Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral
Pascua del Enfermo, 25 de Mayo de 2014
Fe y Caridad
“También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos” (1Jn. 3,16)
La Pascua es un tiempo de amor, vida y esperanza en que celebramos el triunfo de Cristo. «En esto hemos conocido el Amor: en que Él dio su vida por nosotros; por tanto también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos». (1 Jn.3,16).
Esta experiencia del Amor-Caridad de Cristo sólo la podemos descubrir desde la fe: «Gracias a ella podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado, y es su mismo amor el que nos impulsa a socorrerlo, cada vez que se hace nuestro prójimo». (Porta Fidei 14).
Es por ello que el lema de esta Campaña del Enfermo 2014 se convierte en una llamada a salir de nosotros mismos, a entregar nuestra vida y nuestros esfuerzos por los hermanos. A leer los problemas concretos de los enfermos y de la sanidad, aquí y ahora, en nuestro contexto de crisis económica y social.
En la línea del Papa Francisco que nos hacía, en esta Cuaresma, una llamada a la responsabilidad hacia los hermanos que sufren: «A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas». (Mensaje para la Cuaresma 2014).
En primer lugar, frente a una crisis económica grave, es importante recordar lo que nos decía el Concilio Vaticano II y el mensaje de los Obispos del Día del Enfermo 1987: “El trato humano al enfermo implica humanizar la política sanitaria de cara a promover una salud y asistencia a la medida del hombre, autor, centro y fin de toda política y actividad sanitarias (GS 63). Implica que las instituciones sanitarias estén al servicio del enfermo y no de intereses ideológicos, políticos, económicos o sindicales" (n.5).
También, ante la crisis de financiación, sería necesario iniciar un debate político y social sobre el modelo sanitario que la sociedad española quiere para sí y las prestaciones que pueden ser cubiertas con cargo a los fondos públicos, prestando atención a la movilidad de las personas para que el acceso al sistema asistencial no se vea dificultado fuera de su lugar de residencia.
Al mismo tiempo, ante una cultura de la indiferencia, que se ‘olvida’ de pobres, enfermos y ancianos, se nos pide “tener el valor de ir a contracorriente (…) contemplando, adorando y abrazando a Cristo en el encuentro cotidiano con Él en la eucaristía y en las personas más necesitadas”. (Papa Francisco, Misa con obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas. JMJ 2013).
Pues Dios no es indiferente al sufrimiento. Jesús dio inicio, con su Palabra y su vida, a la esperanza del que sufre. Tarea hoy de nuestra sociedad e Iglesia es romper –como Él- el muro de la indiferencia social, para que el enfermo encuentre en las instituciones sanitarias y en las personas aquella Buena Noticia de la Salvación, también en forma de salud: salud integral y para todos, donde nadie quede excluido de la atención ni de la asistencia.
Necesitamos descubrir la compasión como principio de actuación social, eclesial y política. Jesús jamás pasó de largo ante quien sufría, por ello la Iglesia de Jesús tampoco puede pasar de largo, al contrario, debe acercarse al que sufre como lo hacía Jesús, mirarle con la compasión de Jesús, preocuparse del sufrimiento concreto de cada persona, como Jesús. Éste debe ser el estilo de nuestras parroquias y de nuestra acción pastoral. Necesitamos dejar que nuestro corazón se conmueva ante el hermano herido y enfermo.
Luchar por la justicia social y sanitaria hacia los más indefensos: bebés no deseados, enfermos abandonados, afectados por enfermedades raras, inmigrantes enfermos, ancianos solos o en condiciones inadecuadas, enfermos mentales, familias sin recursos para prevenir enfermedades, un acompañamiento integral al final de la vida,…
Y frente a un cierto pesimismo social reinante, también en el mundo sanitario, es urgente plasmar en acciones concretas el mensaje de Jesús, acciones que llenen de esperanza. Escuchemos sus palabras alentadoras: “Si tuvieseis fe, diríais a esa montaña, plántate en el mar, y os obedecería” (Lc.17,6). Desde la fe, lo que hoy parece un obstáculo infranqueable, se allanará. Tenemos que creer en su Palabra y actuar impulsados por el Espíritu.
Como Pedro y Pablo: “te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, levántate y anda” (Hch.3,6), sigamos llevando la salud en su nombre. Él es el que cura y salva plenamente.
No podemos terminar sin valorar y agradecer el inmenso esfuerzo y generosidad que tantos profesionales y familias están poniendo, en una situación con menos recursos, para que nuestra sanidad y atención a los enfermos mantenga la calidad que necesita.
Finalmente, nos unimos en la oración a quienes se encuentran en el duro trance de la enfermedad o de cualquier forma de sufrimiento, y a sus familias. Miramos a María, Salud de los enfermos y consuelo de los afligidos y, viéndola junto a la cruz, hacemos una llamada a la fe para que, contemplando al Crucificado y a los crucificados, descubramos en esta Pascua al Resucitado.
Los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral
Sebastià Taltavull Anglada, Obispo Auxiliar de Barcelona
José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva
Francesc Pardo Artigas, Obispo de Girona
Juan Antonio Menéndez Fernández, Obispo Auxiliar de Oviedo
Jesús Fernández González, Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela
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