Pronto vamos a dar inicio al tiempo de cuaresma, ya nos vamos
preparando para ello, por lo menos con el material que nos ayudará a vivir este
tiempo, un tiempo de renovación interior, porque es lo que tiene la cuaresma,
que nos lleva a la sanación, nos lleva a la VIDA. Como católicos no tiene
sentido para nosotros hablar de cuaresma si no pensamos en la pascua.
La cita bíblica que ha utilizado el Papa Francisco en su mensaje para
la Cuaresma de este año es «Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» y
nos afirma a lo largo de su mensaje que «la pobreza de Cristo que nos enriquece
consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y
nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. Y es que la
pobreza de Cristo es la mayor riqueza, esa confianza ilimitada en Dios Padre,
es encomendarse a Él en todo momento. A imitación de nuestro Maestro, los
cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a
hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas.»
Cuaresma es un caminar durante cuarenta días, el inicio del camino,
esos cuarenta días para la Pascua, se inicia el Miércoles de Ceniza (5 de marzo) con la imposición de la ceniza y
con una invitación a creer en el evangelio, la mesa de la que también se
alimentan nuestros enfermos, cunado por cualquier motivo no pueden alimentarse
con la Eucaristía.
Si empezamos a dar pasos lo primero que nos encontramos es a San Juan de Dios (8 de marzo), un
ejemplo de hacerse pobre para enriquecernos con su pobreza, un buen samaritano
que previamente fue uno de tantos tirados en la cuneta, al que llamaron loco, y
que nos guía en este camino cuaresmal, nos invita a que «hay que darlo todo por
el todo, que es Jesucristo» (Primera carta a la Duquesa de Sesa), además ya nos
avisa él, de cara al primer domingo de cuaresma, que «el diablo nos ataca
tendiéndonos lazos y redes en los que caigamos y tropecemos, para impedirnos
hacer el bien y practicar la caridad» (segunda carta a la Duquesa de Sesa).
Habrá que estar en vela, de eso saben mucho los enfermos, y sus familiares,
cuántas noches en vela, en oración por el enfermo y con el enfermo.
En el primer domingo de Cuaresma (9 de marzo) nos encontramos con el ‘HOMBRE’, el hombre que es tentado, y aprendemos con Jesús, que las
tentaciones no son malas en si, son hasta necesarias, porque nos hace personas
maduras. ¡Cuanto de esto tendrían que contarnos nuestros enfermos!, ¡cuántas
tentaciones a lo largo de su enfermedad! y sin embargo aprender a crecer en
paciencia, en humildad, en oración, en fe.
En el segundo domingo de Cuaresma (16 de marzo) nos encontramos con la
experiencia de DIOS en el Tabor. El Tabor, es el lugar donde
nuestros enfermos llegan después del traginar diario, a descansar de los
dolores y del sufrimiento, lugar de encuentro con Dios que los abraza con su
bondadosa misericordia, son momentos de dicha, de esperanza que les ayuda a
mantenerse en la noches y en las penas. Estos momentos de teofanía no son
perennes, pero dejan huella en los corazones de nuestros enfermos.
En el tercer domingo de Cuaresma (23 de marzo) nos encontramos con el AGUA de la samaritana, una simbología de que el hombre siempre tiene sed,
independientemente de su situación; podríamos decir que en sí el hombre es sed,
ya que siempre está insatisfecho, y más nuestros enfermos, que como mínimo
tienen sed de salud y también sed de amor, del Dios amor; por tanto, su sed es
infinita y Cristo, el agua viva que puede saciar esa sed.
En el cuarto domingo de Cuaresma (30 de marzo) nos encontramos con la LUZ, la ceguera de este hombre simbolizaría los momentos de enfermedad, en
los que se dan muchas noches, en ocasiones muy densas, se espera con ansia que
llegue el alba para dar gracias por el nuevo día, se siente la necesidad de la
luz de Cristo y de ser nosotros luz, se necesita esa luz material que lleve luz
al corazón. Aquí entra en juego la importancia de las miradas. Se dan como tres
necesidades: ver a Jesús, ver como Jesús y también de ser luz.
En el quinto domingo de Cuaresma (6 de abril), la secuencia de la
resurrección de Lázaro nos ofrece un canto a la VIDA. Es cierto que la muerte está allí, que
camina a la sombra de la vida; la enfermedad se puede considerar una muerte
física, pero también suele venir acompañada de la muerte psicológica por la
tristeza o por la soledad, o la muerte sociológica ocasionada por la
inadaptación, o la muerte espiritual por la dureza de corazón. Y en todas está
el Espíritu de Dios que es vivificante, que puede remover todas las losas de
nuestros sepulcros.
Norka C. Risso Espinoza
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