Cuando el enfermo esta en situación de terminalidad, en la que ya no se puede recuperar la salud, una atención curativa ya no tendría sentido, porque incluso podríamos pecar de obstinación terapéutica, es entonces cuando la necesidad de cuidado se hace más palpable.
Es claro el avance en cuanto a cambio de mentalidad que se ha dado en los profesionales sanitarios, de formación y tradición curativa, el salto cualitativo que se ha dado por una mejor atención al enfermo es impresionante, ya no se trata de cuidar, sino también de curar, por ello lo de curar-cuidar en equilibrio como un único objetivo. Ya se está incorporando el cuidado a la práctica clínica diaria, y esto se palpa principalmente en las unidades de cuidados paliativos.
Hace ya más de diez años que desde la Bioética se planteó que los fines de la medicina deberían ir más allá de la curación de la enfermedad y el alargamiento de la vida. El grupo internacional de trabajo del Hastings Center que participó en el proyecto, consideró que era necesario reformular estos fines, y que, sin dar prioridad a ninguno de ellos, debían ser:
- La prevención de enfermedades y lesiones y la promoción y la conservación de la salud.
- El alivio del dolor y el sufrimiento causado por males.
- La atención y la curación de los enfermos y los cuidados a los incurables.
- La evitación de la muerte prematura y la búsqueda de una muerte tranquila.
En las situaciones de dependencia y vulnerabilidad, cuando hay sufrimiento o se acerca la muerte, es cuando más claramente se entrelazan los problemas médicos con los sociales, económicos, familiares o afectivos. El cuidado implica dar respuestas a todas estas dimensiones y exige conocer y poner a disposición de las personas enfermas y sus familiares, los servicios asistenciales y sociales que les puedan ayudar a enfrentarse a la diversidad de problemas que se les plantean.