Creo que todos, de alguna forma, nos podemos sentir
identificados con alguna de las frases de este texto, que, como dice Prangrazzi
en ‘Girasoles junto a sauces’, propone con imágenes eficaces, los pensamientos,
los sentimientos y las necesidades que habitan a la sombra de las máscaras:
«No te dejes
engañar por mí.
No permitas
que te engañen mis apariencias.
Porque no son
más que una máscara,
quizá mil
máscaras que temo quitarme,
aunque ninguna
me representa.
Doy la
impresión de estar seguro,
de que todo va
viento en popa, tanto dentro como fuera,
de que soy la
confianza personificada,
de que la
calma es mi segunda naturaleza,
de que
controlo la situación
y de que no
tengo necesidad de nadie.
Pero no me
creas, te lo ruego.
Externamente puedo
parecer tranquilo,
pero lo que
ves es una máscara.
Por debajo,
escondido, está mi verdadero yo
sumido en la
confusión, el miedo y la soledad.
Pero lo escondo.
No quiero que
nadie lo sepa.
Me aterra
pensar que pueda saberse.
Por eso tengo
constantemente necesidad
de crear una
máscara que me oculte,
una imagen pretenciosa
que me proteja
de las miradas
sagaces.
Pero esas
miradas son precisamente mi salvación,
y lo sé
perfectamente,
con tal de que
vayan acompañadas
de la
aceptación y el amor.
Entonces se
convierten en el instrumento
que puede
liberarme de mí mismo,
del mecanismo
de las barreras que he levantado;
el instrumento
que puede asegurarme de aquello
de lo que no
consigo convencerme a mí mismo:
de que
realmente tengo un valor.
Pero esto no
te lo digo:
no tengo el
suficiente coraje.
Me da miedo
que tu mirada no venga acompañada
de la
aceptación y del amor.
Quizá temo que
puedas cambiar de opinión sobre mí,
que te burles
de mí
y que tu
sonrisa me fulmine.
En el fondo,
lo que temo es no valer nada,
y que tú te
des cuenta y me rechaces.
Por eso sigo
con mi juego
de
pretensiones desesperadas,
con una
apariencia externa de seguridad
y con un niño
tembloroso por dentro.
Despliego mi desfile
de máscaras
y dejo que mi
vida se convierta en una ficción.
Te cuento todo
lo que no importa nada,
y nada de lo
que de verdad importa,
de lo que me
consume por dentro.
Por eso,
cuando reconozcas esta rutina,
no te dejes
engañar por mis palabras:
escucha bien
lo que no te digo,
lo que querría
decir, lo que necesito decir,
pero no
consigo decir.
No me agrada
esconderme, te lo aseguro.
Me encantaría
ser espontáneo, sincero y genuino,
pero tendrás
que ayudarme.
Por favor,
tiéndeme tu mano,
aún cuando parezca
que eso es lo último que deseo.
Tú puedes
sacar a la luz mi vitalidad:
cada vez que
tratas de comprenderme,
porque me
quieres,
mi corazón
palpita y renace.
Quiero que
sepas lo importante que eres para mí
y el poder que
tienes, si quieres,
de sacar a la
luz la persona que yo soy.
Escúchame, te
lo ruego.
Tú puedes
derribar las barreras
tras de las
que me refugio;
tú puedes
arrancar mi máscara;
tú puedes
liberarme de mi prisión solitaria.
¡No me
ignores! ¡No pases de largo, por favor!
Ten paciencia
conmigo.
A veces parece
que, cuanto más te acercas,
Es irracional,
pero es así:
combato
aquello de lo que tengo necesidad.
¡Así somos los
humanos muchas veces!
Pero el amor
es más fuerte que toda resistencia,
y ahí reside
mi esperanza.
Mi verdadera
esperanza.
Ayúdame a
derribar las barreras
con tus manos
firmes,
pero a la vez
delicadas,
pues un niño
es siempre muy frágil.
¿Te preguntas
quién soy?
Soy alguien a
quien conoces muy bien.
Soy cada
persona con quien te encuentras.
Soy tú mismo».
Autor
desconocido
Por otro lado, Bermejo comenta sobre este texto
anónimo, que «podría parecer que tiene una base pesimista; pero, en realidad
desvela dinamismos universales que nos pueden provocar una particular atención
al mundo interior de las personas a lasque deseamos acompañar con empatía
terapéutica. No es solo lo dicho lo que hay en el otro, sino lo que habita su
corazón y reclama una atenta escucha».
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