Entre
mis apuntes he encontrado esto que me parece está muy bien explicado, por
eso lo comparto en el blog.
Uno
de los puntos cruciales en el debate ético sobre la sedación es la
identificación que en ocasiones se realiza entre sedación y una “eutanasia
lenta”, lo cual ha generado una gran controversia. La distinción entre sedación
y eutanasia recae esencialmente en los siguientes aspectos:
Intencionalidad:
En la sedación el médico prescribe fármacos sedantes con la
intención de aliviar el sufrimiento del paciente frente a determinados síntomas.
En la eutanasia el objetivo es provocar la muerte del paciente para librarle de
sus sufrimientos.
La sedación altera la conciencia del paciente buscando un estado
de disminución de la percepción frente al sufrimiento o amenaza que supone el
síntoma.
Cuando la sedación es profunda, se pierde la vida consciente. La
eutanasia elimina la vida física.
Proceso:
En la sedación debe
existir una indicación clara y contrastada. Los fármacos utilizados y las
dosis, se ajustan a la respuesta del paciente frente al sufrimiento que genera
el síntoma. Esto implica la evaluación continua de dicho proceso (tanto desde
el punto de vista de la indicación como del tratamiento) y el registro en la
historia clínica.
En la eutanasia se
precisa de fármacos a dosis o combinaciones letales, que garanticen una muerte
rápida.
Resultado:
En la sedación, el
parámetro de respuesta es el alivio del sufrimiento, que debe contrastarse
mediante su evaluación. En la eutanasia el parámetro de respuesta es la muerte.
Se ha objetado que la
supervivencia es muy breve desde la indicación de una sedación terminal. Los trabajos
disponibles muestran que no existen diferencias significativas en la
supervivencia de los pacientes que precisaron ser sedados frente a los que no
requirieron sedación.
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