1ª lectura: Hechos 3,1-10
«No tengo ni oro ni
plata, pero te doy lo que tengo»
Salmo: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»
Evangelio: Marcos 1,29-39
«Curó a muchos
enfermos de diversos males»
En
aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y
Juan a casa
de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo
dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la
fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron
todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta.
Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los
demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se
marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al
encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: «Vámonos a
otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he
salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando
los demonios.
Reflexión
Fue Ricardo una persona de profunda
fe y religiosidad: ejemplar durante sus estudios y como sanitario militar; buen
samaritano, laico de exquisita caridad en su actividad profesional, como médico
rural, viviendo en pobreza y prodigando visitas gratuitas, socorros y medicinas
a enfermos y familiares, ayudas a gente pobre, a actividades parroquiales, a
Institutos misioneros…; religioso #hospitalario, humilde en continua referencia a
los valores cristianos, culminando su existencia terrena con una eminente
disposición en la fase terminal de sufrimiento. Al ser beatificado, quedó
fijada su fiesta litúrgica, señalada por el Papa, el 1 de mayo, correspondiente
al día de su muerte. Las lecturas litúrgicas (Hch 3,1-10), en referencia a la
curación de Pedro a un lisiado de nacimiento desde su fe y (Mc 1,29-39),
curando Jesús a la suegra de Pedro y a otros enfermos (al tiempo que buscaba la
soledad para su oracional Padre), en referencia a San Ricardo médico, que se
retiraba también a orar, estimulando sus actitudes de fidelidad y vida
teológica, y aprendía a «transformar el ejercicio de la medicina en misión de
caridad», estimulemos nosotros, a su ejemplo, nuestro espíritu y actividades en
favor de los enfermos y necesitados.