Las enfermedades raras también llamadas minoritarias o poco frecuentes, son aquellas que afectan a un número limitado de personas con respecto a la población general. Afectan a menos de 5 personas por cada diez mil habitantes, hay unas 7000 enfermedades de este tipo identificadas y la mayoría son de origen genético. Para valorar su gravedad y su importancia real debemos tener en cuenta algunos datos, estamos hablando de enfermedades poco conocidas por una gran parte de los profesionales de la medicina, muchos de los afectados no tienen diagnóstico o tardan mucho tiempo en conseguirlo, un alto porcentaje de estas enfermedades no tienen tratamientos curativos, son enfermedades que causan además un alto nivel de discapacidad y que sobrevienen con frecuencia en la infancia.
En
el informe del senado sobre enfermedades raras elaborado en el 2007, que se ‘encargaba
de analizar la especial situación de los pacientes con enfermedades raras y,
especialmente, las medidas sanitarias, educativas y sociales que contribuyan a
un adecuado tratamiento de los enfermos y de sus condiciones de vida’; y
también en el estudio sobre la situación de necesidades sociosanitarias de las
personas con enfermedades raras en España, o estudio ENSERio que se publicó por
La Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER) y la Obra Social Caja
Madrid en el 2009; ya se mostraba con claridad la gravedad y el desafío que
suponen estas patologías, la escasa disponibilidad de medicamentos, la ausencia
de terapias, la alta mortalidad, una fuerte carga económica y familiar, los
problemas educativos o laborales, o la estigmatización que estas enfermedades
conllevan en las personas que las padecen.
El
Estudio ENSERio pone sobre la mesa una sencilla imagen: los afectados por
enfermedades raras son peregrinos, viajeros permanentes en busca de un
diagnóstico y tratamiento. Estas familias sufren de forma crónica las grandes
dificultades de su enfermedad, agravadas por la escasez de dispositivos de
ayuda, específicos para su patología. El estudio marca, por tanto, un hito al
recoger por primera vez datos respecto al diagnóstico, atención sociosanitaria,
apoyos y asistencia por motivo de discapacidad, inclusión social y laboral del
colectivo, así como percepción de su situación actual.
Se
sabe por ejemplo, por los estudios que he mencionado, tanto el del 2007 como
del 2009, que 2 de 3 enfermedades raras aparecen antes de los dos primeros años
de vida, que el 65% son altamente incapacitantes, que sólo el 6% de los
afectados utiliza medicamentos huérfanos, (es decir, medicamentos no
desarrollados ampliamente por la industria farmacéutica por razones
financieras, ya que van destinados a un reducido grupo de pacientes, y que, sin
embargo responden a necesidades de salud pública) o que el 75% de los afectados
con una enfermedad rara se ha sentido discriminada alguna vez por motivo de su
enfermedad.
Con
sus nombres tan complicados, tan difíciles de pronunciar o de recordar en
ocasiones, Progeria de Hutchinson-Gilford, La púrpura de Schönlein-Henoch,
lipodistrofia de Berardinelli, Síndrome de Marfan, Enfermedad de Pompe, estas
enfermedades pueden parecernos algo alejadas de nuestra experiencia, de
nuestras preocupaciones cotidianas, no es así en absoluto, en su conjunto se
consideran que afectan en España a cerca de tres millones de personas y en
Europa a más de 36 millones de personas.
En
muchas ocasiones, una alteración genética no tiene una alteración clínica, no
genera una enfermedad, con frecuencia es el azar, el hecho de que una pareja
tenga una misma mutación sin saberlo lo que provoca que aparezca una enfermedad
con graves repercusiones personales y sociales, o que esa circunstancia incluso
se pueda repetir en varios hijos. Por su variedad y por las repercusiones que
tienen en la vida de las personas, las enfermedades raras son una especie de
laboratorio en el que podemos encontrar todo tipo de situaciones relacionadas
con los avances científicos y también con las demandas en el ámbito social y
sanitario.
Con
frecuencia hay logros obtenidos en biotecnología que se producen gracias
precisamente al estudio de las enfermedades raras, y en torno a ellas podemos
apreciar los obstáculos, las barreras que la sociedad coloca a nuestro
alrededor en terrenos tan importantes como la educación o la atención
sociosanitaria.
Alrededor
de las enfermedades poco frecuentes germinan también experiencias positivas,
historias de esfuerzo, de lucha, de superación de límites y de compromiso;
historias de personas que desafían cualquier obstáculo y abren nuevos caminos
para los demás.
Por
razones diversas, la familia con un paciente con una enfermedad rara, corre un
grave riesgo de aislarse socialmente. Dejan de participar en la vida social y
los amigos no saben muy bien cómo reaccionar ante el enfermo, a veces ocurre
que les resulta incómoda la relación y disminuyen los contactos. Pero en la
mayoría de las ocasiones la carga de los cuidados ocupa tanto tiempo a la
familia que no pueden corresponder al entorno como lo venían haciendo
anteriormente. El resultado es que cuando la familia necesita más contacto,
tiende al aislamiento social.
La
familia y el enfermo necesitan:
- Apoyo emocional
- Información clara sobre el curso de la enfermedad
- Ayuda material (limpieza de la casa, cuidado de los hijos, a veces del enfermo, compras, comida, transporte, gestiones ante el sistema sanitario, etc.)
Por
otra parte La baja frecuencia de estas enfermedades hace que no se puedan tener
casos suficientes para adquirir experiencia por parte de los profesionales:
- Dificultad para hacer estudios sobre estas enfermedades
- Ante la dificultad diagnóstica el médico tiende a inhibirse derivando a otros médicos. Muchas veces no conoce si existen centros que puedan orientarles.
La
dependencia que generan las enfermedades raras es muy variada dependiendo del
tipo de patologías. En general, implican un deterioro importante de la calidad
de vida, mayor cuando el curso de éstas es degenerativo, como ocurre en buena
parte de ellas. Existen enfermedades que desembocan en un proceso de
dependencia, bien porque cursen con una demencia, bien porque lleven asociada
una discapacidad. Como consecuencia, toda la familia se ve afectada por la
enfermedad.
Vemos
que los afectados por una enfermedad rara tienen los mismos problemas de
integración social, pero además sufren procesos de agravamiento que les obligan
a la hospitalización, procesos degenerativos y gran dependencia del ámbito
hospitalario y, todo ello, dificulta su integración. Creo que aquí tenemos una
gran misión que realizar.
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