¡¡¡Parece
mentira, esta es la entrada número 200 de este blog!!! Y puesto que lo que
intento es poder realizar una labor evangelizadora desde la Hospitalidad, voy a
tratar precisamente sobre ello en esta entrada, dando unas pinceladas sobre la
hospitalidad en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios:
Podemos decir
que el hombre, desde siempre, ha sido hospitalario, empleando cuidados cuando
le ha tocado acompañar a un enfermo, ayudándole, consolándole, acompañándole en
el tránsito de la vida a la muerte.
Los conceptos
que se han trabajado a lo largo de la historia sobre la hospitalidad son
variados, así por ejemplo, desde los griegos donde «la hospitalidad era un
deber difundido dentro del mundo griego»[1] hasta
nuestros días, en los que podríamos decir que realmente no sabemos dónde
empieza y dónde termina el concepto de hospitalidad, ya que en ella podemos
englobar acogida, amparo, cobijo, protección, recibimiento, alojamiento, asilo,
solidaridad, compasión… o como considera actualmente la Orden Hospitalaria
de san Juan de Dios, «la hospitalidad se expresa y se concreta en los cuatro
valores guía, es decir calidad, respeto, responsabilidad y espiritualidad»[2]; por
tanto, observamos una heterogeneidad de matices.
Si
nos situamos en la actual definición que sobre hospitalidad encontramos en la Real Academia
Española (RAE)[3], esta tiene tres
acepciones:
1.
Virtud que se ejercita con peregrinos, menesterosos y
desvalidos, recogiéndolos y prestándoles la debida asistencia en sus
necesidades.
3.
Estancia de los enfermos en el hospital.
Con lo que
comprobamos que en el trasfondo del término, con todas sus connotaciones,
siempre hay algo común, que es una relación de apertura al otro, en la Grecia antigua desde un
deber, en la actualidad como una tarea o función de una entidad, pero parece
que siempre se da lo que Levinas ha venido a llamar un «ser para los demás»[4].
De hecho en las
Declaraciones del LXIII Capítulo General[5] se
pone de manifiesto que la nueva hospitalidad es, ante todo, un movimiento que
mira a la Orden
misma, a su más íntima identidad. Es, en primer lugar, la afirmación de la
primacía de la evangelización sobre las
otras tareas de la Orden. No
es un "nuevo carisma" ni su adaptación a los valores de nuestra
sociedad; la novedad no está en el contenido del carisma, que permanece
invariable. Consiste en vivir y manifestar hoy el don que hemos heredado de
Juan de Dios con un lenguaje nuevo, unos gestos y métodos de apostolado, que
respondan a las necesidades y expectativas del hombre y de la mujer que sufren
a causa de la enfermedad, edad, marginación, minusvalías, pobreza y soledad.
En resumen, la
hospitalidad en la Orden
la encontramos en las constituciones:
«Somos acogedores con las personas que llegan a nuestras casas y las recibimos
con bondad y sencillez, practicando la hospitalidad»[6],
siempre en el intento de hacer el bien, ya que «si hacemos el mal o
intencionadamente buscamos actuar con maldad, este mal nos hará sin duda
peores»[7].
[1] Beltrami M., Ocio y viajes en la historia: antigüedad y medioevo,
Edición electrónica gratuita, 2010, Texto completo en www.eumed.net/libros/2010a/646/
[2]
http://www.oh-fbf.it/Objects/Pagina.asp?ID=3798
[3]
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=HOSPITALIDAD
[5] Cf. LXIII CAPÍTULO GENERAL, La Nueva Evangelización y la
Hospitalidad en los umbrales del tercer milenio, Bogotá,
1994.
No hay comentarios:
Publicar un comentario