentí escalofrío, iba desaliñada e
intenté hasta cubrirme mejor, era la primera vez que un hombre me miraba desde
la pureza y me hacía sentirme persona, y no una cualquiera.
Desde
luego, una mirada transformadora; disimulé, procuré hacerme la desentendida, incluso
me burlé de ti, no me atrevía a volver a mirarte, tal vez por la vergüenza de
mi vida, no lo sé, pero a la vez quise continuar el dialogo.
¿Te
acuerdas Jesús? Me hablaste del agua viva, ilusa de mí, malinterpreté el
sentido del agua, hasta que me di cuenta de lo que me querías decir, y de mis
labios brotaron el llamarte ¡Señor! Pero, no te quedaste sólo en eso, sino que
además, con delicadeza, entraste en mi vida personal, en mi intimidad, me
hablaste de mis maridos, y lo curioso es que no me sentí juzgada, me ayudaste a
ir haciéndome consciente de lo que anidaba dentro de mí, me ayudaste a releer
mi vida, para llenar de VIDA mi existencia. Era necesario hacer hueco en el
corazón, vaciarlo del pecado que me atormentaba, para darte espacio a ti, el
Mesías.
Y ahora
que me hablas del mandamiento del amor, soy capaz de reconocer que me
devolviste a la vida, que iluminaste mi ser y mi corazón. Tu mirada, tu ternura,
tu AMOR, tus palabras,… me transformaron.
Mi
corazón no había sido saciado ni con cinco maridos, pero, sin embargo,
encontrarme contigo fue el mejor regalo que pude recibir, “si conocieras el don
de Dios…” me dijiste. Pues sí, ese es el regalo que me transformó de arriba abajo,
capaz de satisfacer los deseos más hondos de mi corazón, que incluso yo
desconocía.
Sigo
necesitando sentirme amada por ti, sigo necesitando que transformes mi vida,
día a día se va haciendo nueva, y tu amor me motiva a salir corriendo a
anunciar que tú eres el agua de la vida que libera, ¡me gustaría tanto que mis
hermanos vivieran esta experiencia!… siempre que puedo lo sigo contando y les
invito a que te escuchen, Tú eres el único que les puedes revelar su misterio
personal, y transformar sus vidas en amor.
Norka C. Risso Espinoza
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